Siempre que hablas de alguna comida, sobretodo si seguimos una dieta de adelgazamiento con el objetivo de reducir nuestro peso, tendemos a hacerlo a la par que hablamos sobre las calorías que aporta.
Así, por ejemplo, hablamos de las calorías que aporta una manzana, un trozo de chorizo o una porción de tarta de chocolate. Pero no nos paramos a pensar en algo fundamental: si en realidad ese alimento que vamos a consumir es beneficioso desde un punto de vista nutricional, o sin embargo es rico en grasas saturadas y en azúcares.
Como de buen seguro sabrás, la cantidad de calorías diarias recomendadas que debe comer una persona depende no solo de su sexo (es decir, si es hombre o mujer), sino de su complexión física y de la actividad que realice. Y es que no es igual las kilocalorías que debe comer un deportista, a las que debe consumir una persona sedentaria que apenas practica ejercicio físico.
En este sentido, debemos tener en cuenta que no existe una relación exacta entre el número final de calorías que exceden el consumo de tu cuerpo, y el peso final que éste aumenta. ¿Por qué? Muy sencillo: porque se trata de algo que en definitiva depende de la constitución, el metabolismo y la genética propia de cada uno.
¿Qué son las calorías?
Una caloría es una unidad de energía que se utiliza para medir el contenido energético de los alimentos que ingerimos. Básicamente nos permite contar con un rango de posibilidades que nos brinde la posibilidad de conocer cuáles son los alimentos más recomendados para ingerir, dependiendo directamente de las necesidades que nuestro propio organismo tenga en cada momento.
Se trata de un producto de los macronutrientes que necesitamos para la obtención de energía; de forma que, una vez fuera de estos nutrientes, las calorías se transforman en kilocalorías.
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Fundamentalmente esta energía la proporcionan los hidratos de carbono o carbohidratos, las grasas (en torno a 9 calorías por gramo) y las proteínas (unas 4 calorías por gramo).
Su valor energético es el mismo; lo que cambia es si el organismo a la hora de conseguir energía prefiere usar calorías que estén en forma de grasa que de hidratos de carbono. Por tanto, en función de su procedencia no todas las calorías engordan por igual.
Pongamos un ejemplo: una taza de arroz aporta unas 230 calorías, mientras que 2 salchichas grandes aportan la misma cantidad. Es común que asociemos que ambas comidas presentan el mismo efecto en la pérdida o ganancia de peso, pero en realidad no es así: mientras que las calorías provenientes de las salchichas tienden a engordar, las que provienen del arroz no. Aquí vemos cómo con la misma cantidad de calorías, el arroz tiende a engordar mucho menos que las salchichas.
No todas las calorías engordan de la misma forma
Llegados a este punto es más que evidente que no todas las calorías engordan igual, de la misma forma. Es decir, nuestro organismo no tiende a procesar igual las calorías que por ejemplo nos aporta una porción de tarta que las que nos aportaría un puñado de almendras, aún cuando aparentemente sea el mismo número de calorías.
El motivo es más que evidente: si la mayor parte de las calorías que consumimos cada día provienen de alimentos ricos en azúcares nuestro páncreas tiende a secretar insulina de manera más rápida, lo que provoca que el hígado transforme el exceso de glucosa en ácidos grasos, los cuales se integran como triglicéridos y finalmente se depositan como grasa en nuestro tejido adiposo.
La clave, como vemos, no está en cuanto comemos en función de las calorías que contienen los alimentos, sino en lo que comemos. Y es que aunque la fruta también contenga azúcares en forma natural, ésta está claramente compensada por su aporte en fibra, que ayuda a que se absorba de manera más lenta.
Por tanto: es recomendable evitar los refrescos, los dulces, la bollería industrial, los alimentos precocinados, los zumos azucarados y hasta incluso determinadas salsas y cereales con azúcar, y optar casi exclusivamente por alimentos más frescos, naturales y sanos.
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