La dermatitis atópica es un tipo de dermatitis muy común. Tanto, que se estima que posee una prevalencia infantil en todo el mundo de entre un 10 a un 20 por ciento. No en vano, hace pocos años sabíamos que ya alcanzaba al 15 por ciento de la población, por lo que nos encontramos ante un problema cutáneo tremendamente habitual, especialmente entre los más pequeños (en particular bebés y niños pequeños).
Como ya te hemos explicado en distintas ocasiones, la dermatitis atópica consiste en una afección crónica de la piel, que se caracteriza principalmente por la aparición de dos síntomas tan característicos como comunes: piel seca y picazón. También es conocida con el nombre de eccema o eczema, una palabra que se refiere a un grupo mucho más amplio de distintas afecciones cutáneas. Así, mientra que dermatitis se refiere a una afección en sí de la piel, atópico hace referencia a enfermedades causadas por reacciones alérgicas.
Existen distintos tipos de dermatitis atópica, aunque todos incluyen los dos síntomas mencionados, además de enrojecimiento. La dermatitis de contacto es de hecho uno de los más habituales, y es el que ocurre únicamente cuando la piel entra en contacto con ciertas sustancias. Aunque también existen otros dos tipos comunes: el eccema de manos, y el eccema dishidrótico, que consiste en una forma de dermatitis que surge con ampollas, las cuales aparecen únicamente en los dedos, las palmas de las manos y las plantas de los pies.
En cualquier caso, el síntoma principal de la dermatitis atópica es la piel seca, enrojecida y con picazón. No en vano, a menudo esa molesta e incómoda picazón se convierte en una erupción roja, la cual, durante un brote, tiende a picar mucho. Y casi podríamos decir que, cuando surge un brote, nos encontramos ante una especie de círculo vicioso, en el que al rascarse nos sentimos bien, por lo que continuamos rascándonos. Sin embargo, ese rascado constante puede provocar incluso una mayor inflamación, y aumenta además el riesgo de infecciones de la piel.
No obstante, dependiendo de la etapa de la vida en la que la dermatitis atópica surge, es común que sus síntomas varíen un poco. Por ejemplo, en los bebés lo más habitual es que aparezca piel seca con picazón y escamosa, y una erupción en las mejillas o en el cuero cabelludo. En los niños, sin embargo, también es habitual que la erupción surja en los pliegues de las rodillas y de los codos, y que la piel seca se torne escamosa, con la formación de parches escamosos (en lugar de la típica erupción cutánea); además, también surgen manchas en la piel, aclaradas u oscurecidas, además de la piel extremadamente seca y escamosa. En la etapa adulta es igualmente común que la piel aparezca descolorida, y que además se irrite fácilmente.
¿En qué consiste la marcha atópica?
Sin embargo, dentro de la piel atópica y en lo que se refiere a la propia dermatitis atópica en sí, existe la creencia entre los dermatólogos que, en ocasiones, puede surgir lo que se conoce como marcha atópica. De acuerdo a esta teoría, en algunos niños, tanto la dermatitis o eccema como las alergias tienden a presentarse en un orden específico, sobre todo a medida que crecen.
Es decir, se conoce como marcha atópica a la secuencia en la que se presentan las distintas enfermedades alérgicas. Es también conocida médicamente bajo el nombre de marcha alérgica, y se refiere fundamentalmente a la progresión, en la mayoría de las ocasiones predeterminada, de la historia natural de este grupo de padecimientos, y que tiende a manifestarse de forma progresiva durante distintos años.
Dicho de otra forma, la marcha atópica es la secuencia de enfermedades alérgicas que tiende a tener una persona a lo largo del tiempo. Por este motivo, el enfoque actual de muchos pediatras especializados en alergias es la predicción y la prevención, puesto que hay situaciones en las que es posible modificar el curso natural de una determinada enfermedad alérgica; o bien, disminuir la sensibilidad alérgica del niño.
Y consiste en una forma de establecer la evolución de la enfermedad alérgica desde el momento en el que se produce la sensibilización, hasta la aparición de los síntomas clínicos. Se refiere, de hecho, a la historia natural de las manifestaciones atópicas, caracterizada por una secuencia típica de respuestas de anticuerpos de inmunoglobulina E (IgE), así como una serie de síntomas clínicos que suelen aparecer de forma temprana, y que pueden incluso persistir años o décadas, aunque en la mayoría de las ocasiones lo más habitual es remitir espontáneamente a medida que se van cumpliendo años.
No obstante, con frecuencia es común que se malinterpreten como el desarrollo de síntomas menores, por lo que su diagnóstico tiende a ser bastante complicado.
Así, se sabe que el niño que presenta antecedentes familiares de asma y / o alérgicas, es común que herede esta condición, y que en los primeros meses de vida empiece a desarrollar dermatitis atópica. Además, también se sabe que con cierta frecuencia puede presentar alergia alimentaria, comúnmente a las proteínas de la leche de vaca, la cual puede cursar con síntomas en la piel como erupciones cutáneas, picazón, hinchazón de labios y de la cara y otros síntomas respiratorios, como rinitis y asma.
Posteriormente suelen aparecer otros síntomas, como cuadros bronco-obstructivos (broncoespasmos), que pueden cursar con o sin infecciones respiratorias, o bien crisis asmáticas. Finalmente, con el paso de los años, surgen síntomas de rinitis alérgica, consistentes en estornudos, obstrucción nasal, secreción nasal acuosa y pruriro nasal.
No en vano, los bebés y niños con dermatitis atópica parecen tener un riesgo mayor de desarrollar otras enfermedades atópicas, como es el caso de alergias alimentarias, asma y rinitis alérgica. Esto es especialmente común en los casos de enfermedad moderada a grave. De hecho, la mitad de los pacientes desarrollarán asma, y alrededor de las tres cuartas partes desarrollarán rinitis alérgica.
Pero no son los únicos porblemas o afecciones que pueden llegar a surgir. También son comunes las alteraciones gastrointestinales, los pólipos nasales y la otitis media. Mientras que es común que la dermatitis atópica acabe convirtiéndose en algunos casos en un tipo de dermatitis atópica persistente.
Así, independientemente de que sea conocido como marcha atópica o marcha alérgica, los expertos saben que muchos niños con dermatitis atópica en una etapa temprana de la vida, a medida que van creciendo desarrollarán otras enfermedades igualmente atópicas, como las alergias alimentarias, rinitis alérgicas y asma. No ocurre en todos los casos, pero sí existe un riesgo mayor, el cual aumenta considerablemente dependiendo de la gravedad de la dermatitis atópica.
¿Cuáles son las causas de la marcha atópica?
Pero los médicos no saben a ciencia cierta qué comienza primero, si la gallina o el huevo. ¿Se empieza con un problema de la piel como consecuencia de una barrera cutánea defectuosa, lo que permite que las alergias puedan ingresar al cuerpo y ocasionar una desregulación inmunológica? ¿O nacemos con un sistema inmunológico alérgico, el cual nos acaba conduciendo a la inflamación y origina que la barrera cutánea se vuelva defectuosa, causando la aparición de la dermatitis atópica?
En los últimos años, se ha encontrado cierta evidencia que indicaría que, en origen, existe un defecto cutáneo intrínseco, lo que permite que los diferentes alérgenos puedan entrar al cuerpo a través de la piel. Las células inmunes en la piel provocan la formación de una variedad de otras células, causantes de alergia.
Pero se trata de una idea muy simplificada, y difiere en cierto sentido para pacientes de forma individual, dependiendo de su propia genética. Se sabe que el defecto de la proteína de la barrera cutánea más común es una mutación del gen de la filagrina, lo que aumenta el riesgo de dermatitis atópica. De hecho, diferentes estudios genéticos han mostrado que si este defecto de la proteína de la barrera cutánea se encuentra presente, el riesgo de desarrollar tanto dermatitis atópica como alergia al cacahuete es muchísimo mejor.
En resumidas cuentas, este defecto hace que la piel sea más vulnerable a los elementos del exterior que pueden no ser tan positivos, lo que acaba favoreciendo la aparición de eccemas o de zonas de la piel con dermatitis atópica, que son fácilmente identificables precisamente por los síntomas tan característicos que surgen.
Por este motivo es entendible que existan zonas de la piel donde sea más sencilla la entrada a partir de la cual pueden acceder distintas partículas o elementos que, al final, nuestras defensas puede identificar como “enemigos”. Así, los alérgenos (son determinadas sustancias que pueden incidir en la aparición de alergias a lo largo de la vida), contactan continuamente con nuestro sistema inmunológico a través de la piel, ocasionando una sensibilización repetida. Con el paso del tiempo, esa sensibilización de forma repetida puede originar la aparición de una alergia. Y, posteriormente, esa alerga ocasionar las intolerancias o alergias a los alimentos, la rinitis alérgica o el asma. En definitiva, la aparición de lo que se conoce como marcha atópica.
Además de la propia genética, también sabemos que la interacción del medio ambiente tiende igualmente a influir. Así, si un bebé con un defecto de filagrina vive a su vez con un gato en casa, presenta un riesgo mayor de desarrollar dermatitis atópica y asma. También otros estudios han constatado que las personas con dermatitis atópica y un defecto de filagrina presentan a su vez un riesgo mayor de desarrollar alergias al polen.
Pero los alérgenos son solo uno de los desencadenantes (como es el caso de la caspa, el polen y los ácaros del polvo), junto con los irritantes, la piel seca, la ansiedad y el estrés. De hecho, heredar una mutación del gen de la filagrina origina la presencia de una barrera cutánea con “fugas”, lo que reduce la capacidad natural de la piel para bloquear los alérgenos. Y, además, permite que la humedad tienda a escaparse más fácilmente. Son estos dos factores los que aumentan el riesgo de piel seca e irritada, que se convierten en dos de los síntomas más comunes en la dermatitis atópica.
Por ejemplo, se sabe que algunos de los principales alérgenos contienen una serie de enzimas capaces de romper la barrera de la piel. Cuando el sistema inmunológico libera anticuerpos, y también histaminas (unas sustancias químicas) con la finalidad de combatir las sustancias benignas que originalmente considera dañinas, se convierte en uno de los principales responsables de los síntomas clásicos de alergia, como: estornudar, congestión nasal, rinorrea, picazón en la piel, erupciones cutáneas, urticaria y ojos llorosos.
Determinados factores ambientales, así como el estilo de vida también tienden a influir muchísimo. El papel del humo del tabaco, que consiste en una mezcla compleja de varios compuestos orgánicos y partículas, se ha demostrado consistentemente como un riesgo de enfermedad de las vías respiratorias inferiores, como bronquitis, sibilancias recurrentes en bebés y neumonía. Se ha encontrado que la exposición pasiva al humo del tabaco después del nacimiento, e incluso durante el embarazo, podría convertirse como uno de los factores de riesgo más fuertes que, causalmente, están relacionados con el desarrollo del asma en los niños.
También se han encontrado otros factores directamente relacionados con el estilo de vida. La obesidad, por ejemplo, no solo se ha asociado sino que precede incluso a ciertos tipos de asma infantil. Además, la dieta (como el cambio en el uso de ácidos grasos en la dieta) o la suplementación con determinadas vitaminas, como por ejemplo es el caso de la vitamina D, se encuentran en estudio sobre sus posibles efectos preventivos.
¿Cómo evoluciona la marcha atópica?
La dermatitis atópica es considerada, a menudo, como el comienzo de lo que se conoce como marcha atópica. Esto significa que los bebés que empiezan con esta afección crónica cutánea -eccema-, más adelante desarrollarán alergias alimentarias y aspa, posiblemente junto con alergias respiratorias o rinitis alérgica (y fiebre del heno). Durante todo este tiempo, la IgE, los anticuerpos alérgicos, aumentan en la sangre, provocando la aparición de todos y cada uno de los síntomas relacionados.
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1. Dermatitis atópica
Se trata evidentemente de la primera afección atópica o alérgica que surge. Consiste, como ya hemos visto, en una enfermedad cutánea frecuente, a menudo tremendamente persistente, que afecta a un gran porcentaje de la población mundial, sobre todo desde la infancia (concretamente incluso desde los primeros meses de la vida). De hecho, se sabe que existe un componente hereditario conocido de la enfermedad, de manera que tiende a ser mucho más común en las familias afectadas por dermatitis atópica.
Cuando el bebé o el niño tiene dermatitis atópica, es común que la piel se inflame, se enrojezca y pique mucho. Debido a ello, surge enrojecimiento, hinchazón, sequedad, grietas, formación de vesículas (esto es, ampollas de pequeñísimo tamaño), supuración, descamación y formación de costras. No en vano, la piel seca se caracteriza por ser uno de los síntomas más habituales o comunes en prácticamente la totalidad de los casos con dermatitis atópica.
Aunque puede ocurrir a cualquier edad, es mucho más común que afecte especialmente a bebés y a niños pequeños. No obstante, esto no impide que también pueda persistir hasta la etapa juvenil o adulta. Pero raramente tiende a aparecer en esos momentos.
Sea como fuere, en relación a los síntomas y a los brotes que surgen, es común que en la mayoría de los casos, existen períodos de tiempo en los que la enfermedad empeora, conocidos bajo el nombre de brotes o exacerbaciones, seguidos de períodos en los que la piel tiende a mejorar o incluso aclararse por completo (es decir, la dermatitis atópica puede parecer que desaparece), lo que se conoce como remisiones.
No obstante, muchos bebés y niños pequeños con dermatitis atópica entran en una especie de remisión permanente de la enfermedad cuando van creciendo. Es decir, aunque llegado un momento ya no surgen brotes, su piel sí puede permanecer algo seca. Y, además, es común que se irrite con demasiada facilidad.
En lo que se refiere a los factores que pueden desencadenar o incluso empeorar la dermatitis atópica, es necesario mencionar las alergias estacionales, la disminución de la humedad, la exposición a jabones y detergentes fuertes, y el clima más frío. No en vano, los factores ambiantales pueden llegar a activar los síntomas asociados a la dermatitis atópica en cualquier momento de la vida.
Se sabe que afecta a mujeres y hombres por igual, y se presenta con mayor frecuencia en bebés y en niños. De hecho, disminuye sustancialmente con la edad, de manera que los síntomas van desapareciendo poco a poco. Por otro lado, también se sabe que el inicio de los síntomas después de la década de los 30 años es originalmente poco común, aunque puede ocurrir. Cuando esto ocurre, lo más común es que sea debido a que la piel ha estado expuesta a condiciones realmente severas.
Aunque es cierto que los síntomas pueden variar de una persona a otra, como ya hemos visto, los síntomas más comunes son la piel seca, con picazón y enrojecida. De hecho, la picazón es considerado como el sello distintivo de la enfermedad, la cual surge en áreas de la piel comunes como pliegues de los brazos, la parte posterior de las rodillas, las muñecas, el cuello y la cara.
La picazón, de hecho, es considerado como uno de los factores más importantes, ya que el rascado y la frotación puede empeorar la inflamación cutánea tan particular de esta enfermedad. Las personas que padecen dermatitis atópica tienden a ser más sensibles a los síntomas relacionados con la picazón, por lo que sienten la extrema necesidad de frotarse durante un mayor período de tiempo como respuesta.
Desarrollan lo que los expertos conocen como el ciclo de “picazón-rascado”. ¿El resultado? Rascarse las áreas de la piel inflamadas ocasiona una mayor inflamación, lo que posteriormente se traduce en una mayor necesidad de rascado. Es decir, el picor extremo hace que la persona se rasque, lo que a su vez acaba empeorando el picor, y así sucesivamente.
Esta picazón tiende a considerarse en un problema bastante particular durante las horas de sueño, cuando el control consciente del rascado tiende evidentemente a disminuir, y la ausencia de otros estímulos presentes en el exterior hace que la picazón se vuelva mucho más notoria.
También debemos tener en cuenta, como opinan muchos expertos, que en realidad la dermatitis atópica es considerada como una de las primeras etapas, y se convierte en un factor de riesgo importante para el desarrollo de cualquier enfermedad atópica. No obstante, únicamente alrededor de un 3 por ciento de los niños parecen seguir el curso completo de la marcha atópica, lo que se traduce en que pasan de la dermatitis atópica a la alergia alimentaria, el asma y la rinitis alérgica (en ocasiones también surge la conocida como ricononjuntivitis).
Aunque las estadísticas son claras en este sentido, se sabe que la dermatitis atópica grave aumenta el riesgo considerablemente, puesto que presentan una probabilidad mayor de desarrollar otras enfermedades alérgicas, en comparación con los que presentan un tipo de dermatitis atópica menos grave.
De hecho, la dermatitis atópica es considerada como la primera manifestación clínica, la cual suele tener una mayor incidencia sobre todo durante los primeros meses de vida, con un período de mayor prevalencia durante los tres primeros años de vida. Además, existen diferencias de género notables con una mayor incidencia de niños en las primeras etapas de la vida, y un mayor riesgo de persistencia de la enfermedad hasta la etapa adulta en las niñas.
Por ejemplo, se ha descubierto que la mayoría de los lactantes y niños pequeños suelen presentar niveles elevados de IgE total y un alto grado de sensibilización a las proteínas alimentarias, lo que estaría directamente relacionado con la gravedad de la enfermedad. De hecho, estudios recientes han demostrado que la sensibilización a los alimentos está estrechamente asociado con la dermatitis atópica moderada y grave en los primeros años de vida.
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2. Alergias alimentarias
Se sabe que tanto la alergia alimentaria como la dermatitis atópica se encuentran muy asociadas. De hecho, dentro de lo que se conoce como marcha atópica, suele surgir después de la aparición de la dermatitis atópica, con el paso de los años. Incluso es posible que la alergia alimentaria surja a la vez que la piel atópica.
Aunque es cierto que no todos los niños y jóvenes con dermatitis atópica la presentan, sí se calcula que entre un 20 a un 40 por ciento de los niños con dermatitis atópica moderada a grave (la misma que ocasiona la aparición de la conocida como marcha atópica) tendrán una alergia alimentaria mediada por IgE.
En cualquier caso, cuando se produce la marcha atópica, se sabe que algunos niños que presentan primero dermatitis atópica luego acaban cursando con alergias alimentarias, asma y rinitis alérgica.
Sea como fuere, cuando se presentan, las alergias alimentarias más comunes en niños con dermatitis atópica suelen ser a la leche, el huevo y los cacahuetes. También existen otros alérgenos, aunque originalmente muy poco comunes, como el chocolate. Igualmente es menos probable que surjan alergias con el maíz, los cítricos, los tomates y las bayas.
Pero los expertos mantienen ciertas dudas. Si bien es cierto que los niños con dermatitis atópica presentan más probabilidades de producir inmunoglobulina E específica a los diferentes alérgenos tanto alimentarios como ambientales, la evidencia que existe hasta el momento es ciertamente contradictoria, sobre todo la que recomienda evitar los alérgenos para mejorar notablemente la gravedad de la enfermedad en estos niños. Además, consideran que las dietas de eliminación de alimentos podrían aumentar el riesgo de desarrollar reacciones inmediatas, y potencialmente mortales, a los alimentos eliminados.
3. Asma
El asma es considerado como otra de las afecciones que surgen en niños que cursan con marcha atópica, y suele aparecer con el paso de los años, después de la dermatitis atópica y las alergias alimentarias.
Cuando el asma surge después de la dermatitis atópica suelen estar principalmente relacionados con la inflamación. De hecho, si se tiene dermatitis atópica, la investigación sugiere que es mucho más probable que se tenga un mayor riesgo de sufrir asma. Eso sí, es necesario tener en cuenta que no todos los niños o adultos que presentan asma tienen a su vez dermatitis atópica, al igual que no todas las personas con eccema presentan asma. Pero sí existe un fuerte vínculo entre ambas. Y, de acuerdo a los expertos, no existe una sola explicación para esta asociación. Aunque se sabe que los genes y la exposición tempraba a los alérgenos pueden contribuir muchísimo en este sentido.
A menudo, la dermatitis atópica y el asma están especialmente relacionados con la inflamación. Y, en la mayoría de las ocasiones, están causadas por una reacción demasiado fuerte a los alérgenos ambientales. No en vano, se calcula que alrededor de la mitad de los pacientes con dermatitis atópica moderada a grave también presentan asma (además del resto de factores mencionados anteriormente y directamente relacionados co la marcha atópica).
Podemos mencionar, por ejemplo, un estudio publicado en el año, en el que se encontró que aquellos bebés a los que se les había diagnosticado dermatitis atópica entre el nacimiento y los 2 años de vida presentaban un riesgo mayor de desarrollar asma o rinitis alérgica antes de cumplir los 5 años de edad (concretamente hasta tres veces más), en comparación con los niños que no presentaban eccema.
No en vano, la tos, las sibilancias y la sensación de opresión en el pecho, síntomas habitualmente asociados al asma, en la mayoría de las ocasiones tienden a ser originadas por una respuesta inmune a los alérgenos presentes en el ambiente, y esa inflamación ocasiona que las vías respiratorias se hinchen y se estrechen, ocasionando la aparición de problemas respiratorios. Por todo ello, aunque es cierto que los expertos no conocen a ciencia cierta cuáles son las causas exactas que originan la aparición del asma, los genes juegan un papel bastante fuerte en la reacción del sistema inmunológico, y las reacciones alérgicas aparecen principalmente cuando el sistema inmunológico tiende a reaccionar de manera exagerada a determinadas sustancias que, en realidad, son benignas, pero que nuestro sistema inmune detecta como dañinas.
Por todo ello, cuando se tiene dermatitis atópica y asma es importante llevar a cabo unas pruebas de alergia, puesto que el historial de dermatitis atópica podría singificar que las probabilidades de desarrollar asma alérgica y rinitis alérgica sean mayores.
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4. Rinitis alérgica
También conocida habitualmente con el nombre de fiebre del heno, la rinitis alérgica tiende igualmente a estar relacionada con la dermatitis atópica, por lo que el riesgo de aparición aumenta sobre todo en aquellos niños que han sido diagnosticados de dermatitis atópica a una edad temprana de la vida. Y, sobre todo, presentan un tipo de eccema moderada a grave.
Cuando surge la rinitis alérgica se debe principalmente a una respuesta alérgica a alérgenos específicos, como por ejemplo es el caso del polen. De hecho, el polen es considerado como el alérgico más común en la denominada como rinitis alérgica estacional, lo que significa que los síntomas ocurren únicamente con los cambios de estaciones.
Los síntomas más comunes suelen ser: estornudar, mucosidad, nariz tapada con picazón, tos, dolor o picazón en la garganta, ojos llorosos con picor, dolores de cabeza, síntomas de dermatitis atópica, urticaria y cancancio o fatiga excesiva.
Pero, además de la rinitis alérgica estacional, también existe la conocida como rinitis alérgica perenne, la cual puede ocurrir a lo largo de todo el año (esto es, independientemente de la estación del año en el que nos encontremos), sobre todo en respuesta a determinadas sustancias presentes en el interior de casa, como los ácaros del polvo o la caspa de las mascotas, en particular la caspa de los gatos.
La rinoconjuntivitis suele ser también uno de los tipos de rinitis alérgica más comunes, aunque no suele observarse durante los dos primeros años de vida. Aunque los niños pueden desarrollar anticuerpos IgE específicos incluso antes antes de que los síntomas se manifiesten. Es lo que se conoce como la “marcha de los alérgenos”, y una sensibilización temprana en los niños pequeños a los alérgenos del polen indicaría un riesgo muy elevado de manifestación de rinitis en los años posteriores.
Otros problemas y afecciones relacionadas
Como te hemos mencionado en alguna ocasión anterior, también es común que dentro de la conocida como marcha atópica surjan otros problemas de salud o afecciones más o menos comunes, como por ejemplo es el caso de las alteraciones gastrointestinales. En el año 1998, por ejemplo, se publicó un estudio en el que se analizaban los síntomas gastrointestinales más habituales en casos que cursaban a su vez con dermatitis atópica.
En él participaron un total de 65 niños con dermatitis atópica, y un grupo de control emparejado tanto por edad como por sexo. Se encontró que los síntomas gastrointestinales eran más comunes en los niños con eccema, entre los que podemos mencionar especialmente la diarrea, los vómitos y la regurgitación.
En este sentido, la diarrea pareció estar asociada con la ingestión de determinados alimentos, mientras que los síntomas se relacionaron directamente con la dermatitis atópica difusa y las pruebas cutáneas positivas en los alimentos.
Por tanto, se confluyó que sufrir un trastorno gastrointestinal es bastante común en niños con dermatitis atópica, lo que podría acabar siendo responsable de síntomas sustanciales, y podría igualmente desempeñar un papel en la patogenia de la enfermedad, así como en el retraso del crecimiento con el que en ocasiones se asocia.
Los conocidos como pólipos nasales también son otras afecciones relacionadas. Consiste en crecimientos benignos (es decir, no cancerosos) de los distintos tejidos de la mucosa o del revestimiento de la nariz. Estos pólipos tienden a crecer en el tejido inflamado de la mucosa nasal, la cual se trata de una capa muy húmeda fundamental para ayudar a proteger el interior de la nariz y los senos nasales; y, además, es útil para humidificar el aire que respiramos.
Durante una irritación inducida por una alergia (como ocurre habitualmente con la rinitis alérgica), o en una infección, la mucosa nasal se hincha y se enrojece, pudiendo producir un líquido que gotea. Cuando esa irritación es prolongada, la mucosa puede acabar formando un pólipo. En la mayoría de las ocasiones se presenta una especie de crecimiento redondeado (con una apariencia similar a un quiste de pequeño tamaño), que puede bloquear los conductos nasales.
En resumidas cuentas, los pólipos nasales consisten en crecimientos suaves y no dolorosos que surgen en el interior de los conductos nasales, especialmente en la zona donde los senos superiores ayudan a drenar la nariz. Por otro lado, dado que carecen de sensibilidad nerviosa, lo más común es tenerlos y no saber que existen, a no ser que ocasionen una congestión crónica (sensación constante de que la nariz está bloqueada, rinorrea, congestión nasal constante, sensación de tener el sentido del olfato reducido, necesidad de respirar por la boca, ronquidos, apnea del sueño, goteo posnasal…), o bloqueen los conductos nasales.
¿La marcha atópica se puede prevenir?
Se ha sugerido y recomendado una exposición temprana a ciertos componentes microbianos y agentes infecciosos como opciones preventivas, los cuales podrían ejercer efectos protectores. En lo que se refiere a la prevención de la atopia, los expertos aconsejan aplicar algunos de los siguientes consejos:
- Prevención primaria. Consiste en la prevención del desarrollo no solo de la propia enfermedad atópica, sino también en respuestas inmunitarias alérgicas anormales en niños sanos sin ningún tipo de evidencia de respuestas inmunes alérgicas anormales (especialmente en los recién nacidos de alto o bajo riesgo).
- Prevención secundaria. Se trata de la prevención del desarrollo de une nueva enfermedad atópica. O, bien, las nuevas respuestas inmunes alérgicas anormales en niños que ya presentan síntomas clínicos ya establecidos, o bien respuestas inmunes alérgicas anormales (por ejemplo, en lactantes con dermatitis atópica o con sensibilización temprana a la leche de vaca o al huevo de la gallina).
- Prevención terciaria. Se trata de la prevención de la progresión de la gravedad, así como exacerbaciones de enfermedad alérgica ya establecida.
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En lo que se refiere a la prevención primaria, todas las posibles medidas se recomiendan únicamente cuando son aplicaciones a toda la población. Por ejemplo, en los lactantes, el grado de protección de la lactancia materna continúa siendo controvertido, aunque es evidente que son muchos los aspectos positivos que justifican la recomendacion de la lactancia materna exclusiva durante al menos los primeros seis meses de vida.
Por otro lado, el uso de fórmulas hodrolizadas en niños de alto riesgo es recomendado en algunos países europeos, después de que un gran estudio prospectivo aleatorizado llevado a cabo en Alemania encontrara que las fórmulas hidrolizadas redujeran extensa y parcialmente la incidencia de dermatitis atópica en la infancia.
Otros estudios dietéticos han investigado acerca del papel de diferentes bacterias con beneficios probióticos. Mientras que la la inmunoterapia específica con alérgenos ha obtenido resultados no concluyentes, pero los ensayos en curso proporcionarán evidencia de un papel potencial de la inmunoterapia específica con alérgenos como una medida de prevención secundaria especialmente en niños de alto riesgo.
Por otro lado, estudios científicos recientes han encontrado que mantener una barrera cutánea intacta, sobre todo -y particularmente- en el primer año de vida del niño podría ser de muchísima ayuda a la hora de conseguir detener la evolución la marcha atópica. Por ejemplo, en los bebés, el uso de las cremas hidratantes podría ser útil a la hora de conseguirlo. Y de acuerdo a otro estudio científico publicado recientemente, la vaselina podría convertirse en la opción más útil, simple, económica y sencilla.
En aquellos niños que ya presenten dermatitis atópica es esencial controlar los brotes relacionados con la enfermedad de forma efectiva, siguiendo para ello una serie de medidas básicas de prevención. En ocasiones podría ser necesario el uso de cremas con corticoides, o incluso el uso de inhibidores de la calcineurina, siempre y cuando hayan sido prescritos y sean usados bajo la supervisión de un dermatólogo o simplemente del propio pediatra del niño.
Es decir, cuando la barrera cutánea está perfecta ésta los protegerá del contacto con los alérgenos. De ahí que, en niños sanos, sin dermatitis atópica o eccema, sea más difícil que desarrollen otras enfermedades atópicas a lo largo de su vida.
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