Tendemos a pensar que cualquier endulzante es más saludable que el azúcar blanco, sobre todo cuando en el etiquetado del envase leemos frases como que «tiene un bajo índice glucémico», que es «100% puro», que «es ideal para diabéticos», o incluso que se trata de un alimento «ecológico». Es lo que ocurre con el sirope de ágave.
En este sentido, como ya decía Julio Basulto recientemente, el hecho de que un alimento sea ecológico no significa que sea saludable. Pero esa es otra cuestión que trataremos en otro momento.
En el caso particular del sirope de ágave, muchos nutricionistas han alertado acerca de que, aunque se venda como un endulzante más saludable, la realidad es bien distinta. ¿Por qué? Hoy vamos a descubrir un poco más acerca de este endulzante de moda.
¿Qué es el sirope de ágave?
El sirope de ágave es un endulzante que se obtiene de un tipo de Agave, que consiste en una especie de cactus conocido con el nombre de Maguey. Es, por tanto, un endulzante natural que se obtiene a partir de una planta (como, por ejemplo, el azúcar blanco procede de la caña de azúcar).
El Agave es una planta que procede de México, muy parecida al Áloe. Se sabe que, durante miles de años, los nativos originarios del centro de México cortaban la planta con el fin de extraer la savia -o aguamiel-, la cual era consumida como una bebida endulzante con cualidades refrescantes.
De hecho, cuando hervían la savia obtenida de esta planta durante varias horas obtenían la miel de ágave, también conocida con miel de maguey.
¿Cómo se obtiene el sirope de ágave?
Antaño, en tiempos de los nativos mexicanos, se dejaba crecer la planta entre 7 a 10 años, para luego cortarla, retirar su savia y obtener el popular sirope de ágave. Sin embargo, de cada 20 litros de esta savia producían menos de dos litros de este sirope. Motivo por el cual hoy en día se elabora mediante un proceso de refinado. Y es aquí donde encontramos parte del problema.
Hoy día, la elaboración/obtención del sirope de ágave es bien diferente: mediante un proceso de refinado se extraen las distintas moléculas de fructosa a partir de la inulina que encontramos en el bulbo del ágave.
Si bien es cierto que el fluido posee en un primer momento fructanos (compuestos saludables para el metabolismo y la insulina), utilizando distintos productos químicos y enzimas el sirope de ágave tradicional se convierte en una especie de jarabe rico en fructosa, de manera que el líquido original ha terminado por perder todo su valor nutritivo.
Es decir, como ocurre con el azúcar refinado, el proceso de elaboración destruye todas y cada una de las propiedades saludables de la planta de Agave.
¿Cuál es el problema del sirope de ágave? ¿Por qué no es tan saludable como probablemente piensas?
Desde hace años se nos viene vendiendo que el sirope de ágave es una alternatiza al azúcar blanco, por ser, aparente y supuestamente, mucho más saludable y por poseer un bajo índice glucémico.
Pero esto es absolutamente falso: el sirope de ágave no es saludable, sobre todo porque tras su proceso de fabricación, se destruyen todas las propiedades de la planta, y sólo se obtiene un jarabe concentrado tremendamente rico en fructosa.
¿Acaso, por ejemplo, se dice que el jarabe de maíz de alta fructosa es saludable? Pues probablemente te sorprenda saber que el proceso de fabricación es bastante similar a la forma como se obtiene y elabora el sirope de ágave.
Tiene un bajo índice glucémico, sí, ¿y?
La mayor parte de los envases de siropes de ágave que encontramos en los supermercados y herbolarios, exponen en su etiquetado que se trata de un endulzante «con un bajo índice glucémico», o que es útil «para diabéticos».
¿Y esto que significa? Básicamente significa que es un producto alimenticio que no produce picos de glucemia. Esto es debido a que el sirope de ágave es sobre todo fructosa, la cual no va directamente al torrente sanguíneo, de manera que no aumenta los niveles de insulina o de azúcar en la sangre rápidamente, sobre todo en un período corto de tiempo.
Efectivamente, el sirope de ágave posee un índice glucémico tremendamente bajo, y como tendemos a pensar que este endulzante es «más saludable», tendemos a consumir cantidades excesivas del mismo. El resultado es que una elevada cantidad de fructosa puede ocasionar problemas en nuestra salud metabólica.
Por ejemplo, nuestro hígado tiende a sobrecargarse, comenzando a transformar a través de la formación de partículas VLDL, la fructosa en grasa. Como resultado de ello, ese exceso de grasa puede depositarse en el hígado, ocasionando lo que se conoce como hígado graso. Se trata de una enfermedad que tiende a no causar síntomas, la cual evoluciona silenciosamente pudiendo llegar a estadios más graves, como la inflamación y el agrandamiento de este órgano, cirrosis y cáncer hepático.
Como vemos, aunque es cierto que la fructosa no produce picos de azúcar en la sangre, cuando se consume en grandes cantidades puede contribuir a que aparezca resistencia a la insulina, lo que a largo plazo puede aumentar el riesgo de diabetes tipo 2 y síndrome metabólico.
Fuentes consultadas:
- Enzymatic production of high fructose syrup from Agave tequilana fructans and its physicochemical characterization
- Effects of agave nectar versus sucrose on weight gain, adiposity, blood glucose, insulin, and lipid responses in mice
- Major Carbohydrate, Polyol, and Oligosaccharide Profiles of Agave Syrup. Application of this Data to Authenticity Analysis
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