Cada otoño y cada invierno tiende a ocurrir lo mismo, año tras año: con la llegada del frío, el cambio de estación y también el cambio de hora nuestras defensas tienden a debilitarse, lo que unido a los cambios de temperatura como consecuencia del uso de los calefactores y de los radiadores influyen de manera más o menos decisiva en la aparición de los catarros y resfriados.
Por ello siempre es fundamental mantener unas pautas adecuadas a la hora de prevenir tanto las gripes como los resfriados, y que básicamente podríamos resumir en las siguientes: evitar los cambios bruscos de temperatura, abrigarse bien siempre que vayamos a salir de casa (poniendo especial énfasis en la zona de la garganta, por ejemplo con bufandas o pañuelos largos), lavarnos bien las manos y mantener una buena higiene en este sentido, toser o estornudar siempre en la zona del codo y nunca en las manos…
Pero cuando el resfriado, el catarro o la gripe toca a nuestra puerta y nos visita, uno de los síntomas más comunes es la aparición de los mocos, esos molestos acompañantes que tienden a aparecer unos días después de que nos aparezca las molestias en la garganta.
¿Qué son los mocos?
Los mocos son sustancias viscosas que nuestro organismo produce como método de protección de determinadas superficies de nuestro cuerpo. En el caso de los mocos que surgen ante la presencia de una gripe o de un resfriado, éstos surgen como consecuencia de un ataque bacteriológico, por lo que estamos ante una mucosidad respiratoria.
En este sentido, la mucosidad es producido por un tipo de células conocidas con el nombre de caliciformes, en el aparato de Golgi y el retículo endoplasmático.
El moco es segregado por las membranas mucosas, y está compuesto por altas concentraciones de anticuerpos y por una mezcla de glicoproteínas y de proteoglicanos, con funciones protectoras en el organismo.
Aunque también encontramos otros tipos de moco en otras partes del organismo, como por ejemplo en el cuello uterino (si eres mujer), en el estómago, en los pulmones y en el colon.
¿Por qué se forman los mocos?
A diferencia de lo que pueda llegar a pensarse, y si bien es cierto que tienden a ser bastantes molestos, lo cierto es que el moco es una sustancia completamente natural, de origen biológico, que siempre encontramos en las mucosas. De hecho, siempre los encontramos en la nariz, pudiendo cambiar de color, consistencia, textura y olor dependiendo de la causa que cause su aparición excesiva. En este sentido, podemos identificar varias de estas causas:
- Virus: son los mocos que aparecen por un resfriado común o por una gripe. Estos virus tienden a atacar las membranas nasales, debilitándolas. Nuestro organismo, como forma de deshacerse de todos estos virus y bacterias, genera un exceso de mucosidad para expulsarlos.
- El frío: si en algún momento has pasado un frío más o menos horrible es probable que también te hayas percatado de la aparición de mocos. ¿Por qué? Fundamentalmente porque nuestro cuerpo precisa que el oxígeno que entra en los pulmones se encuentre siempre a temperatura no muy baja, si no el cuerpo envía un mayor número de emisiones sanguíneas con el fin de calentar la zona de la nariz. Esto tiene un efecto claro: se produce un calentamiento del aire, pero como resultado nos produce una gran cantidad de mucosa en la nariz.
- Alergias: como consecuencia de reacciones alérgicas, lo que causan unos efectos que en esencia recuerdan mucho a la mucosidad producida por la gripe o por el resfriado. A diferencia de los virus y bacterias, los estornudos y la mucosidad producidos por la reacciones alérgicas no son contagiosas.
- Llorar: el llanto también nos produce moco, ya que la membrana nasal se estimula y como consecuencia libera mucosidad de forma muchísimo más veloz.
En resumen, los mocos son un medio de protección natural de nuestro organismo. Por tanto, no son negativos ni malos, aunque eso no quita para que sí puedan convertirse en un molesto acompañante.
Imagen | mcfarlandmo
Comentar