El incienso ha sido tradicionalmente utilizado desde la antigüedad en ceremonias religiosas, donde se creía habitualmente que poseía distintos poderes másicos capaces de atraer o repeler diferentes energías o espíritus presentes en el ambiente o en la zona donde éste era encendido y quemado. Se trata de una palabra proveniente del latín (“incensum”), que literalmente significa encender o iluminar.
Es bastante probable que su origen lo encontremos inmediatamente después de que el hombre aprendiera a usar el fuego, cuando se percató que determinadas plantas o hierbas, resinas y maderas desprendían fragancias y aromas ciertamente agradables cuando eran quemados. De hecho, debemos remontarnos a “La epopeya de Gilgamesh” (considerado como el primer escrito literario de la humanidad- para encontrarnos con una mención del incienso como ofrenda a los dioses. Aunque la primera mención del incienso la encontramos hacia el siglo XV a.C, y los egipcios lo denominaban como el “aroma de los dioses”.
Desde entonces, el incienso se ha venido utilizando no solo en ceremonias religiosas o espirituales. También, por ejemplo, en muchas casas y hogares con el fin de perfumar una determinada habitación. O incluso como forma de ayudar en el tratamiento natural de muchas afecciones y enfermedades, como por ejemplo es el caso del incienso de eucalipto, útil para desinfectar y refrescar habitaciones donde han estado personas con enfermedades respiratorias infecciosas.
No obstante, un estudio llevado a cabo por la South China University of Technology de Cantón (en China) y publicada en la revista especializada
Springer’s Journal Environmental Chemistry Letters
, ha revelado que el humo del incienso es potencialmente más tóxico que el humo del tabaco, al contener un mayor número de agentes tanto citotóxicos como genotóxicos que el presente en el humo de los cigarrillos, además de determinados componentes mutagénicos relacionados con el desarrollo del cáncer.
Durante las investigaciones se detectó que el 99% del humo del incienso estaba formado por sustancias finas y ultrafinas, en su mayoría altamente tóxicos para la salud, las cuales son inhaladas y quedan atrapadas en los pulmones, pudiendo causar una reacción inflamatoria. De acuerdo a estudios previos, estas partículas estarían igualmente relacionadas con el cáncer de pulmón, el desarrollo de tumores cerebrales y la leucemia infantil.
Eso sí, de acuerdo a los investigadores, se hace preciso un mayor conocimiento y regulación de los distintos riesgos que supone el uso de inciensos en lugares cerrados, sobre todo para confirmar si estas conclusiones se repiten en todas las variedades, y especialmente en aquellas opciones más naturales y elaboradas de forma natural.
La propia Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) alertó hace algún tiempo acerca de la toxicidad del humo resultante de quemar incienso, tras realizar un análisis que concluía que la casa de una persona que habitualmente quema incienso resulta tan tóxica como la de un fumador habitual.
El estudio más bien alerta acerca del uso del incienso en lugares cerrados, donde en definitiva se puede acumular humo. Por tanto, ante más investigaciones que puedan confirmar o no las conclusiones, es aconsejable utilizar inciensos naturales elaborados sin químicos, y siempre en habitaciones o lugares con buena ventilación.
Comentar