Con la llegada de las vacaciones de verano a las familias se les plantea una disyuntiva: ¿qué hacer con mi hijo durante este periodo? Entonces comienza la búsqueda incesante de cursos, actividades, salidas, campamentos de verano y demás estímulos para conseguir que no llegue la frase tan temida por los papás: “mamá, papá, me aburro”.
¿Qué es el aburrimiento?
El Diccionario de la Real Academia de la lengua define aburrimiento como el cansancio del ánimo originado por falta de estímulos, diversiones o distracciones. Así que, según el diccionario, cuando nuestro hijo se aburre podemos decir que ya no tiene más que hacer y que entra en un estado depresivo de su humor.
¡Qué terrible! En ese preciso instante internet y la televisión, continentes de estímulos infinitos, son los recursos más empleados por los progenitores para automáticamente hacer desaparecer el malestar por el que los hijos están a punto de pasar y del que pensamos que nunca se recuperarán. Pero, ¿y si dejamos que se aburran? ¿Somos malos padres?.
Otra visión del aburrimiento
En contradicción con la postura anteriormente mencionada, psicólogos de todo el mundo observan el aburrimiento como una actividad que promueve otras, es decir, como un motor interno. Estos afirman que las personas para superar el aburrimiento ponen en marcha estrategias psicológicas que hacen que la situación que actualmente les aburre se convierta en una oportunidad de evolucionar hacia otro objetivo más complejo u otra actividad más placentera.
Lo que anteriormente hemos llamado motor interno es lo que se considera en psicología como estímulo interno. Este concepto se puede definir como las señales internas de nuestro cuerpo, como por ejemplo: el sentimiento de sed, hambre, sueño o ganas de realizar alguna actividad.
En cuanto somos conscientes de estas situaciones, nuestro cuerpo se centra en dar respuesta y restablecer el equilibrio. Por tanto, al igual que educamos a nuestros hijos para que sean autosuficientes cuando tienen sed o hambre debemos educarles para que sean autosuficientes para resolver conflictos emocionales tales como el aburrimiento.
Si llenamos el calendario de los niños de actividades aleatorias con el único fin de impedir el sentimiento de aburrimiento, además de frenar las herramientas psicológicas que fomentan el crecimiento personal y la independencia, a lo mejor estamos impidiendo que el niño descubra por sí mismo lo que realmente le interesa.
Aburrimiento y Creatividad
Una vez traspasada la barrera del aburrimiento se abre ante el niño un mundo diferente al que no está acostumbrado. No hay absolutamente nadie que le llene de estímulos externos (aquellos que provienen del ambiente tales como la televisión, las relaciones interpersonales), así que tendrá que ser él mismo el que consiga auto-motivarse para realizar cualquier otra actividad.
Este proceso sin duda promueve la creatividad ya que hace que el niño analice las posibilidades de acción que están a su alcance y el nivel de satisfacción que le producirán. De esta forma tu hijo no solo aprenderá a gestionar sus emociones sino que podrá descubrir nuevas aficiones e intereses que le ayuden a confirmarse como persona, desarrollar una personalidad sólida y construir una buena autoestima.
¿Cómo ayudar a mi hijo a gestionar el aburrimiento?
En primer lugar hay que demostrarle al niño que el aburrimiento es un sentimiento más como podría serlo la tristeza o la alegría y que está bien hablar de ello no como una búsqueda de soluciones por parte de la familia para evitarlo, sino como compartir una emoción. Enseñarle que el aburrimiento forma parte de la vida y que aparecerá a lo largo de ella en multitud de ocasiones. Y que sobre todo la solución a este sentimiento está dentro de él y no fuera.
En segundo lugar ofrecerle herramientas. Con herramientas nos referimos tanto a aquellas físicas como materiales y recursos que pueda emplear en su tiempo libre como a herramientas psicológicas como pueden ser pequeños trucos para pasar de una actividad a otra. Un buen ejemplo es realizar al comienzo del verano una lista de las cosas que más le gusten hacer al niño (ya sea acompañado o solo) con el fin de recordarle todo aquello en lo que puede emplear su tiempo.
Una vez realizado el listado, este se debe colocar a la vista con el fin de darle la posibilidad al niño de leerla en cualquier momento. En el caso de los niños que aún no han adquirido la habilidad lectora, esta lista se puede realizar a partir de dibujos o pictogramas.
De esta forma, en vez de aparecer la pasiva frase de “me aburro”, el niño intercambiará con el adulto diversas opciones de actividades para gestionar su aburrimiento de forma proactiva como por ejemplo: “papá, mamá, ¿por qué no nos vamos al cine?”.
Talía Pérez Miranda es Maestra Infantil y Psicopedagoga.
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