Lavarse los dientes es una necesidad en los adultos para prevenir caries y todo tipo de enfermedades bucodentales. A lo largo del día ingerimos todo tipo de alimentos que contienen sustancias nocivas como azúcares y es por eso por lo que al menos 2 veces al día dedicamos unos minutos a su limpieza. Ahora bien, ¿nuestro hijo necesita lavarse los dientes?.
Es normal, sobre todo cuando somos padres primerizos, que desde el momento en el que comencemos a observar que al bebé le empiezan a salir sus primeros dientes, nos planteemos cuándo empezar con su higiene dental, especialmente cuando todavía son bastante pequeños.
¿Cuándo comenzar con la higiene bucodental?
Muchas familias consideran que la higiene bucodental ha de comenzar con la aparición de los dientes definitivos. Ya que como los dientes de leche al fin y al cabo van a caerse no merecen ser cuidados. ¡Error!
Los dentistas aconsejan comenzar con la higiene dental incluso antes de que los dientes hayan aparecido por primera vez. Es decir, cuando el niño cumple los 6 meses y comienza a ingerir alimentos diferentes a la leche materna, ya es sensible a padecer enfermedades bucodentales.
Los expertos explican que aunque no veamos los dientes, estos se encuentran bajo la encía y las bacterias y sustancias nocivas pueden alcanzarlos en algunos casos.
¿Cómo se le lavan a un bebé los dientes si no tiene?
Esta es una buena pregunta. La limpieza ha de realizarse 2 veces diarias, especialmente después del desayuno y antes de dormir. El procedimiento es sencillo: con una gasa o algodón y un poco de agua debes limpiar la superficie de la encía retirando así restos de papilla y otros alimentos. Recordemos que la fruta que le damos a nuestros hijos tiene un alto nivel de azúcar.
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Una vez que le vayan creciendo los dientes a nuestros hijos podremos pasar al cepillo de dientes con cerdas suaves y conforme siga creciendo, aproximadamente a los 2 años, ya usaremos la pasta dentífrica.
No abre la boca… ¡Qué pesadilla!
En ningún momento debemos de obsesionarnos con abrirle la boca al niño y menos con forzarlo por dos simples motivos:
- Podemos hacerle daño de forma no intencionada.
- Asociaremos el lavarse los dientes como un evento horrible y traumático para ambas partes.
Primeramente debemos predicar con el ejemplo. Si nuestro hijo ve que dos veces al día nos dirigimos al baño a lavarnos los dientes, esto despertará su curiosidad. Es una buena idea que antes de “atacarlo con el cepillo sin que sepa el motivo” nos vea cómo nos lavamos los dientes, nos ayude a ponernos la pasta, etc. Una vez esté familiarizado con el proceso pues le podremos ofrecer que él se los lave también.
En segundo lugar debemos de ir a la farmacia en busca de los materiales necesarios. Integrarlo en las actividades siempre es positivo y lo motivará más a la hora de realizarlas. Podemos hacer una excursión a la farmacia o al supermercado para ver qué objetos necesitamos y que él los elija. Aspectos que nos resultan insignificantes como los colores, para los niños pueden resultar algo crucial. Así que el hecho de que elija algo bonito hará que en el futuro quiera usarlo.
Fomentar el acercamiento sería el tercer paso. No pretendamos que el niño la primera vez que queramos limpiarle los dientes abra la boca como si fuéramos dentistas. Es una situación nueva que crea inseguridades. Comencemos como un juego de imitación a los mayores y poco a poco lo convertiremos en una limpieza eficaz.
El refuerzo positivo es muy importante y los pequeños acercamientos a nuestro objetivo final han de ser celebrados. Puede que el primer día solo chupe el cepillo o juegue con él, no pasa nada, tengamos paciencia y orientémoslo hacia nuestra meta.
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Finalmente reforzar el hábito. Debemos dejar claro que lo que ha comenzado como un juego ha de repetirse a lo largo del día, como mínimo 2 veces y la clave de la creación de hábitos es no flaquear. Esto no significa que debamos enfadarnos, sino que hemos de ser persistentes.
¡Ahora quiere lavárselos solo!
Esta es la mejor señal ya que esta etapa llega cuando el niño se considera autónomo y quiere ser responsable de sus acciones. Así que hemos de tener paciencia y pasar por alto que las primeras veces el cepillado no será efectivo. Sin embargo, si conseguimos que ya nuestro hijo adopte ese hábito por sí mismo, no solo estaremos promoviendo que se aleje de las enfermedades bucodentales sino que estaremos fijando para siempre un hábito a lo largo de su vida.
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