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La piel del bebé se caracteriza por ser tremendamente lisa, suave y sedosa. Pero, de repente, un día empieza a ponerse seca, escamosa y rojiza. Es lo que habitualmente ocurre cuando surge la dermatitis atópica, un problema cutáneo tremendamente incómodo para el pequeño, ya que tiende a causarle mucha picazón. Puede ser conocido médicamente también bajo el nombre de eccema o eczema, aunque es cierto que bajo este término es posible a su vez encontrarnos con otro tipo de problema cutáneo igualmente común, como es el caso de la dermatitis de contacto.
¿Qué es la dermatitis atópica? ¿En qué consiste la piel atópica en los bebés?
La dermatitis atópica consiste en una afección inflamatoria crónica, lo que significa que tiende a ser recurrente y a aparecer constantemente. Los bebés con dermatitis atópica, de hecho, a menudo suelen tener alergias alimentarias o ambientales asociadas. Y como indican muchos estudios, aquellos pequeños con antecedentes familiares de alergias, asma o eczema tienen mayores probabilidades de desarrollarlo.
De acuerdo a un informe publicado en el año por la Academia Estadounidense de Pediatría (AAP), se cree que la dermatitis atópica afecta a cerca de un 10 por ciento de los niños, de los cuales el 85 por ciento de los casos tiende a desarrollarse antes de los 5 años, aunque más de la mitad aparece en el primer año de vida del pequeño.
En otro informe publicado también recientemente se especifica que cerca del 65 por ciento de los niños muestran los primeros síntomas en los primeros 12 meses de vida, mientras que el 90 por ciento lo hace en los primeros 5 años (es decir, las estadísticas han subido un poco de acuerdo al último informe publicado por la AAP).
Por suerte, se sabe que la mitad de todos los niños afectados con dermatitis atópica tienden a mejorar entre los 5 a los 15 años. Aunque no es una afección mortal, sí puede aumentar el riesgo de sufrir una infección grave de la piel. Mientras que, aunque no se puede curar, sí puede controlarse bien con el tratamiento y la medicación adecuados.
Como vemos, aunque es cierto que la piel atópica suele afectar a los adultos, la realidad es que es tremendamente más común en los niños. De hecho, se estima que antes de los 5 años de edad quienes vayan a sufrir de piel atópica, ya tienen los primeros síntomas. De esta forma, a partir del momento en el que surgen las primeras señales o los primeros signos, por lo general tiende a persistir a lo largo de toda la infancia y la adolescencia. Y aunque en muchos casos suele disminuir hasta desaparecer, en otros casos incluso puede continuar en la etapa adulta.
Por otro lado, a diferencia de lo que podría llegar a pensarse en un primer momento, si tu hijo/a padece de piel y dermatitis atópica debes estar tranquila: no es contagioso, incluso cuando surgen las típicas erupciones cutáneas, o cuando éstas llegan a infectarse.
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¿Cuáles son los principales síntomas de la piel atópica en bebés?
En los bebés (en especial en los bebés menores de 12 meses de edad), la dermatitis atópica, por lo general, suele afectar a la zona del cuero cabelludo, las mejillas, el torso y las extremidades. Por ejemplo, también puede surgir detrás de las orejas. En definitiva, en zonas muy visibles de la piel.
Sin embargo, a medida que el bebé van creciendo y es mayor -al igual que en los jóvenes o en la etapa más adulta-, por lo general los brotes suelen aparecer, sobre todo, en las manos y en los pies. Aunque las rodillas y los codos también se ven afectados con bastante asiduidad por estos.
En cualquier caso, una característica fundamental de la dermatitis atópica es que tiende a causar una incómoda y molesta picazón, difícil de calmar en la mayoría de las ocasiones. De hecho, puede llegar a interferir no solo en la calidad de vida de la persona que lo sufre, sino que puede llegar a interrumpir el sueño del bebé.
La piel se vuelve escamosa, enrojecida e inflamada. Además, si el niño se tiende a rascar, y lo hace muy a menudo, el resultado es que la zona afectada se acabe engrosando y se endurezca.
Si además de piel atópica surge costra láctea (dermatitis seborreica), suelen surgir otros síntomas que no se ven habitualmente en otros tipos de dermatitis infantil. Aparece sobre todo en el cuero cabelludo de los bebés, la frente y la cara, y se muestra como escamas grasosas y amarillas, que recuerdan a una caspa gruesa que cubre la parte superior de la cabeza del pequeño. No suelen causar molestias, aunque en ocasiones puede surgir una ligera picazón.
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¿Qué factores de riesgo pueden influir?
Se sabe que los bebés con antecedentes familiares de alergias, asma o dermatitis tienen un riesgo mayor de sufrir de dermatitis atópica; es decir, presentan más probabilidades de desarrollarlo pocos meses después del nacimiento (o, al menos, hasta cumplir los 5 años de edad).
De hecho, se cree que una predisposición genética puede hacer que la piel atópica surja en aquellos bebés con una disfunción del sistema inmunitario.
Además, existen una serie de desencadenantes que parecen influir en la aparición de la dermatitis atópica, aunque éstos no deben ser entendidos como causas directas, sino como “actores” que tienden a empeorar los síntomas: es el caso de la piel seca, las alergias, determinadas infecciones, algunos irritantes, el estrés, y el exceso de calor o la propia sudoración.
Y no son los únicos desencadenantes. Los cambios rápidos de temperatura, los baños largos de agua caliente, el uso de determinados jabones o detergentes, el contacto con el polvo o con la arena, algunas infecciones bacterianas de la piel, la utilización de telas o prendas, el humo del tabaco y el consumo de algunos alimentos, como: leche, huevos, trigo, pescado o soja.
Es más, se sabe que los padres que tienen o han tenido dermatitis atópica presentan más probabilidades de tener hijos con dermatitis atópica. Al igual que ocurre con aquellos padres con alergias respiratorias o asma: sus hijos tenderán a tener un riesgo mayor que el resto de sufrirlas.
Un estudio publicado en el año encontró que los niños cuyas madres experimentaron situaciones de elevado estrés durante la gestación (embarazo) presentan un riesgo mayor de desarrollar piel atópica.
Otro estudio, publicado el mismo año, encontró que la presencia de determinados contaminantes en el aire, así como algunas condiciones meteorológicas, pueden influir al riesgo de piel atópica en niños de ambos sexos. Los estudiosos concluyeron que niveles elevados de amoníaco, monóxido de carbono, plomo, formaldehído y ozono pueden influir de manera directa.
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¿Cuáles son sus causas?
En cualquier caso, por el momento no existe una causa exacta conocida. Es decir, los especialistas médicos e investigadores no saben exactamente qué es lo que causa la piel atópica, pero muchos expertos coinciden en señalar que, en realidad, existen diferentes elementos que pueden conducir a la aparición de la dermatitis atópica. Es más, la mayoría de expertos consideran que pueden existir una combinación de factores genéticos y ambientales (como, por ejemplo, convivir en casa con una mascota).
En este sentido, las distintas teorías que se han publicado hasta el momento señalan que, tanto las causas como los desencadenantes de la piel atópica, incluyen distintos alérgenos, bacterias e incluso mutaciones y/o variaciones genéticas.
De hecho, se calcula que entre un 20 a un 30 por ciento de las personas que sufren de dermatitis atópica presentan una variación genética que compromete la capa más externa de la piel, conocida con el nombre de epidermis (y dentro de la cual nos encontramos con la conocida como capa córnea o estrato córneo, que se caracteriza además por ser la capa más externa de la epidermis).
Cuando la persona tiene esta variación en los genes, su piel tiene más dificultad a la hora de retener la humedad. Y no solo retener la humedad, sino evitar la entrada de sustancias extrañas que, al final, pueden causar un daño en la piel.
También se sabe que los niños presentan más probabilidades de desarrollar piel atópica cuando alguno de los miembros de la familia (en especial padres o hermanos) tienen antecedentes de piel atópica, asma o rinitis alérgica, también conocida médicamente bajo la denominación de fiebre del heno. Por todo ello, se considera igualmente que debe existir algún factor genético o hereditario que influya en su aparición, aunque al menos por el momento no haya podido ser identificado el desencadenante o la causa directa.
Algunos investigadores van incluso más allá, y consideran que la piel atópica es en realidad una disfunción del sistema inmunitario, la cual tiende a afectar especialmente a la barrera natural de la piel, y a su capacidad igualmente natural a la hora de retener la humedad.
Además de la propia piel atópica, existen a su vez otros tipos de eccema que suelen también afectar a los niños de manera bastante común. Son los siguientes:
Eccema dishidrótico
Conocida también médicamente bajo el nombre de dishidrosis, se trata de una afección de la piel en la que se desarrollan una serie de ampollas o vesículas (porción elevada de la piel llena de líquido) principalmente en las plantas de los pies y/o en las palmas de las manos.
Estas ampollas, por lo general, suelen picar y también tienden a llenarse de líquido, y cuando aparecen suelen durar aproximadamente entre dos a cuatro semanas, pudiendo estar relacionadas tanto con el estrés como con determinadas alergias estacionales. En el caso de los bebés y niños, por ejemplo, lo más común es que la causa principal sea la alergia estacional.
Las ampollas, por tanto, se convierten en uno de los síntomas más habituales, unido a la picazón, de manera que las ampollas suelen causar muchísimo picor, lo que puede hacer a su vez que la piel acabe descamándose. A su vez, es común que las áreas de la piel afectadas puedan terminar agrietarse, o ser muy dolorosas al tacto (es lo que ocurre especialmente cuando las ampollas se secan).
Como ocurre tanto con la piel atópica como con la dermatitis en sí, en el caso del eccema dishidrótico tampoco se conoce la causa exacta. En este sentido, los médicos consideran que la afección podría tener una relación directa con la rinitis alérgica o con las alergias estacionales, de ahí que las ampollas suelan aparecer especialmente en determinadas temporadas del año (en especial durante la primavera).
Aunque este tipo de eccema afecta también a los niños, en esta ocasión la realidad es que suele observarse generalmente en los adultos, especialmente en edades comprendidas entre los 20 a los 40 años de edad.
Dermatitis seborreica
Conocido médicamente también como eccema seborreico, consiste en una afección cutánea tremendamente común, que suele cursar con caspa, enrojecimiento y parches escamosos, afectando en mayor medida al cuero cabelludo, aunque también puede surgir en otras partes del cuerpo donde existe una mayor cantidad de grasa. De ahí que también afecte con mayor frecuencia a la cara, la espalda y la parte superior del pecho.
Cuando este tipo de dermatitis afecta a los bebés, es conocida como gorra de cuna, aunque es muy probable que lo identifiques mejor bajo uno de sus nombres más populares: costra láctea, dado que se convierte en la forma coloquial de llamar a la dermatitis seborreica cuando surge en el cuero cabelludo de los más pequeños. En los bebés, suele formarse también en la frente, detrás de las orejas y en la cara, aunque como de buen seguro sabrás, tiende a ser muchísimo más habitual en el cuero cabelludo.
La causa exacta, como ocurre con el resto de eccemas, no es del todo conocida, aunque los médicos sí sospechan que existen dos factores fundamentales, o principales, que pueden contribuir al desarrollo de este tipo de dermatitis: la sobreproducción de grasa, la cual puede acabar actuando como irritante (haciendo que la piel se vuelva no solo grasosa, sino también roja), y la presencia de un hongo, conocido con el nombre de Malassezia, y que encontramos naturalmente presente en los aceites de la piel. Cuando este tipo de hongo crece de manera anormal, hace que la piel secrete una mayor cantidad de grasa, de ahí que la excesiva producción de sebo pueda influir en la aparición de la costra láctea.
Pero no es la única causa relacionada. También se ha identificado otro factor que tiene que ver directamente con la mamá: los cambios hormonales que ocurren durante el embarazo. Los expertos creen que los diferentes niveles hormonales cambiantes y fluctuantes estimulan las distintas glándulas sebáceas del bebé, ocasionando una sobreproducción de grasa o sebo que podría irritar la piel.
Al ser una afección cutánea que suele permanecer a largo plazo, es fundamental seguir un tratamiento continuo, desarrollando una adecuada rutina de la piel, y evitar los desencadenantes para ayudar a controlarlo de forma efectiva.
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¿Cómo se diagnostica en los bebés?
El pediatra preguntará en la consulta al mamá o al papá acerca de los síntomas que presenta el bebé, así como el historial de salud del pequeño. También preguntará acerca de si los padres, o cualquier otro miembro de la familia, tiene piel atópica, dermatitis atópica, rinitis alérgica, asma, alergias nasales o cualquier otra afección alérgica. También consultará acerca de los síntomas de alergia del propio pequeño en sí.
Luego es común que examine al pequeño en busca de síntomas y señales relacionadas directamente con la piel atópica. Si bien es cierto que no existe una prueba específica, en la mayoría de las ocasiones basta únicamente con observar los síntomas. De hecho, por lo general no se necesitan pruebas, aunque si se sospecha de alergias es posible que el médico recomiende llevar a cabo alguna, en especial cuando también surgen algunas alergias alimentarias.
Las pruebas pueden incluir:
- Análisis sanguíneos. Pueden llevarse a cabo para determinar los niveles de inmunoglobulina E (IgE), la cual es liberada por el sistema inmunitario de nuestro cuerpo, de forma total y absolutamente natural, sobre todo en grandes cantidades cuando existe algún tipo de alergia. También podrían realizarse otros análisis de sangre.
- Pruebas de la piel. También es posible que se lleven a cabo otras pruebas cutáneas con el fin de detectar tanto alergias como otras afecciones de la piel. No obstante, estas pruebas suelen hacerse más adelante, cuando el niño tiene al menos 2 o 3 años de edad (aunque es cierto que puede realizarse a partir de los 6 meses de edad), y consisten en aplicar en el brazo del bebé una serie de alérgenos, y esperar entre 30 minutos a 1 hora para comprobar cómo reacciona la piel. Si surge enrojecimiento lo más común es que el pequeño tenga alergia a ese determinado alérgeno.
¿Cómo son las pruebas de alergia en la piel? ¿Cómo se hacen?
Son varias las pruebas que pueden llevarse a cabo. Una de ellas es la conocida como prueba de punción cutánea, que consiste en colocar una pequeña gota de un determinado alérgeno sobre la piel del pequeño. Luego, se pincha con una finísima aguja con el fin de que parte de este alérgeno se introduzca en la piel.
Así, si el niño presenta algún tipo de alergia a esta sustancia se formará una protuberancia inflamada, de color rojizo, junto a una especie de «anillo» alrededor. Es una prueba llevada a cabo por el alergólogo, que es el médico especialista en alergias.
En caso de que el pequeño tome algún tipo de medicamento, es posible quizá que sea necesario dejarlo durante un tiempo antes de realizar la prueba. Luego, en el momento de realizarla, será el alergólogo quien determine qué alérgenos realizará en la prueba. En la mayoría de las ocasiones suelen ser unos cuantos.
Esta prueba se llevará a cabo en la parte posterior o interior del brazo. Así, dependiendo de la cantidad de alérgenos que se estén probando, tardará más o menos. Por suerte, en la mayoría de las ocasiones los resultados se tendrán en la propia consulta transcurridos apenas 30 minutos o 1 hora, aunque también es posible tenerlos a lo largo del día.
No obstante, es necesario tener en cuenta que tanto los falsos negativos como los falsos positivos son comunes, por lo que deberá ser el médico quién indique si sea recomendado repetir la prueba o no.
Bajo el nombre de prueba intradérmica nos encontramos también con otro método de diagnóstico que consiste en inyectar una mínima cantidad de un determinado alérgeno debajo de la piel del brazo. En la mayoría de las ocasiones se realiza únicamente para detectar alergias al veneno de insectos, o a la penicilina.
Es un tipo de prueba que también se realiza en la consulta del especialista, y para ello se utiliza una aguja para inyectar una pequeña cantidad de este alérgeno debajo de la piel del brazo del pequeño. Luego, pasados 15 minutos, el médico revisa el sitio donde se inyectó el alérgeno, para detectar la posible presencia -o no- de cualquier reacción alérgica.
La prueba de parche también es otro método diagnóstico útil, especialmente recomendado cuando el bebé o el niño ha tenido urticaria o algún tipo de erupción cutánea. Es especialmente útil a la hora de descubrir si un determinado alérgeno está ocasionando la aparición de esa irritación en la piel.
Es una prueba similar a la prueba de punción cutánea, pero para llevarla a cabo no se utiliza una aguja, sino unos parches, que contienen los alérgenos que se desean estudiar (se puede hacer con 20 o 30 alérgenos). Luego, estos parches son colocados en la piel del pequeño, y se utilizan en el brazo o en la espalda durante un máximo de 48 horas. Pasado el tiempo, el médico los retirará en la consulta, y analizará la piel.
Los resultados pueden variar en función de la prueba que se realice y de la alergia específica en sí, aunque en muchas ocasiones tienden a ser de bastante utilidad.
¿Cómo se trata la piel atópica en los bebés?
Una vez que el bebé haya sido diagnosticado con piel atópica (o dermatitis atópica, en definitiva), es fundamental tratarlo rápidamente, ya que de lo contrario el pequeño puede rascarse o frotarse la piel en exceso, agravando el problema aún más y haciendo que el área de la piel afectada se vuelva más vulnerable no solo a otros irritantes, sino que termine ocasionando una mayor sequedad.
Por suerte, existen algunos planes de tratamiento que son de bastante ayuda. Y, en su mayoría, persiguen el objetivo de mantener la piel cuidada (ayudando a su reparación), controlar la picazón, evitar o controlar los desencadenantes (lo que será útil a la hora de reducir los brotes de dermatitis), así como el uso de medicamentos de acción antiinflamatoria, ideales para reducir la respuesta inflamatoria del cuerpo durante un brote.
No obstante, en el caso de los bebés es posible que no se recomiende el uso de este tipo de medicamentos antiinflamatorios, al no ser apropiados o incluso no ser necesarios.
También existen algunos consejos y pautas que pueden ser de enorme utilidad para los padres cuyos hijos estén afectados por este problema:
- Se aconseja bañar al bebé no más de tres veces por semana. Además, para evitar que su piel tan sensible se seque, es más recomendable utilizar baños tibios y cortos.
- Una loción suave e hipoalergénica para bebés después del baño ayudará a retener la humedad de la piel. También se aconseja volver a aplicarla más tarde, haciéndolo así varias veces al día.
- Lavar la ropa del bebé y la ropa de cama con un detergente especialmente diseñado para pieles sensibles.
- Limpiar suavemente la saliva del bebé, y hacerlo además cada vez que la veamos (sobre todo en la zona de los labios, la barbilla y el cuello), ya que la humedad excesiva puede influir en la aparición de brotes.
- Trata de vestir al bebé con algodón (a ser posible orgánico), además de prendas suaves y lisas. Se recomienda evitar las telas con rayas -como la lana-, o ásperas.
- La caspa y la saliva de los animales pueden desencadenar los brotes de dermatitis. Por lo que si tienes una mascota en casa, lo ideal es intentar mantenerlo alejado del bebé (esto es, tanto de la ropa como del cuarto del pequeño).
Como hemos visto, la dermatitis atópica se caracteriza por ser una afección cutánea bastante habitual entre los bebés y niños pequeños. Y, al menos por el momento, tanto las causas como los desencadenantes específicos son ciertamente difíciles de encontrar o de descubrir.
Por tanto, ante el menor síntoma se recomienda consultar con el pediatra, para así desarrollar el mejor plan de tratamiento. Por suerte, tal y como te hemos indicado, a medida que el niño crece la dermatitis atópica generalmente mejora o incluso puede llegar a desaparecer por completo.
Por ello, se recomienda paciencia y constancia en el tratamiento, intentando impedir, sobre todo, algunos de los principales desencadenantes de brotes en el bebé. En la mayoría de las ocasiones, poco a poco la piel del niño irá mejorando y las molestias acabarán por desaparecer.
La luz del sol también es muy útil en caso de tener la piel atópica, gracias a que los rayos ultravioleta proporcionan vitamina D, la cual calma la piel del bebé, y ayuda a calmarla. Eso sí, dado que podría tener efectos adversos, lo más aconsejable es pasear al bebé al sol durante 20 minutos como mucho. Evitando, eso sí, no solo pasar más tiempo al sol, sino hacerlo en las horas más peligrosas del día (entre las 12 y las 16 horas de la tarde).
Es posible que el pediatra o dermatólogo infantil pueda también recomendar otros tratamientos, en este caso farmacológicos, como por ejemplo podría ser el caso de:
- Antihistamínicos. Consisten en medicamentos habitualmente utilizados para el tratamiento de los síntomas más comunes de la alergia, gracias a que actúan bloqueando los efectos de las histaminas, que son una sustancia en el cuerpo que puede desencadenar los síntomas, y que son una parte esencial en la respuesta inmune del organismo. En el caso de los bebés no se recomiendan para tratar la piel atópica, aunque si el pequeño no duerme lo suficiente a consecuencia de la picazón, que suele aumentar y empeorar por la noche, es posible que el pediatra prescriba un breve ciclo de medicamentos antihistamínicos con el fin de aliviar la picazón y ayudarle a descansar mejor.
- Corticosteroides tópicos. Generalmente consisten en cremas, de aplicación tópica, que contienen corticosteroides, que funcionan de la misma manera que lo hace el cortisol, una hormona naturalmente presente en nuestro cuerpo y que ayudan a alterar el sistema inmunitario y reducir la inflamación.
- Antibióticos y otros fármacos relacionados. Los antibióticos son medicamentos habitualmente utilizados ante la presencia de una infección de origen bacteriano. No obstante, en el caso de una infección cutánea, también es posible que se prescriban otros fármacos de acción parecida, como es el caso de los antivirales (cuando la infección es producida por un virus) o los antimicóticos (cuando la infección es producida por el crecimiento de un hongo). Como vemos, la prescripción de uno, u otro, dependerá directamente de cuál sea la causa original de dicha afección.
- Inhibidores tópicos de la calcineurina. Son fármacos no esteroideos que ayudan a controlar la inflamación. La calcineurina es una proteína fosfatasa que activa las células T, bloqueando por tanto el método de inflamación natural del organismo, que se convierte en definitiva en un elemento natural de la respuesta inmunológica de nuestro cuerpo.
- Otros medicamentos. Como podría ser el caso de fármacos orales que suprimen el sistema inmunitario, con el fin de ayudar a reducir los síntomas relacionados directamente con la reacción exagerada por parte del sistema inmune. Las vendas y los vendajes también pueden ser de utilidad cuando la piel atópica presenta algún brote severo, ya que pueden ayudar a mantener las cremas o lociones en la piel del bebé, manteniéndola húmeda y evitará que el bebé se rasque la piel cuando le pique.
La importancia del uso de emolientes
El uso de productos con cualidades emolientes se convierte, si cabe, en uno de los pasos esenciales a la hora de tratar la piel atópica no solo en los bebés o niños pequeños, sino incluso en niños más mayores, en los adolescentes y también en la etapa adulta.
Como probablemente sepas, los productos emolientes consisten en tratamientos con beneficios hidratantes, y que podemos encontrar fácilmente en supermercados, farmacias y otras tiendas de belleza o cosmética, disponibles en forma de cremas, lociones o ungüentos, que pueden -y se recomienda- aplicarse después del baño, y que incluso en algunas ocasiones podrían sustituir el uso del jabón.
Cuando el bebé tiene la piel atópica es sumamente importante aplicar una buena cantidad de emolientes en su piel cada día, incluso cuando no se hayan formado brotes o no presente síntomas. Una opción aconsejada, en especial a la hora de no olvidarnos de ponérselo, es tener el producto emoliente cerca de donde le tendemos a cambiar el pañal, y aplicarlo cada vez que se lo cambiemos.
También es de vital importancia aplicarlo siempre después del baño del bebé, cuando la piel, como te hemos indicado, todavía se encuentra húmeda. Esto proporcionará aún más cualidades, dado que ayudará a que la piel del bebé se seque en exceso (algo muy común después del baño), por lo que se reducirán los riesgos de brotes.
A la hora de escoger un buen emoliente, la realidad es que ya existen una amplia diversidad de productos disponibles en el mercado, muchos de los cuales han sido especialmente desarrollados para bebés con la piel sensible, o que en definitiva tengan la piel atópica. De hecho, no existe evidencias de que una crema o emoliente sea mejor que otra, por lo que la clave está en probar distintos tipos hasta que encontremos una que, de verdad, funcione. Eso sí, no son adecuadas las cremas de consistencia acuosa, dado que esto puede terminar irritando aún más la piel del bebé, empeorando los síntomas relacionados con la piel atópica.
No obstante, después de un uso repetido del producto es posible que pueda volverse menos efectivo a medida que pasa el tiempo, por lo que una opción recomendable es consultarle al pediatra al menos una o dos veces por año, para asegurarte así de que el pequeño recibirá siempre el mejor tratamiento.
El uso correcto de cremas con corticosteroides
Los corticosteroides son un tipo de medicamento que ayudan a reducir la inflamación en el cuerpo, además de disminuir la actividad del sistema inmune. Entre otras interesantes funciones, ayudan a aliviar la picazón, la hinchazón y el enrojecimiento, y también son muy útiles a la hora de calmar los síntomas relacionados con las reacciones alérgicas.
Por este motivo son habitualmente utilizados en el tratamiento de afecciones como el asma, la rinitis alérgica, la urticaria, el lupus y la dermatitis atópica, especialmente cuando el bebé o el niño tiene un brote.
Cuando esto ocurre, la crema de corticosteroides puede ayudar a aliviar los síntomas, de manera que le ayudará al pequeño a sentirse muchísimo mejor a medida que las molestias disminuyen poco a poco.
Para utilizarlas el pediatra deberá prescribir la dosis adecuada en función de los síntomas que tenga el bebé, y también mostrará cómo y en qué momento aplicarlo cuando los brotes ocurran.
En caso de que se trate de un brote grave, también es posible que el médico aconseje utilizar una crema de corticosteroides entre los brotes, por ejemplo dos veces por semana. Aún cuando esto puede ayudar de forma positiva a que los brotes se reduzcan considerablemente, solo debe seguirse cuando haya sido el pediatra quien lo haya recomendado.
El motivo principal lo encontramos en que el uso de cremas con corticosteroides fuertes, durante mucho tiempo, puede causar efectos secundarios, como hacer que la piel se torne más clara o se vuelva aún más delgada y sensible. Por suerte, una vez se deja de usar y aplicar la crema, la mayoría de estos efectos secundarios tienden a desaparecer.
¿De qué forma aliviar la picazón del bebé?
Cuando el bebé tiene la piel atópica, o en definitiva dermatitis atópica, es muy difícil evitar que se rasque la piel cuando surge picazón. Lo cierto es que, como probablemente imagines, rascarse puede acabar empeorando la erupción. Y lo que es aún peor: puede dar como resultado una infección, haciendo que la piel irritada se vuelva todavía más gruesa, áspera y curtida.
Aún cuando el bebé o el niño pequeño consiga rascarse, algo que será más sencillo y común a medida que va creciendo, es fundamental cortarle las uñas con bastante frecuencia, intentando incluso quitarle el borde de las uñas con la ayuda de una lima.
Por otro lado, algunos padres optan por colocarles un guante antiarañazos en las manos del pequeño, para evitar que se rasquen con facilidad. En caso de no tener guantes, puedes optar por calcetines largos, metidos debajo de una camisa de manga larga, dado que le será más difícil quitárselo.
Igualmente, cuando surge picazón, es fundamental intentar calmarla y aliviarla a medida que aparecen las molestias, sobre todo para evitar que el bebé se vuelva muy incómodo. La hidratación con ceramidas se convierte en una de las mejores opciones, que se pueden encontrar sin receta en la farmacia (y también bajo prescripción médica con la debida receta), y existen algunas especialmente fabricadas para su uso en la delicada piel del pequeño.
También una buena crema hidratante, aplicada varias veces al día, puede ser de mucha ayuda a la hora de conseguir que la piel del pequeño retenga mejor su humedad natural. No obstante, si no dispones de crema hidratante, o se te ha acabado, un ungüento como la vaselina es igualmente una opción recomendada.
Los baños tibios, además de relajantes, pueden proporcionar hidratación y cierto frescor a la piel, por lo que son excelentes para calmar la picazón. Eso sí, es necesario mantener algunas precauciones básicas: el agua no debe estar caliente (es mejor que tienda a estar tibia o incluso tirando a ligeramente fría), el baño debe ser corto (no más de 10 minutos), y luego aplicar la crema o el humectante con la piel aún húmeda.
Remedios caseros para la piel atópica del bebé
Baños tibios con avena coloidal
La avena coloidal, añadida a agua del baño, también puede proporcionar excelentes beneficios. Recuerda que la avena coloidal no es más que avena muy finamente molida. Aunque ya la puedes encontrar con esta consistencia en los herbolarios y tiendas de dietética especializadas, si dispones de copos de avena en casa, puedes hacerla tú mismo. ¿Cómo? Muy simple: ponla en un procesador de alimentos, en una licuadora o en un molinillo de café, y procesa bien hasta que esté perfectamente fina (lo más fina posible).
Por suerte, calmar e incluso evitar que la picazón surja es relativamente fácil, siempre y cuando se controlen los síntomas más comunes de la piel atópica. Para ello, es imprescindible asegurarnos de mantener la piel del bebé siempre fresca y sin humedad, puesto que la humedad excesiva puede desencadenar los brotes. Por este motivo, la utilización de la ropa ligera, y eliminar las babitas del pequeño cada vez que las veas es importantísimo.
¿Y cómo preparar el baño tibio con avena coloidal? Es igualmente sencillo. Simplemente llena la bañera de tu bebé (donde habitualmente lo bañas cada día). Para ello, utiliza agua tibia, recuerda que no debe estar caliente. Luego añade la avena coloidal, una o dos cucharadas, y mezcla bien moviendo un poco el agua con la mano, para conseguir que la avena finamente molida se integre con el agua tibia. Estará lista cuando el agua adquiera un aspecto lechoso.
Luego simplemente lava la bien del bebé, dejándolo en remojo no más de 10 minutos. Finalmente, sécalo un poco con una toalla suave, a modo de suaves golpecitos, pero sin secársela del todo. De esta forma, cuando le apliques la crema hidratante o tu humectante favorito, será mejor hacerlo con la piel aún húmeda. Para terminar, ponle el pañal y vístelo con ropa ligera y cómoda.
Si no dispones de avena cruda o avena coloidal, puedes optar por espolvorear un poco de bicarbonato de sodio al agua del baño del bebé. Proporcionará beneficios similares.
Aceite de coco
El aceite de coco prensado en frío es una opción excelente para el cuidado de la piel, no solo porque posee propiedades hidratantes útiles para calmar la piel, actuando a su vez como un humectante natural ideal para retener la humedad.
También proporciona cualidades antibacterianas, por lo que reduce el riesgo de infecciones cuando surge algún brote y el bebé o niño pequeño se rasca la piel tras sentir la incómoda picazón.
Su aplicación es sumamente sencilla y simple: solo tienes que masajear con suavidad la piel del bebé, aplicando el aceite de coco en círculos durante unos pocos segundos.
Aceite de girasol
El aceite de girasol prensado en frío se convierte también en un remedio natural sumamente útil, de la misma manera que ocurre con el aceite de coco prensado en frío.
En el caso particular de este aceite vegetal nos encontramos con que es sumamente rico en ácidos grasos saludables, cualidad que comparte también con otro aceite muy valorado no solo en la belleza más natural, sino también en la cocina: el aceite de oliva.
Lo cierto es que estos ácidos grasos, una vez absorbidos por la piel, pueden ayudar a combatir la piel atópica directamente debajo de la superficie de la piel, a la par que actúa como un humectante natural algo más potente que el aceite de coco.
Su aplicación es igual de simple y sencilla: después de bañar al bebé, o en cada cambio de pañal (si los síntomas de la piel atópica son moderados), masajear con aceite de girasol con movimientos circulares durante unos segundos.
Aceite de borraja
De manera similar a como actúa el aceite de coco o el aceite de girasol, el aceite de borraja se convierte en otra opción interesante a la hora de tratar naturalmente la piel atópica y también la dermatitis seborreica.
Consiste en un tipo de aceite elaborado a partir de las semillas de una planta conocida científicamente bajo el nombre de Borago officinalis. Posee un elevado contenido en ácido gamma-linolénico, que puede ayudar naturalmente a reducir la inflamación relacionada con la piel atópica.
Para que el bebé disfrute de sus cualidades únicamente debemos masajearlo suavemente con un poco de aceite de borraja después del baño, cuando la piel aún la tiene húmeda.
Aceite de onagra
Si existe otro aceite de origen vegetal que proporciona también muchos beneficios en caso de la piel atópica ese es el aceite de onagra, un tipo de aceite que se elabora a partir de las flores amarillas de esta maravillosa y bonita planta, originaria de América del Norte.
Al igual que el aceite de borraja, el aceite de onagra contiene una buena cantidad de ácido gamma-linolénico, y su uso para el tratamiento de la dermatitis atópica se remonta a la década de 1930.
Aunque podemos encontrarlo en cápsulas, para disfrutar de sus cualidades de forma tópica, especialmente en la piel del bebé, simplemente tienes que aplicarlo como cualquier otro humectante o aceite: haciéndolo con la piel húmeda, y siempre con suavidad, con movimientos circulares.
Aceite del árbol del té
Si tienes niños mayores, es muy probable que conozcas al aceite esencial del árbol del té por sus supuestas cualidades antipiojos, sobre todo si en algún momento los pequeños han tenido piojos después de brotes en la guardería o en el colegio.
Pero lo cierto es que también se convierte en una opción natural muy útil a la hora de prevenir la infección como consecuencia de la piel y la dermatitis atópica, gracias que proporciona cualidades antibacterianas.
Pero sus beneficios no quedan aquí. A su vez proporciona cualidades hidratantes y ayuda a curar la piel, aliviando los síntomas más molestos y reparando los daños ocasionados por la piel seca.
A la hora de utilizarla, es posible hacerlo diluyendo un poco de aceite esencial en agua tibia, o bien combinar un par de gotas con cualquier humectante.
Baño de té de manzanilla
El té de manzanilla es una opción única por sus cualidades relajantes, que brinda, como de buen seguro sabrás, un aroma característico y verdaderamente calmante. Lo cierto es que, cuando es aplicado sobre la piel, sus beneficios son similares en este sentido, gracias a que brinda propiedades igualmente calmantes útiles para reducir la incómoda picazón.
Por otro lado, cuando es absorbido a través de la piel, ayuda a hidratar y a curar la piel dañada. Además, al ser sumamente suave y respetuosa con la delicada piel de bebé, puede convertirse en un remedio natural excelente contra la piel atópica.
Para disfrutar de estos beneficios no es necesario preparar primero el té de manzanilla, como sí podríamos hacer, por ejemplo, cuando nos fuéramos a dar un baño relajante. En esta ocasión, solo tienes que preparar el baño del bebé, con agua tibia, y sumergir un total de 5 bolsitas de té de manzanilla a la vez que bañas al bebé, durante un máximo de 10 minutos.
Loción de leche materna
Si le estás dando el pecho al bebé, es muy probable que ya sepas que la leche materna es simplemente ideal a la hora de reducir el riesgo de mastitis o de infección en los pezones, a la vez que reduce enormemente la formación de grietas, gracias a que actúa como un hidratante protector natural. Por este motivo, es posible que tu matrona te aconsejara al comienzo de la lactancia que, cada vez que terminaras de amamantar, te aplicaras un poco de leche materna sobre el pezón y la areola.
En este sentido, ¿sabías que también puede ser una opción natural maravillosa en caso de que tu bebé tenga la piel atópica? Lo cierto es que no solo está repleto de nutrientes y anticuerpos, sino que aplicado sobre las zonas de la piel más afectados por la piel atópica, como habitualmente suele ser la zona del área del pañal, o alrededor del cuello, puede actuar como un remedio casero excelente para calmar la delicada piel del pequeño.
Aunque puedes optar por aplicar un poco de leche materna fresca sobre las zonas de la piel del bebé que desees tratar, una opción aún más interesante si cabe es la de preparar una auténtica loción de leche materna. ¿Quieres descubrir cómo? Toma nota de los ingredientes que necesitas, así como de los pasos a seguir.
- Ingredientes: 100 ml de leche materna fresca (a temperatura ambiente), 100 ml de aceite de semillas de uva, 1 cucharada de cera de abejas rallada y unas gotas de aceite de vitamina E.
- Elaboración: Pon en un cuenco o tazón grande la cera de abejas rallada y el aceite de semilla de uvas, y calienta en el microondas un poco hasta que la cera se haya derretido por completo. Tardará alrededor de 2 o 3 minutos como mucho. Luego, una vez retirado del microondas, mezcla bien con la ayuda de una cuchara, para que tanto el aceite de semillas de uva como la cera de abejas se combinen bien. Luego agrega el aceite de vitamina E, y vuelve a mezclar de nuevo. Ahora, mientras bates la mezcla de aceite rápidamente, vierte lentamente la leche materna. Es necesario que la mezcla se emulsione y se espese, por lo que si puedes es ideal batirlo con la ayuda de una batidora de mano. Antes de usar, deja que se enfríe. De hecho, continuará espesándose a medida que continúe enfriándose. Posteriormente, simplemente vierte en un frasco o recipiente, reservando en lugar oscuro y fresco. Se conservará perfectamente bien durante un máximo de 3 meses.
Cuando la vayas a utilizar únicamente debes aplicarla sobre la piel limpia del bebé, de la misma manera que le aplicas cualquier otro tipo de crema, y esperar un poco hasta que la piel la haya absorbido.
Crema de caléndula casera
La caléndula es una planta maravillosa, reconocida por sus cualidades para la salud de la mujer. Sin embargo, ¿sabías que también es excelente para aliviar muchas afecciones de la piel, entre las que se encuentra la piel atópica?.
Aunque puedes encontrar crema de caléndula en herbolarios y tiendas de belleza natural, también es posible elaborarla en casa. ¿Cómo? A continuación te indicamos qué ingredientes necesitas y los pasos a seguir:
- Ingredientes: 1/4 taza de pétalos de caléndula secos, 1/2 taza de aceite de oliva virgen extra y 1/8 taza de cera de abeja rallada.
- Elaboración: En una cacerola doble al fuego pon, en la parte superior, el aceite de oliva virgen extra y los pétalos de caléndula. Calienta a fuego medio durante al menos 30-35 minutos. Pasado el tiempo cuela el aceite de oliva con la ayuda de una gasa sobre un colador de malla, vertiendo el líquido sobre un cuenco. Presiona los pétalos un poco con la ayuda de una cucharada para retirar el exceso de aceite. Vierte el aceite colado en una cacerola y calienta a fuego bajo. Añade ahora la cera de abejas rallada, y remueve ocasionalmente hasta conseguir que se derrita por completo. Vierte en un recipiente limpio, sin tapar hasta que se encuentre completamente frío. Tapa y etiqueta con la fecha de elaboración (puede durar perfectamente durante un año).
- Cómo usarla: Solo tienes que aplicar un poco de esta crema sobre la piel del bebé, especialmente sobre aquellas zonas que desees tratar.
Toallita o compresa refrescante
Cuando la piel del bebé está irritada, y lo notamos demasiado molesto por ello, un remedio natural útil puede ser optar por una toallita fría o húmeda, una compresa o una gasa, y aplicarla sobre la zona a tratar durante algunos minutos (como máximo entre cinco a diez minutos).
Otros aspectos a tener en cuenta
Se sabe que los bebés con piel atópica tienden a tener un riesgo mayor de sufrir otras afecciones atópicas, en especial afecciones alérgicas, como es el caso de:
- Asma. Consiste en una afección crónica que afecta a las vías respiratorias, haciendo que sus paredes internas, o los bronquios, se inflamen e hinchen, especialmente durante un ataque de asma, haciendo difícil que el aire entre o salga con normalidad de los pulmones. Por ello, no solo causa sibilancias, sino que puede acabar dificultando la respiración. Se han identificado algunos factores desencadenantes, como la exposición a un irritante o alérgeno, la presencia de algunos virus, el ejercicio físico y el estrés emocional, entre otros.
- Rinitis alérgica. Conocida también bajo el nombre de fiebre del heno, es una afección que puede ser estacional o durar todo el año, y que consiste en la inflamación o irritación de la nariz por causas alérgicas o irritantes. Los síntomas más comunes suelen ser congestión nasal, estornudos, ojos llorosos con picazón y enrojecimiento, picazón en la garganta, tos y picazón tanto en la nariz como en la piel.
- Alergias alimentarias. Se sabe que las alergias alimenticias son tremendamente comunes, afectando a cerca de un 8 por ciento de los niños en todo el mundo. Cuando existe alergia alimentaria, significa que se trata de una condición en la que determinados alimentos ocasionan o desencadenan una respuesta inmune anormal en el organismo, ya que el sistema inmune reconoce erróneamente algunas de las proteínas presentes en el alimento como dañinas para el cuerpo. Pueden surgir síntomas como hinchazón de la lengua, boca o cara, presión arterial baja, urticaria, erupción cutánea con una incómoda y molesta picazón, vómitos, diarrea, y en casos más graves dificultad para respirar con normalidad y anafilaxia. Se han identificado una serie de alimentos que suelen ser los principales culpables de este tipo de alergias. Es el caso de la leche de vaca, huevos, determinados frutos secos (en especial nueces y cacahuetes), mariscos, trigo, soja y pescado.
También es imprescindible tener especial cuidado con las toallitas higiénicas que utilices cada vez que limpias al bebé cuando le cambias el pañal. En la actualidad la mayoría de pediatras y enfermeras pediátricas aconsejan que, durante los primeros meses, se evite el uso de las toallitas, optando por esponjas suaves que puedan limpiarse cada vez que se lava al bebé.
En caso de que prefieras utilizar toallitas, es imprescindible usar únicamente toallitas sin alcohol y sin fragancia, ya que muchas de estas toallitas contienen una serie de ingredientes o sustancias irritantes que acabarán por causar aún más problemas. Las toallitas con ingredientes naturales y relajantes, como podría ser el caso del áloe vera, o las especialmente concebidas para pieles sensibles, podrían ser de muchísima ayuda.
En lo que se refiere a los champús, lo recomendable es optar únicamente por aquellos elaborados para pieles atópicas, en particular que sean «libres de lágrimas». Igualmente, es imprescindible evitar cuidadosamente los ojos del niño.
Cuidado con el sarpullido o erupción por calor
Especialmente durante los meses de verano, es de vital importancia vestir al bebé y al niño pequeño con ropa cómoda, fresca y ligera. No debemos olvidar que la sudoración, sobre todo si es excesiva, se convierte en una causa común de brotes, y también del conocido como sarpullido o erupción por calor, que puede terminar empeorando la picazón muchísimo.
Este tipo de sarpullido ocurre cuando se produce un bloqueo en las glándulas sudoríparas, que hace que la transpiración quede atrapada en las capas más profundas de la piel, provocando inflamación, enrojecimiento y ampollas. En este sentido, dado que las glándulas sudoríparas de los bebés no están aún completamente desarrolladas, suele ser un problema común, en especial si tienen piel atópica.
Los conductos pueden obstruirse o taponarse como consecuencia de la acumulación de células o bacterias muertas de la piel. Un buen ejemplo lo encontramos en la bacteria Staphylococcus epidermidis, una bacteria muy común que se produce naturalmente en la piel, y que además tiende a estar asociada con el acné. Cuando esta bacteria entra en las glándulas sudoríparas obstruidas, puede causar una inflamación.
¿Se puede prevenir la piel atópica del bebé y los brotes?
Aunque la piel atópica en sí misma no se puede prevenir, sí se pueden evitar los brotes. Debemos recordar que la genética se convierte en un factor importante, y se trata de una causa indirecta no evitable. Pero sí es posible prevenir los brotes. Una de las claves está en evitar los desencadenantes comunes ambientales, así como los alimentos inflamatorios que hemos mencionado en un apartado anterior.
A continuación te proponemos algunos consejos útiles que te serán de muchísima ayuda:
- Evita el calor y el sudor excesivo. En este sentido, recuerda que es imprescindible vestir al bebé con ropa ligera y lo más fresca posible, en particular durante los meses de verano. ¿Lo mejor? Utilizar tejidos naturales transpirables, como el algodón orgánico.
- Mantén las uñas del bebé perfectamente cortas, y los bordes recortados con la ayuda de una pequeña lima. Si el pequeño se rasca con frecuencia, puedes probar a utilizar unos guantes, unas manoplas o unos calcetines largos, para evitar que se dañe la piel aún más, y reducir al máximo el riesgo de infección.
- No utilices productos tópicos con fragancias, en especial que contengan alcohol y algunos ingredientes irritantes.
- Además del área del pañal, en realidad los bebés no tienden a ensuciarse tanto, en especial cuando todavía son muy pequeños. Lo ideal es evitar bañarlo de manera excesiva, no más allá de tres o cuatro veces por semana. Como ya te hemos comentado, lo ideal es mantener los baños con el agua tibia, y que sean cortos (es decir, que no duren más de 10 minutos).
- Después del baño, no te olvides de aplicar una buena capa de cualquier loción suave e hipoalergénicas específica para bebés con piel atópica o sensible, lo que ayudará a retener la humedad de la piel. Es recomendable incluso volver a aplicar un poco más, más tarde (o un par de veces al día, incluso en aquellos días en los que no bañas al pequeño).
Por otro lado, a la hora de lavar la ropa del pequeño, y también la ropa de su camita, es fundamental hacerlo con un detergente para pieles sensibles. Luego, si es posible, es recomendable configurar la lavadora para que lleve a cabo un ciclo de enjuague adicional con el fin de eliminar los residuos de detergente que hayan podido quedar en las telas, y que podrían irritar la piel del pequeño todavía más.
Es imprescindible estar pendiente de limpiar las babas del bebé. Lo recomendable es limpiarlas suavemente cada vez que las veas, sobre todo en la zona de la barbilla, los labios y el cuello. No olvides que la humedad excesiva puede ocasionar un brote de piel atópica especialmente en estas zonas.
Cuando el bebé presenta un elevado riesgo de desarrollar brotes, aún cuando en los primeros meses todavía no ha mostrado síntomas (es necesario recordar algunos de los factores de riesgo, como por ejemplo que la mamá o el papá tenga la piel atópica), es recomendable preguntar al pediatra acerca del uso de las cremas emolientes, ya que pueden ayudar a proteger la barrera natural de la piel del pequeño, pudiendo reducir al máximo el riesgo de desarrollar dermatitis atópica.
¿Cómo progresa la piel atópica en los bebés y en los niños?
Cuando surge la piel atópica, y la dermatitis o eccema que habitualmente la acompaña, en un comienzo (esto es, en los primeros meses de vida del bebé), suele ser común que se vuelva muchísimo más prominente en determinadas partes del cuerpo del pequeño, en particular las mejillas, el cuero cabelludo y la frente. Esto hace que estas zonas de la piel tiendan a verse más enrojecidas, en comparación con otras edades.
También es tremendamente habitual que se enrojezcan otras partes del cuerpo, en particular el área del pañal.
Luego, cuando el bebé empieza a gatear, algo que ocurrirá entre los 6 a 12 meses de edad, es común que la piel atópica -y la dermatitis- se vuelva más visible en la zona de las rodillas y los codos, al estar en contacto continuo con el suelo.
Pasado un tiempo, cuando el niño tiene alrededor de 2 años de edad, los síntomas suelen también aparecer en otras zonas del cuerpo, como detrás de las rodillas, en el interior de los codos, las manos, los tobillos y las muñecas. Si, además, la piel atópica se vuelve moderada, a su vez es común que surja en los párpados y en la piel situada alrededor de la boca. Por lo general, la piel se vuelve más seca y más gruesa en estas zonas.
Por suerte, la mayoría de los niños superan la dermatitis atópica, y la piel atópica en sí tiende a mejorar bastante. Esta mejora suele ocurrir a partir de los 3 años de edad. De hecho, se calcula que alrededor del 66 por ciento de los niños con este tipo de piel lo superan, y únicamente sufren algún brote de piel seca ocasional cuando llegan a la adolescencia.
En caso de que pasen los años y la dermatitis atópica no mejore o no ceda, es necesario llevar un diario para identificar cuáles podrían ser los factores desencadenantes. Luego, una vez identificados, es necesario trabajar para evitarlos en la medida de lo posible.
¿La piel atópica puede complicarse?
Aunque, como hemos visto, en la mayoría de las ocasiones la piel atópica mejora a medida que el niño va cumpliendo años, de tal forma que alrededor de los 3 años la mayoría ya casi no tiene ningún tipo de síntoma relacionado, es necesario tener en cuenta que se trata de una afección inflamatoria de la piel crónica, por lo que es común que, al ser una enfermedad sistémica, surjan algunos síntomas en algunos momentos puntuales, en especial durante la adolescencia.
Por otro lado, tanto los bebés, como los niños y los adultos pueden experimentar determinadas complicaciones relacionadas con este tipo de piel. Por lo general, las complicaciones más habituales suelen ser infecciones bacterianas, infecciones virales y complicaciones psicosociales (relacionadas sobre todo con algunos de los signos más visibles de la enfermedad):
- Infecciones bacterianas. Los niños y adultos que tienen piel atópica pueden caer en el ciclo de «picor-rascado», ya que la picazón asociada a este tipo de piel puede provocar roces y rasguños que acaben irritando aún más la piel. Aunque el niño, cuando es más mayor (al igual que el adulto) pueden tener ciertas precauciones y evitar rascarse la piel, no ocurre lo mismo con el bebé mayor o con el niño pequeño. Esto, a su vez, puede causar un aumento de la picazón, que terminará empeorando los síntomas. Si el rascado es muy profundo, puede irritar la piel y dejar las heridas abiertas, lo que podría ocasionar una infección bacteriana, particularmente por estreptococos y estafilococos. Si esto ocurre, es común que surjan ampollas, manchas en la piel amarillentas, fiebre y malestar general, además de piel enrojecida, hinchada y dolorosa. Posteriormente puede complicarse con foliculitis (inflamación de los folículos pilosos) e impétigo (una infección cutánea muy contagiosa).
- Infecciones virales. Las personas con dermatitis atópica corren el riesgo de contraer un tipo de infección por el virus del herpes simple, conocida como dermatitis herpética o eccema herpético. Suele comenzar como un grupo de ampollas, con picazón, llenas de líquido o pus. A su vez, también puede causar fiebre y la inflamación de los ganglios linfáticos inflamados alrededor de la zona afectada. Con al paso del tiempo estas ampollas supuran, se abren y se formarán costras. El riesgo de contagio por Molluscum contagiosum es también mayor, causada por un poxvirus, la cual es popularmente conocida como molusco contagioso.
- Infecciones fúngicas. Algunas investigaciones también sugieren que las personas con la piel atópica son susceptibles a este tipo de infecciones, particularmente las infecciones dermatofíticas crónicas, que afectan a la piel, las uñas y el cabello. Por otro lado, las infecciones por levaduras (como la Malassezia y la Candida) también son más comunes. La Malassezia, como ya te hemos comentado, está detrás de la dermatitis seborreica -o costra láctea-, mientras que la Candida es la culpable de varios tipos de infecciones por levaduras, entre las que se encuentran las infecciones vaginales por levaduras.
La conjuntivitis, la inflamación tanto de la membrana externa del globo ocular como del párpado interno, suele ser otra complicación a tener en cuenta, ya que se presenta un riesgo mayor de afecciones relacionadas con los ojos. Lo mismo ocurre con el queratocono (una enfermedad progresiva de la córnea) y la queratitis (inflamación de la córnea).
Tampoco se deben menospreciar las complicaciones psicosociales, que puede afectar psicológicamente, y en mayor medida, a los niños mayores y adultos. Pero los niños en edad preescolar también suelen verse afectados, ya que muchos estudios señalan que presentan más probabilidades de tener problemas de comportamiento, incluyendo hiperactividad, y problemas de dependencia.
Además, cuando sus síntomas son muy evidentes, los niños pueden experimentar acoso o burlas, lo que terminará siendo traumático para muchos, y ocasionar incluso problemas psicosociales que pueden permanecer hasta la etapa adulta. A todo ello se le unen problemas de autoconfianza (que afectarán a su capacidad para poder desarrollar con normalidad habilidades sociales), y depresión, ansiedad o trastornos de la conducta.
Dependiendo de la gravedad de la piel atópica, es posible que surjan trastornos importantes del sueño, en especial alteraciones del sueño, lo que al final pueden afectar tanto al estado de ánimo como causar somnolencia y fatiga a lo largo del día.
¿Cuándo ver al pediatra?
Para la mayoría de los bebés con la piel atópica suele ser perfectamente posible tratarlo fácilmente en casa, utilizando para ello no solo los tratamientos aconsejados por el pediatra o por el dermatólogo infantil (en especial en caso de brotes), sino siguiendo también unos hábitos de salud e higiene recomendados, una rutina de cuidado de la piel óptima, y se utilicen algunos de los remedios naturales propuestos.
No obstante, existen algunos momentos en los que podría ser necesario volver a visitar la consulta del dermatólogo infantil, o del pediatra. Presta atención a los siguientes síntomas:
- Cuando los parches de la dermatitis atópica se propagan de manera muy rápida.
- Cuando crees que las erupciones o los parches en sí podrían estar infectados.
- Surgen otros síntomas de alergia, además de la propia dermatitis en sí, como por ejemplo hinchazón facial, labios hinchados…
- Cuando los remedios naturales o los tratamientos recomendados por el especialista no proporcionan ningún tipo de alivio.
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