El consumo de antibióticos en niños siempre deben ser prescritos por el pediatra, dado que su efectividad depende principalmente en seguir las pautas indicadas por el especialista no solo en cuanto a dosis y cantidad, sino siempre que exista una infección de origen bacteriano.
No obstante, sobre todo en adultos, el consumo de antibióticos se ha disparado en los últimos años, en muchos casos de manera alarmante, ya que suele ser muy habitual tomarlos cuando en realidad no es necesario (porque nos encontramos, por ejemplo, ante una infección vírica en lugar de bacteriana), obviando la importancia de que éstos deben siempre haber sido prescritos por un médico.
De hecho, como ya conocimos en el artículo sobre Los riesgos para la salud de tomar antibióticos sin prescripción médica, si éstos se consumen cuando en realidad no los necesitamos corremos el riesgo de que, en un futuro, las bacterias se tornen más resistentes a los mismos, de manera que terminarán por perder su importantísima eficacia, con los riesgos que ello supone.
¿Qué son los antibióticos y para qué sirven?
Son medicamentos o fármacos útiles en caso de infecciones causadas por bacterias, ya sea impidiendo que éstas se multipliquen o directamente ocasionando la muerte de éstas.
Dependiendo de las bacterias que hayan originado la infección, existen una amplia variedad de antibióticos, los cuales han sido especialmente estudiados para combatir los diferentes tipos de bacterias que existen en estos momentos. Por ello, los antibióticos deben ser siempre consumidos a partir de la debida prescripción médica, y siempre bajo la supervisión del especialista.
En el caso de los niños esto es aún más importante, dado que debemos recordar algo fundamental: los antibióticos son solo útiles -y adecuados- para combatir aquellas infecciones que tengan un origen bacteriano.
Esto significa que los antibióticos no son útiles en caso de infecciones virales. De hecho, cuando el niño sufre una patología de carácter vírico (esto es, provocado por un virus), su sistema inmunitario es capaz de combatir la infección de forma independiente y autónoma con el paso de los días.
La prescripción médica en los antibióticos infantiles es muy importante
Cuando nuestro hijo se pone enfermo lo más común es acudir al pediatra para su valoración y análisis. Si el pediatra así lo considera, sobre todo porque ante los síntomas que el niño/a padece puede sospechar que se trate de una infección bacteriana, prescribirá antibióticos e indicará las dosis y cantidad a administrar al pequeño (esto es, el número de veces al día y en qué dosis).
Por tanto, el tratamiento con antibióticos debe estar siempre prescrito por el médico, siendo importantísimo evitar la «automedicación».
Prestar especial atención a los síntomas
En la valoración pediátrica, el especialista médico valorará los síntomas que tenga el niño. ¿Y cuáles son los síntomas que pueden indicar que el pequeño está sufriendo una infección de carácter bacteriano?:
- Evolución de la fiebre: Cuando una infección es bacteriana lo más común es que la fiebre sea más alta, dure más tiempo y se pueda situar por encima de los 38,5ºC.
- Mucosidad y secreciones: Después de las primeras 24 horas tras la aparición de los primeros síntomas, es habitual que la mucosidad y las secreciones sean más verdosas, amarillentas o purulentas.
- Malestar y cansancio: Cuando la infección es bacteriana es habitual que el malestar y el cansancio sea muchísimo más severo. Duele más el cuerpo, y la fatiga es muy común.
- Presencia de placas: Cuando un proceso es viral no es habitual la producción purulenta al inicio, ni aparecen placas en la garganta. Sin embargo, cuando la infección es bacteriana, sí pueden aparecer placas purulentas.
En ocasiones, cuando la infección es bacteriana pero aún no han surgido placas en la cavidad oral, el dolor de garganta y los síntomas pueden aconsejar la realización de un frotis faríngeo, que consiste en coger una pequeña muestra de la garganta y ayudará directamente a comprobar si la infección es realmente bacteriana.
No obstante, ante la aparición de fiebre muchos pediatras aconsejan esperar unos días antes de comenzar el tratamiento antibiótico, dado que es posible que a los pocos días se pueda notar una mejoría. Si esto ocurre, el tratamiento no es necesario, dado que se tratará de una infección de tipo vírico, al resolverse de manera espontánea en unos días.
¿Cómo administrar el antibiótico al bebé y al niño pequeño?
Como ya te hemos comentado en algún que otro momento a lo largo de la presente nota, es importantísimo seguir las indicaciones dadas por el pediatra, sin saltarnos dosis y siempre respetando las cantidades.
Esto ayudará a que el antibiótico sea eficaz, dado que administrándolo en las cantidades y dosis adecuada, y respetando los horarios de las tomas, conseguiremos que el medicamento se encuentre presente siempre en la sangre, lo que hace que sea eficaz.
Además, no es adecuado recurrir al mismo tratamiento sin antes consultar al médico aunque el niño tenga una infección ya tratada con anterioridad. Incluso aunque los síntomas sean los mismos podríamos equivocarnos, y tratarse en realidad de una infección vírica.
¿Cuáles son los efectos secundarios de los antibióticos en el bebé o en el niño?
Como ocurre con otros fármacos, los antibióticos también tienden a provocar a menudo efectos secundarios. El más común es la diarrea, dado que este tipo de medicamentos suelen irritar el sistema gastrointestinal, además de afectar negativamente a la flora bacteriana intestinal (esto es, las bacterias «buenas» que protegen nuestros intestinos de la colonización de las bacterias perjudiciales).
También es común el cansancio, así como otros trastornos gastrointestinales como los vómitos, la falta de apetito o las náuseas.
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