Los ganglios (o ganglios linfáticos) son estructuras de pequeño tamaño, encapsuladas y ovales que se encuentran intercaladas en el trayecto de los vasos linfáticos. Es decir, consisten en masas de tejido que encontramos situados a lo largo de las distintas vías del sistema linfático. Se estima que en nuestro cuerpo tenemos más de 500 de estas pequeñas estructuras, y aunque por lo general los encontramos bastante dispersos a lo largo de nuestro cuerpo, sí es cierto que en algunas zonas se tienden a agrupar en mayor número. Es el caso del cuello, las ingles y las axilas.
De forma interna los ganglios están formados por una serie de trabéculas fibrosas a través de las que fluye la linfa, un líquido transparente que recorre los vasos linfáticos procedente de la sangre cuya función principal es la de funcionar como intermediario en los cambios nutritivos entre los tejidos y la sangre. En los ganglios nos encontramos con un nódulo que actúa como barrera contra las infecciones, al actuar como un filtro capaz de destruir tanto las toxinas como los microorganismos.
En el momento en que se presenta una infección los ganglios pueden llegar a aumentar de tamaño y doler. Es lo que ocurre, por ejemplo, cuando tenemos una inflamación o infección de garganta, que en muchos casos ocasiona la inflamación de los ganglios situados en el cuello.
No obstante, cundo la inflamación de los ganglios persiste durante más de 2 semanas sin que exista una causa aparente que ocasione dicho agrandamiento es importantísimo que el médico lo estudie rápidamente, ya que puede ser causado por condiciones y afecciones mucho más graves.
¿Cuáles son las principales funciones de los ganglios linfáticos?
No hay duda que la principal función de los ganglios linfáticos es de tipo inmunitario; es decir, ayudan al sistema inmunológico en la construcción de una respuesta inmune adecuada. Pero su funcionamiento es mucho más complicado: cuando los linfocitos (un tipo de glóbulo blanco) detectan la presencia de patógenos o gérmenes que pueden causar infecciones en nuestro cuerpo, se reúnen con los antígenos en los distintos órganos linfoides, entre los que nos encontramos con los ganglios linfáticos.
Estos antígenos son identificados en los ganglios linfáticos por células especializadas (células B y células T). Cuando los linfocitos de células B se activan como consecuencia de la presencia de un antígeno particular son capaces de crear anticuerpos específicos para ese antígeno, el cual es identificado como un intruso y etiquetado para su posterior destrucción por otras células inmunes. Mientras que, en el caso de los linfocitos de células T, son los principales responsables de la inmunidad mediada por células, participando en la destrucción de patógenos.
Es decir, los ganglios actúan como filtros encargados de filtrar las sustancias dañinas que han llegado hasta los canales linfáticos. Dependiendo del lugar del cuerpo donde estas sustancias se encuentren serán filtrados por unos ganglios o por otros. Por ejemplo, el drenaje linfático de las piernas, pies y músculos son filtrados por ganglios situados detrás de las rodillas y la ingle, mientras que los canales linfáticos de la cabeza, el cuero cabelludo y la cara son drenados por ganglios presentes detrás de las orejas, en la parte posterior de la cabeza y a los lados del cuello.
También existen ganglios linfáticos más profundos que se encuentran en el interior de nuestro cuerpo. Es el caso de los ganglios situados entre los dos lóbulos de los pulmones, los situados cerca de los intestinos, en la pelvis…
Tampoco debemos olvidarnos de otra función importantísima de los ganglios linfáticos: se encargan de filtrar la linfa, recogida por los vasos linfáticos cuando se ha convertido en el fluido intersticial que rodea las células y compuesto de glóbulos blancos los cuales migran de los capilares. También puede contener microorganismos que tras pasar el filtro de los ganglios linfáticos son finalmente eliminados.
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