Una enfermedad autoinmune es aquella que se produce cuando nuestro sistema inmunitario tiende a atacar a las células en realidad sanas de nuestro cuerpo, por error. Es también conocida con el nombre de enfermedad autoinmunitaria, y se trata como vemos de una enfermedad causada directamente por el sistema inmunitario.
Es decir, es el sistema inmunitario (y no algún virus o bacteria) el que se convierte en el «agresor», atacando y destruyendo tanto los propios órganos como los tejidos corporales sanos de la persona, en lugar de protegerlas. Como consecuencia de esta reacción, se produce una respuesta inmunitaria exagerada contra determinadas sustancias y tejidos que, con normalidad, se encuentran presentes en el organismo.
En la actualidad existen más de 80 tipos de enfermedades autoinmunes, las cuales pueden clasificarse de dos formas: enfermedades autoinmunitarias sistémicas en la que los anticuerpos atacan antígenos -no específicos- en más de un órgano en concreto, y síndromes locales, que involucra un tejido en particular o a órganos específicos.
Hasta el momento, una amplia variedad de investigaciones científicas habían sugerido que una determinada familia de proteínas que encontramos en el trigo, como es el caso de los inhibidores de la amilasa y la tripsina (ATI), tendían a estar detrás de la sensibilidad al gluten no celiaca, una enfermedad asociada por sus síntomas a la celiaquía típica, y que entre otros aspectos ocasiona síntomas gastrointestinales y extradigestivos.
Con todo ello, un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad Johannes Gutenberg (Maguncia, Alemania), han demostrado que los inhibidores de la amilasa y la tripsina son en realidad responsables de la aparición de la inflamación en una amplia variedad de enfermedades crónicas, como por ejemplo es el caso del asma, la artritis reumatoide o la esclerosis múltiple.
Los estudiosos no solo creen que los ATI contribuyen efectivamente al desarrollo de enfermedades inflamatorias relacionadas con el intestino. También creen que pueden llegar a causar la inflamación en otras enfermedades crónicas, esta vez fuera del tracto digestivo, como riñones, bazo, cerebro e incluso los ganglios linfáticos.
Aunque los ATI en realidad solo constituyen el 4% del total de las proteínas que encontramos en el trigo, antes de este estudio otras investigaciones ya sugerían que el consumo regular de ATI podían provocar el desarrollo de inflamación en tejidos diferentes del intestino.
Las consecuencias son aún peores en caso de enfermedad autoinmune
En caso de que una persona sufra una enfermedad autoinmune, se ha comprobado que la inflamación causada por los inhibidores de la amilasa y la tripsina tienden a ocasionar un empeoramiento de los síntomas de la patología, especialmente en caso de asma, lupus, esclerosis múltiple, colitis ulcerosa, enfermedad de Crohn y artritis reumatoide.
De hecho, los estudiosos también alertan que los ATI podrían estar relacionados con el hígado graso no alcohólico, también conocida médicamente con el nombre de esteatosis hepática, y que consiste en la acumulación excesiva de grasa en el hígado.
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El motivo lo encontramos en que estos ATI tienden a activar algunos típicos de células inmunes específicas, no solo en el intestino sino también en otros tejidos del cuerpo. Como resultado, los síntomas asociados a las enfermedades inflamatorias ya existentes tienden a empeorar de forma potencial.
No debe confundirse con el gluten
Aunque tradicionalmente desde un punto de vista médico cuando la persona afectada no padece celiaquía ni alergia al trigo, pero sí muestra síntomas típicos de la intolerancia al gluten (como hinchazón y dolor abdominal, diarrea, dolores articulares, fatiga, eczema y jaqueca), se le diagnostica sensibilidad al gluten no celiaca, parece que se trata una denominación incorrecta.
Por tanto, los investigadores son claros en este sentido: creen que la sensibilidad al gluten no celiaca no sea provocada por el gluten, sino más concretamente por los ATI, difiriendo por tanto de la causada por la celiaquía.
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