A diferencia de lo que en realidad piensan muchas personas, lo cierto es que el café no es una bebida mala para la salud, siempre y cuando -claro está- se tome siempre en su justa medida. O, lo que es lo mismo, siempre que no sea tomado en exceso. Para hacernos una idea de dónde se encuentra o no ese exceso, es muy útil tratar de descubrir cuánto café se puede tomar al día sin que efectivamente pueda convertirse en un riesgo para nuestra salud.
Pero ojo, dado que esta cantidad depende en realidad de cada persona, puesto que lo que a una le supone tomar una mera taza de café, para otra sí que puede convertirse en un auténtico problema, algo que depende casi directamente de la tolerancia que cada cual tengamos a la cafeína (sí, hay personas que tienden a ser más sensibles que otras a sus efectos en el organismo).
En lo que se refiere a los diferentes y distintos beneficios que nos aporta el café, nos encontramos con que se convierte en una bebida sumamente estimulante, que estimula el sistema nervioso central y que tiende a mantenernos alerta, despiertos. Por ello se trata de una bebida tan socorrida en aquellos momentos en los que necesitamos mantenernos despiertos y no podemos quedarnos dormidos (por ejemplo, durante una noche de estudio o de trabajo). Es útil, de hecho, para mejorar nuestra concentración por más tiempo a la vez que disminuye la somnolencia.
Pero sus cualidades no acaban aquí, ya que ¿sabías que es una bebida tremendamente rica en antioxidantes? El café aporta una buena cantidad de polifenoles, útiles para reducir los efectos tan negativos que los radicales libres ejercen en nuestro organismo, protegiéndonos frente a las enfermedades en las que el estrés oxidativo de las células se encuentra implicado (como es el caso de las enfermedades neurodegenerativas o cardiovasculares).
También es útil para prevenir la diabetes mellitus (también conocida médicamente como diabetes tipo 2 o como la diabetes del adulto), sobre todo cuando se beben entre 3 a 4 tazas de café al día y su consumo es prolongado en el tiempo, al ayudar a evitar la resistencia a la insulina y a mejorar el control metabólico de la glucosa.
La dependencia al café
Pero como efectos negativos, nos encontramos ante una bebida que genera dependencia en nuestro organismo (que no adicción, que dicho sea de paso son cosas total y completamente distintas).
De hecho, si estamos acostumbrados a beber café habitualmente y lo dejamos, aparece lo que muchos expertos denominan como el síndrome de abstinencia a la cafeína, el cual se produce cuando tras el consumo diario y regular de café nuestro organismo necesita más cantidades de cafeína para conseguir el mismo efecto, y sin embargo hemos «eliminado» su consumo por completo.
¿Cuáles son los síntomas más comunes? Irritabilidad, mal humor, dolor de cabeza, fatiga, sensación de adormecimiento, dificultad para concentrarse o para trabajar adecuadamente, deterioro del rendimiento cognitivo, depresión y ansiedad.
Cómo tomar menos café cada día
Reduciendo el consumo de café poco a poco
Si tu organismo está habituado a recibir una buena dosis de café cada día (desde por la mañana hasta por la tarde, o incluso simplemente por la mañana con el desayuno), es evidente que no es en absoluto aconsejable tratar de cortar tan drásticamente el consumo de una bebida cuyos efectos estimulantes en el organismo terminan por causar dependencia.
¿Por qué? Fundamentalmente porque si ayer tomamos una gran taza de café, y hoy hemos decidido dejarlo, lo más habitual es que surjan los síntomas que te hemos nombrado de pasada en las líneas anteriores.
Por ello, en primer lugar, la clave está en tratar de reducir la cantidad de café que tomamos cada día. O, lo que es lo mismo, en tomar cada día menos tazas de café.
Pongamos un ejemplo. Habitualmente tiendes a tomarte 3 tazas de café al día: una con el desayuno, otra a media mañana y otra después del almuerzo. Si te has planteado la posibilidad de reducir el café que consumes, una opción útil es tratar durante la primera semana de eliminar el café del almuerzo, optando solo por el que tomas en el desayuno y a media mañana.
Luego, en la semana siguiente, eliminar la taza de café que te tomas a media mañana. Y a la semana siguiente hacer lo propio con la taza del desayuno. Pero en esta ocasión lo mejor es tratar de reducir en esos días la cantidad de café que bebes en ese momento, por ejemplo reduciendo el tamaño de la taza o la cantidad que te sirves.
Optando por sustitutos del café
¿Sabías que existen diferentes alternativas al café, en la mayoría de las ocasiones muchísimo más adecuadas y saludables que éste?. Las más populares y recomendadas son las siguientes:
- Achicoria: es una planta que elaborada en forma de bebida aporta un sabor intenso y un aspecto algo más claro.
- Kola: es una planta cuya infusión ayuda a reducir la fatiga, combatir el cansancio y estimular el sistema nervioso.
- Maca: conocida popularmente con el nombre de maca andina, es una opción excelente a la hora de aumentar la energía de nuestro organismo.
- Café blanco: se trata de una bebida de origen libanés que aunque se elabora con café es menos fuerte, al añadirse sobre todo una mayor cantidad de agua y unas gotitas de azahar.
Y, por último, no nos podríamos olvidar de las populares bebidas de cereales, que puedes encontrar fácilmente en el mercado y que se elaboran con distintos cereales (por ejemplo malta, cebada y achicoria), siendo buenos sustitutos del café.
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