Cada año el día 1 de noviembre se celebra el Día de Todos los Santos, una jornada especial para muchas personas que de hecho no solo se celebra en nuestro país. En otros países como México, Colombia, Perú, Bolivia o Guatemala también se celebra, aunque en éstos la denominación festiva es diferente.
Sea como fuere, no hay duda de que esta fiesta es evidentemente religiosa, aunque antaño lo era más, sobre todo cuando el papel de la Iglesia Católica se encontraba más arraigado en la sociedad que hoy en día.
Pero para indagar acerca de su origen debemos remontarnos al Papa Bonifacio IV, quien fue el responsable de consagrar el conocido como “Panteón de Agripa” al culto de la “Virgen y los mártires”. Aunque por aquel entonces esta festividad se celebraba el día 13 de mayo, en la que se conmemoraban los santos anónimos y desconocidos por la cristiandad, es el Papa Gregorio III (731-741) quien cambió la fecha al 1 de noviembre.
Fue este Papa quien, de hecho, consagró una capilla en la Basílica de San Pedro en honor a todos los Santos, fijando su aniversario para este día.
¿Y por qué se produjo este cambio de fecha? Al parecer se debe a la conversión al Cristianismo de los distintos pueblos pertenecientes a la tradición pagana, las cuales se negaban de hecho a abandonar sus fiestas y raíces.
Pero el motivo del cambio tiene un sentido o significado más amplio. Y es que los principales dirigentes católicos de por aquel entonces pensaron que al instaurar festividades nuevas en la misma fecha y de apariencia doctrinal similar a las paganas, sería más sencillo que estos creyentes fueran abandonando sus antiguas creencias.
No en vano, la víspera del 1 de noviembre se celebraba una fiesta pagana celta que marcaba el final del verano y las cosechas, y la llegada de los días de frío y de mayor oscuridad. Según esta creencia, la llegada del cambio de estación se producía como consecuencia del dios de la muerte, culpable de hacer volver a los muertos.
Con la invasión romana la cultura celta se mezcló con ésta, y con ello se produjo cierta adopción de la ‘festividad de los muertos’, aunque en este caso los romanos decidieron mezclarla con sus Fiestas de Pomona, que estaban dedicadas a la diosa de la fertilidad.
Nos encontramos, por tanto, ante el que podríamos denominar como el comienzo de Halloween, aunque en el Cristianismo esta especie de vigilia festiva fue llamada con el nombre de ‘All Hallow’s Even’ (o lo que es lo mismo, Vigilia de Todos los Santos).
A mediados del siglo IX, fue el papa Gregorio IV (827-844) quien extendió dicha celebración a toda la Iglesia Católica. Así, de esta forma, todos los santos comenzaban a tener un día en el calendario para ser recordados y venerados, tanto los desconocidos como quienes ya poseen una fiesta propia en el calendario litúrgico: el día 1 de noviembre. Y es, desde este instante, cuando esta festividad se vive igual en todos los países de mayoría católica.
No obstante, existen diferencias con la Iglesia Ortodoxa, la Iglesia Anglicana y la Iglesia Luterana. Para estas iglesias esta festividad se conmemora el primer domingo después de Pentecostés, la festividad que se celebra 50 días después de Pascua, en la que precisamente los cristianos tienden a conmemorar la llegada del Espíritu Santo sobre los apóstoles.
Si quieres disfrutar de este día de forma diferente y tal y como se hacía antaño, te proponemos descubrir 3 recetas de dulces típicos del Día de Todos los Santos.
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