Se convierten sin duda alguna en uno de los problemas más comunes tanto de la piel de los pies como también de las manos. De hecho, son una de las afecciones más frecuentes, sobre todo en nuestros pies. Son los callos o callosidades, los cuales consisten básicamente en capas de piel engrosadas o capas gruesas de piel endurecida cuya función, aunque no lo creas, es proteger la zona donde aparece.
Podemos poner como ejemplo las manos de un granjero o un carpintero: en sus manos suelen aparecer callosidades como consecuencia de su trabajo, y es la forma que nuestra piel tiene para impedir el desarrollo de ampollas muchísimo más dolorosas.
Deben ser diferenciados de los clavos, que son bultos de piel que presentan un núcleo central (como una especie de punta que se incrusta en la piel). Los clavos se encuentran compuestos de queratina endurecida, por lo que cuando los aprestamos tienden a ser muy dolorosos. Este síntoma no es característico de los callos, los cuales al ser una acumulación de piel muerta no tienden a causar prácticamente ningún problema.
Suelen aparecer en la parte de arriba o en un lado del pie, aunque también pueden surgir en los talones o en otras zonas de la planta del pie. En estos casos debemos diferenciarlos de otros dos trastornos o afecciones igual de comunes: las grietas de la piel y el conocido como espolón del talón.
Por todo lo indicado hasta estos momentos sí podemos establecer una serie de síntomas claros: en la mayoría de las ocasiones la piel se muestra gruesa, muy endurecida, la cual puede ser a su vez seca y también escamosa. Además, dependiendo de la gravedad de la callosidad en cuestión es igualmente posible que surja dolor o que la piel sangre.
Las causas principales por las que aparecen los callos o callosidades
Debemos tener en cuenta que los callos y callosidades son causados por la continua presión o fricción en la piel, por lo que la causa principal que provoca su aparición la encontramos sobre todo en el uso de calzado inadecuado, el cual provoca que el pie no tenga la suficiente libertad, o que ocasione demasiada presión en determinadas zonas, causando mucho rozamiento o fricción.
Por ejemplo, es común la aparición de callos cuando habitualmente se utilizan zapatos apretados, puntiagudos o muy altos, y ante la utilización de calzado que no se ajusta bien al pie. De ahí que tiendan a aparecer en la parte de arriba o a un lado del dedo del pie.
Para evitar que aparezcan o para reducir su formación basta en muchas ocasiones con prevenir la fricción o el excesivo rozamiento. Y ello se consigue utilizando un calzado que se ajuste bien al pie, e incluso protegiendo la piel con parches especialmente desarrollados para callo.
Por suerte, las callosidades no son en absoluto una condición o afección grave, y es posible eliminar los callos naturalmente y de forma sencilla.
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