Cada mañana siempre realiza el mismo ritual: coge del frutero dos o tres naranjas frescas, las parte por la mitad, y las exprime en el exprimidor de cítricos con el fin de obtener todo su jugo. Luego, retira la pulpa y la piel blanquecina que ha quedado en el exprimidor con cuidado, lo cuela, y sirve en un gran vaso su zumo de naranja. A la basura tira la cáscara, esa piel blanquecina y la pulpa de la naranja.
Se trata, casi con total probabilidad, de un hábito que se lleva a cabo cada mañana en una amplia variedad de hogares de nuestro país, sobre todo y especialmente durante los meses de invierno, cuando la naranja precisamente se encuentra en su mejor tiempo. De hecho, para un buen número de personas es común que el zumo de naranja se convierta en una parte más de su desayuno, acompañándolo con una taza de café.
Sea como fuere, no hay duda que su consumo aumenta también en esta época del año porque -en teoría- ayuda a aumentar nuestras defensas y es útil en la prevención de gripes y resfriados.
Si bien es cierto, como ya te hemos comentado en alguna ocasión, que las naranjas no ayudan a evitar ni curar la gripe común o el resfriado, sí ayudan a reforzar nuestro sistema inmunológico gracias a su elevado contenido en vitamina C y potasio, por lo que su consumo sí está aconsejado a la hora de reducir el riesgo de enfermarnos por estas afecciones tan comunes durante esta época del año.
No obstante, cada vez es mayor el número de nutricionistas que están en contra de los zumos de frutas, especialmente los envasados, los que encontramos habitualmente en el supermercado. Dicho de otro modo: defienden el consumo de frutas enteras muy por encima de su consumo en forma de jugos o frutas.
Los motivos son bastante diversos (que pasaremos a desgranar a lo largo de la presente nota), pero sí existe uno sumamente importante y que nunca deberíamos menospreciar: las propiedades nutricionales que nos aporta una naranja entera no son las mismas que nos aporta en zumo, al igual que no será idéntica la cantidad de alimento que consumiremos.
Cuáles son las principales diferencias entre la naranja entera y en forma de zumo
Ingerimos más cantidad de alimento en forma de zumo que entero
Es evidente que la cantidad que ingerimos al tomar fruta entera al natural o en zumo no es la misma, porque para prepararnos un vaso de zumo necesitaremos al menos 2 piezas de fruta (y en ocasiones es posible que nos quedemos cortos).
En el caso particular del zumo de naranja, debemos tener en cuenta que una naranja mediana pesa alrededor de 200 gramos, de los cuales 50 forman parte de la cáscara. Es decir, de esos 200 gramos en realidad comestibles son solo 150 gramos. Sin embargo, para obtener un vaso de zumo de 250 mililitros necesitaremos al menos 2 naranjas y media.
Por tanto, al tomarnos la fruta en forma de zumo estaremos ingiriendo más alimento, pero especialmente en forma de azúcares y con una menor cantidad de fibra que si las consumiéramos enteras.
Menos cantidad de fibra y por tanto menos poder saciante
La mayor parte de la fibra que encontramos en una pieza de fruta la localizamos principalmente en su piel y en su pulpa. En el caso particular de la naranja, encontramos además parte de esta fibra en la delgada piel blanca que hay entre la cáscara y la pulpa. Sin embargo, cuando la preparamos en forma de zumo es evidente que la pulpa y la mayor parte de esa piel blanca se retira, y no se consume.
Por tanto, el zumo de naranja pierde la mayor parte de la fibra que nos aporta la naranja entera. De hecho, si una naranja fresca y natural nos aporta alrededor de 2,4 gramos de fibra por cada 100 gramos, cuando la tomamos en forma de zumo apenas nos brinda 0,1 gramos. Y si, además, tendemos a colar el jugo de naranja el resultado es aún peor: prácticamente no tendrá fibra, siendo eliminada por completo.
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Esto se traduce no solo en que prácticamente no consumiremos fibra, sino que el poder saciante del zumo de naranja es muchísimo menor que si la consumiéramos entera. Por tanto, no nos ayudará a saciarnos ni retrasará nuestro apetito, por lo que terminaremos por comer más alimento.
Mayor absorción de azúcares
Hace algún tiempo la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) aconsejaba tomar la fruta entera y de forma natural, reduciendo el consumo de zumos de frutas, especialmente entre los niños.
El motivo es bastante simple: la fibra que encontramos en una pieza de fruta entera ayuda a que los azúcares presentes en ella se absorban de forma más lenta. Sin embargo, cuando optamos por un vaso de zumo de fruta, sus azúcares terminan absorbiéndose más rápido.
Los efectos son también bastante evidentes, ya que el zumo tendrá un menor poder saciante, y además, causará un aumento brusco de los niveles de glucosa en sangre. Por ello los zumos de fruta, envasados o naturales, están muy relacionados con el incremento de sobrepeso y obesidad que está sufriendo nuestra población hoy en día.
Teniendo todo lo indicado en cuenta, la conclusión es más que evidente: desechar nuestro zumo de naranja del desayuno y sustituirlo por el consumo de naranjas enteras. Son igual de deliciosas, más nutritivas y sobre todo muchísimo más saludables.
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