A todos nos ha pasado alguna vez. De repente, y casi sin esperarlo, nuestra piel muestra un aspecto similar al que presentan la piel de las aves cuando son desplumadas, debido a que el vello se eriza y la piel adquiere un aspecto granulado. Es lo que popularmente se conoce como piel de gallina, aunque es cierto que su denominación médica original es en realidad no tan popular ni conocido: piloerección.
Se trata de una contracción involuntaria de los distintos músculos erectores de los folículos pilosos, lo que significa que en cierto sentido no podemos controlar que nuestra piel se ponga o no de esta forma. Consiste básicamente en una respuesta fisiológica de nuestro organismo.
Esta contracción se activa ante el frío, por una bajada brusca de la temperatura, o cuando experimentamos emociones intensas, por ejemplo a consecuencia del miedo que nos provoca una determinada situación que concebimos como de peligro (ya sea efectivamente real o imaginario), o incluso al encontrarnos ante una situación que nos causa placer: escuchar música, ver determinadas imágenes, hablar con alguien… Incluso la piel se nos puede poner de gallina cuando alguien nos toca y nos acaricia.
Es una reacción que compartimos con otros animales, como por ejemplo es el caso del gato. A este animal también se le erizan los pelos, especialmente cuando se siente amenazado. Y esta es precisamente la función principal que tendría esta respuesta fisiológica: defenderse del animal que podría atacarle al intimidarlo.
También posee una función protectora al proteger a nuestro organismo frente a la bajada de temperaturas, dado que cuando nuestro cuerpo se expone al frío el vello se eriza y los músculos erectores presentes en la raíz del vello se contraen al crearse una capa de aire alrededor del cuerpo que nos protege.
Al parecer cuando nuestra piel se eriza no por frío sino por cualquier otra situación la responsable deberíamos encontrarla en la adrenalina, la cual aumenta la presión sanguínea, acelera nuestro ritmo cardíaco, hace que sudemos en exceso y nos tiemblen las manos, y nos activa y excita provocando la contracción de estos pequeños músculos.
Es por esta última causa por la que muchos científicos creen que la piel de gallina hoy día consiste simplemente en un mero vestigio heredado de antepasados que sí tenían el cuerpo cubierto de pelo, y que en aquellos instantes la piloerección sí presentaba la misma función protectora y defensiva que por ejemplo sigue teniendo para los gatos.
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