La langosta se convierte en uno de esos alimentos del mar que, junto al popular caviar, destaca por ser un producto que usualmente se consume de forma tremendamente ocasional, debido sobretodo a que tiende a ser considerado como un alimento de lujo, más que un alimento cotidiano.
Es un marisco que, en el mar, pueden llegar a vivir más de 50 años en libertad, destacando su curioso color azul oscuro, que al momento de cocerlas tienden a adquirir su color rosado tan característico.
Lo más habitual es que las langostas se vendan vivas, dado que su carne se suele estropear rápidamente con muchísima facilidad, por este motivo si se desea disfrutar tanto de todo su sabor como de las principales propiedades de la langosta, lo más adecuado es prepararlas rápidamente.
Beneficios de la langosta
La langosta destaca por ser uno de los mariscos cuya carne es la más baja en grasas, sorprendido asimismo por ser uno de los “productos del mar” más sanos y saludables.
Al igual que ocurre con otros alimentos como los cangrejos, las langostas son especialmente ricas en vitaminas y minerales. De hecho, entre las vitaminas destaca su alto contenido en ácido pantoténico (ayuda a convertir los alimentos en energía) y en vitamina E (actúa como antioxidante ayudando a mantener las arterias en un estado óptimo).
En lo que se refiere a sus minerales, destaca su contenido en calcio (muchísimo más rico que otros mariscos), zinc, potasio y selenio. En este sentido, la langosta es útil para prevenir la osteoporosis, además que ayuda a la hora de proteger y cuidar la salud del corazón.
Precisamente gracias a su contenido en zinc, es un marisco que ayuda a fortalecer el sistema inmunitario, además de mejorar la fertilidad.
También es una importante fuente de proteína y de omega-3. Los ácidos grasos omega-3 se encuentran en muy pocos alimentos, siendo la langosta uno de ellos.
Diferentes estudios apuntan a que el consumo de pescados y mariscos, como la langosta, disminuyen el riesgo de sufrir diabetes, enfermedades cardíacas y obesidad.
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