Desde que tenemos uso de razón se nos ha enseñado que hay que decir siempre la verdad. Tanto nuestros padres como familia en general nos han dicho que la mentira nos despoja de nuestra libertad desde el preciso instante que sale de nuestra boca.
Sin embargo, cualquier persona que esté leyendo ahora este artículo seguro que ha mentido alguna vez en su vida con el objetivo de escapar de alguna situación problemática o comprometida.
Entonces, seguro que surge la siguiente pregunta. “¿Hay que ser siempre completamente sinceros? “Pues aunque en términos generales se puede decir que SÍ, a veces no queda otro remedio que ocultar un poco de cierta información para evitar problemas que no llevan a ninguna parte. Y a continuación os contaremos por qué.
Muchas veces mentimos por miedo
Antes de meternos de lleno en las causas de por qué hay que ser –o no– siempre sincero, os vamos a contar la razón por la que el hombre es mentiroso por naturaleza. Cuando vamos adquiriendo cierta edad, empezamos a tener más preocupaciones y responsabilidades que básicamente nos hacen madurar. Es aquí cuando comenzamos a lanzar nuestras primeras mentirijillas hacia nuestros padres o amigos con el objetivo de salir indemnes ante una situación que ha desembocado de la peor de las maneras por nuestra culpa.
Este es obviamente el típico de mentira que hay que evitar. A lo largo de nuestra vida no tendremos más remedio que lidiar con situaciones que seguro que no serán de nuestro agrado. Pero es ahí donde tendremos que mostrar suficiente entereza para enfrentarlas con la mayor honestidad posible. De lo contrario, solo conseguiremos alargar la agonía de manera innecesaria. Y lo peor de todo es que si nos “pillan” nuestro crédito quedará reducido a cero.
Por otro lado, también solemos mentir para seguir formando parte del grupo, de la masa, de todos nuestros semejantes. A veces, nuestra opinión puede diferir de la amplia mayoría. De ahí que a veces la modelemos un poco para así ajustarnos al grupo que nos encontremos. Esto es lo más normal del mundo ya que en definitiva somos seres sociales por naturaleza y por tanto siempre nos gusta integrarnos con los demás con el fin de ser lo más afín a ellos.
En el equilibrio está la virtud
Una vez sabido esto, ¿cuándo está bien entonces ocultar la verdad? ¿Cuándo hay que ser sinceros y cuándo no? Pues como todo en esta vida, en el término medio está la virtud. Vivimos en una sociedad donde los valores de honestidad, sinceridad y fidelidad se han ido perdiendo con el paso de los años. Por ello, desde aquí os decimos que siempre intentéis promulgar con ellos en la medida de lo posible.
No te pierdas: Qué es una persona tóxica y cómo identificarla
¿Significa esto que haya que decir todo lo que se nos pase por la cabeza? Pues está claro que no. En muchas ocasiones no quedará más remedio que ocultar parte de la verdad. No solo por no tener que hacerle frente y salir así airosos. Se tiene que hacer únicamente por el bien común y alejarse de un conflicto que puede estallar en cualquier momento.
Y os ponemos un buen ejemplo de ello. Imaginad que estáis en un avión y a la hora de coger vuestra maleta, os dais cuenta que hay un artefacto explosivo en su interior. ¿Os pondríais de inmediato a gritar a los cuatro vientos lo que acabáis de ver? ¿Empezaríais a gritar por todo el avión lo que habéis de encontrado? Pues seguramente no. Os dirigirías al personal de azafatas para contar lo ocurrido y así ellos puedan actuar en consecuencia. Harías esto para que no reinase el caos. Básicamente por el bien común.
Y esto se puede aplicar a cualquier ámbito de vuestra vida. Aunque como ya os hemos dicho, esto no quiere decir que en ocasiones no quede otra opción que afrontar la realidad. Y es que como ya dijo el filósofo Platón: «Hay que tener el valor de decir la verdad, sobre todo cuando se habla de la verdad».
Comentar