Cuando hablamos de las funciones de la vesícula biliar debemos también hablar –evidentemente- de la bilis, un líquido de color amarillo verdoso producido por los hepatocitos (o células hepáticas), secretado a través del sistema biliar hacia el intestino delgado. ¿Su objetivo principal? Ayudar en el proceso de la digestión y facilitar la absorción de las grasas.
La vesícula biliar es un órgano de pequeño tamaño que suele tener entre 5 a 7 centímetros de diámetro. Es popular y muy característico porque suele tener una forma que recuerda mucho a la forma de una pera. Se encuentra conectado con el intestino delgado mediante la vía biliar común.
El sistema biliar consta de la propia vesícula biliar en sí misma, los conductos biliares y las diferentes estructuras asociadas que participan activamente tanto en la producción como en el transporte de la bilis.
La bilis es excretada del cuerpo a través de las heces, lo que precisamente les confiere el color marrón oscuro a las heces. Existe una condición conocida con el nombre de ictericia, que aparece cuando existen niveles de bilirrubina alta, pigmento de color igualmente amarillo que encontramos en la bilis, y que aumenta en la sangre cuando existen problemas o alteraciones del hígado o de las vías biliares.
¿Cuál es la composición de la bilis?
La bilis está formada principalmente por agua y por productos de desecho del hígado, entre los que nos encontramos con lecitina (fosfolípido), colesterol y sales biliares, que son unos componentes que posibilitan la absorción y la degradación de las grasas.
Las principales funciones de la bilis
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Degrada las grasas y mejora su absorción.
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Permite la digestión.
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Útil en el transporte y la absorción de los productos finales de la digestión.
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Favorece la eliminación de los desechos del hígado: exceso de colesterol y bilirrubina.
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