No hay duda que en realidad son muchos los beneficios de pedir perdón. Entendiendo, eso sí, al perdón como la remisión de la pena merecida, de la ofensa recibida o de alguna deuda u obligación pendiente (de acuerdo a la propia definición que de ella realiza el Diccionario de la Real Academia Española).
Así, perdonar se entiende finalmente como dicho de quien ha sido perjudicado por ello: remitir la deuda, ofensa, falta, delito u otra cosa.
Pero no es lo mismo perdonar que pedir perdón. Son dos situaciones bien distintas, que requieren para la persona que se enfrente a ellas dos planteamientos distintos. Por un lado, nos encontramos ante el individuo ofendido, ante quien recibe la petición de disculpas. Por otro lado, nos enfrentamos ante el individuo “culpable”, quien teóricamente se ha confundido o a ofendido al otro.
En este artículo estamos hablando de las disculpas sinceras, no de aquellas que se realizan por compromiso, ya que te avisamos de que si realmente no lo sientes puede haber dos motivos: que no sea tu responsabilidad o que no veas tu error.
Es importante que analices bien la situación y que trates de ponerte en el lugar de los demás antes de tomar la determinación de pedir perdón superficialmente. Esto no te ayudará a ti y mucho menos a los que te rodean porque no existirá un aprendizaje y el error volverá a repetirse.
¿Cómo disculparte? Te ayudamos con estos pasos
Sabemos que, en la mayoría de las ocasiones, no es del todo sencillo pedir perdón, o aventurarnos y tomar la decisión de pedir disculpas. En realidad, lo cierto es que lo que nos cueste (más o menos) dependerá de forma directa de nuestra propia personalidad, y más concretamente de si somos o no personas orgullosas.
Por ello, a continuación te enumeramos los 3 pasos que consideramos más efectivos para pedir disculpas:
- Decir “lo siento”. Reconocer el error delante de aquellos que han sido ofendidos o damnificados.
- Ofrecer una compensación por el daño ocasionado. Es cierto que no siempre existe una compensación justa al daño realizado pero siempre puedes ofrecer algo que ayude a mejorar la situación de la parte herida.
- “Aceptar tu responsabilidad”. Diciendo perdón te estás exponiendo a las opiniones y juicios de las personas que te rodean (este hecho es por el cual a veces evitamos decir “lo siento”). Pero este paso es la primera fase del proceso del perdón. Si no cruzas por este paso, probablemente nunca halles el perdón por parte de la víctima, podrás llegar al olvido o entierro de la situación, pero no serás perdonado.
El error forma parte de nuestra vida y no podemos evitarlo, lo que debemos de recordar es que “Errar es de humanos pero pedir perdón es ser humano”.
Y es que tal y como te comentábamos en su momento en una nota anterior, no hay duda que pedir perdón de forma sincera es algo sumamente saludable y beneficioso. ¿Por qué? Fundamentalmente porque al pedir disculpas significa que nos hemos detenido a pensar en cómo pudo haberse sentido la otra persona (es decir, estamos siendo empáticos). Y, además, te percatas que quizá tu actuación no fue la correcta, pudiendo incluso llegar a sentir vergüenza por ello.
Es más, puede que tanto la relación en sí misma como la propia comunicación entre ambos mejore, ya que tiende a ser muy habitual que cuando pides disculpas a alguien la persona dolida u ofendida se percate de que tu también te has dado cuenta de lo que has hecho, y las aceptará.
La clave, como vemos, es clara: saber cuándo debemos disculparnos, cómo hacerlo, y sobre todo, saber escoger siempre el mejor momento, dado que en algunas ocasiones es mejor esperar y –por ejemplo- tener paciencia a que la otra persona se “recupere” y no se sienta tan dolida. En estos casos no hay nada mejor que el tiempo, que con calma lo tiende a curar todo (o casi todo).
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