Cada vez es mayor el número de especialistas médicos que aconsejan caminar a sus pacientes, como la opción más útil e interesante a la hora de que se animen a hacer ejercicio físico. De hecho, son muchos los que opinen que caminar es incluso mejor que correr, sobretodo si tenemos en cuenta a cómo afecta a las articulaciones, ya que al correr las articulaciones de las piernas soportan una carga de entre dos y tres veces el peso corporal a cada paso, de ahí que tras el paso de los años una persona que haya corrido habitualmente presente un riesgo mayor de desarrollar artrosis.
No obstante, sí es cierto que ambas actividades físicas reportan prácticamente los mismos beneficios: reducen el riesgo de desarrollar hipertensión, diabetes o sufrir una enfermedad coronaria en los seis años siguientes, y además mejora de forma muy positiva nuestra salud cardiovascular.
Eso sí, la mayoría de los expertos coinciden en una cosa: dado que al correr se suelen consumir aproximadamente el doble de energía que cuando caminamos, si el objetivo es conseguir los mismos efectos se debe pasar el doble de tiempo caminando que corriendo.
Tanto si te propones empezar a caminar, como si ya lo haces desde hace tiempo, debes recordar una cosa: pasear no es caminar, sobretodo cuando hablamos desde un punto de vista de la actividad física.
Solemos cometer el error de enfundarnos las playeras, la ropa deportiva y nuestro reproductor de MP3 o radio con el objetivo de practicar ejercicio físico caminando, pero no nos damos cuenta del paso que estamos llevando. Y es que para que en realidad sea una actividad física efectiva, es importantísimo que el paso sea rápido, ligero.
Una opción útil de saber si lo estás haciendo bien o no, es tener en cuenta que cuando caminas de forma rápida a paso veloz no puedes mantener una conversación normal con otra persona. Por tanto, la clave para saber si estás caminando correctamente es precisamente esa: cuando no puedas hablar con otra persona de forma normal te darás cuenta que lo estás haciendo bien.
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