No hay duda que las almendras son unos frutos secos sanos y muy saludables, que desde un punto de vista nutricional contienen una interesantísima cantidad en vitaminas y minerales. En el grupo de las vitaminas podemos destacar la vitamina A, B1 y B2, C, D, E y PP. Mientras que en el grupo de los minerales destacan el calcio, fósforo, hierro, potasio, magnesio, sodio, zinc, manganeso y cloro.
Si echamos un vistazo a nuestro calendario de alimentos de temporada, nos percatamos de que –en realidad- su mejor temporada lo encontramos en los meses de septiembre, octubre y noviembre. Aunque es cierto que, a día de hoy, es posible encontrarlas a lo largo del año gracias a su cultivo extensivo.
Si eres un consumidor habitual de almendras, y cada día consumes las cantidades diarias recomendadas de este fruto seco delicioso (en torno a los 25 gramos), probablemente que en algún momento te habrás encontrado con almendras amargas; es decir, almendras que presentan un amargor intenso.
Este sabor tan desagradable es debido a la amigdalina, un compuesto de cianuro y glucosa que a grandes dosis resulta muy perjudicial para nuestro organismo. Además, a este compuesto debemos sumar la presencia de emulsina, otra sustancia tóxica.
Cuando comes una almendra amarga pones en contacto ambos compuestos, cuyo resultado es la descomposición de la amigdalina en ácido cianhídrico (HCN), D-glucosa y benzaldehido. El ácido cianhídrico es mortal.
Muchos expertos en nutrición indican que basta consumir de 15 a 20 almendras amargas para que sus consecuencias en una persona adulta sean ciertamente fatales. En el caso de niños, la cantidad letal sería de 5 a 10 almendras amargas.
Por tanto, si al comer una almendra te das cuenta que está amarga lo mejor es que la deseches de inmediato y no la consumas. Y si tienes la mala suerte de encontrarte con varias en el paquete que hayas adquirido, lo mejor es que lo tires. O sus consecuencias podrán ser peligrosas para tu organismo.
Imagen | Shelby PDX
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