Ha llegado el pequeño a casa, lo llenamos de amor y como muchas veces decimos lo convertimos en el Rey de la misma. Lo colmamos de regalos, evitamos que se sienta incómodo, lo mimamos y sin querer tratamos de darle todos los caprichos.
En principio algo que vemos positivo puede transformar a nuestro hijo con el paso del tiempo en un pequeño dictador. Por dictador entendemos aquella persona que abusa de su autoridad y/o trata con dureza a los demás.
El dictador, ¿nace o se hace?
Es cierto que los niños ya desde que se encuentran en las últimas fases del embarazo y al comienzo de sus primeros días traen consigo parte de carga genética que formará su carácter. Pero definitivamente la genética no marca ni convierte a nuestro hijo en un dictador.
A partir de los 6 años de edad y hasta la adolescencia este síndrome puede comenzar a aparecer pudiendo convertirse más tarde en una característica pronunciada de la personalidad en la adultez. Obviamente cuanto más grande sea nuestro dictador más dificultades tendremos de mitigarlo y educarlo con pautas adecuadas.
Síndrome del Pequeño Dictador
Podemos hablar de que nuestro hijo se ha convertido en un pequeño dictador cuando los roles en casa han cambiado. Es el niño el que manda y los padres los que obedecen. El niño el que explota en ira y los padres los que se esconden.
Los hijos los que exigen y los padres los que se rinden. Apareciendo en muchos casos episodios violentos tanto verbales como físicos con el fin de lograr los objetivos.
Detectando al dictador: cómo es habitualmente
Hoy en día, con los horarios apretados y los calendarios sin espacios, muchos papás se ven en la obligación de dejar a sus hijos en la guardería o con algún familiar. En los últimos años el sentimiento de culpa de los papás ha aumentado y como tal “las compensaciones”.
“Como hoy no he visto al niño en todo el día voy a regalarle un juguete”, “voy a dejarle que se acueste más tarde”, “no importa si no recoge”, “se enfada conmigo porque no he estado con él”, “voy a premiarle”… De esta forma el niño no se ve compensado, de esta forma está creando a una pequeña persona que hace y dice lo que quiere estando siempre justificada y sin consecuencias.
A continuación enumeraremos algunas características personales que nos pueden ayudar a reconocer si en casa estamos creando a un pequeño dictador:
- Es hedonista: busca siempre actividades que le reconfortan y le producen placer sin tener en cuenta otras situaciones.
- Es egocéntrico: su centro de pensamiento es él. No repara en otros ni se pone en su lugar.
- Tiene una baja tolerancia a la frustración: en cuanto una situación se le escapa de su alcance o no se realizan las cosas a su modo explota, se amula, grita, patalea, etc.
- Tienen comportamientos de manipulación: son capaces de manipular a las personas que le rodean empleando la pena, la culpa o mintiendo a su favor.
- No tienen sentido de la responsabilidad o este es muy bajo: las tareas han de realizarse para él y él no necesita dar explicaciones de nada a nadie. Ya que se acostumbran a ser justificados constantemente.
Creo que mi hijo es un pequeño dictador, ¿qué hago?
Primeramente ha de reconocerlo. Usted y su familia. Este hecho es complicado ya que tendemos a pensar que no sabemos educar, que somos negligentes y que estamos encima perjudicando cuando creemos que estamos favoreciendo. Nadie nace sabiendo, y a educar se aprende educando.
Una vez reconocido el problema, ponte en acción. Lo más importante es establecer una línea educativa coherente en relación a las personas más cercanas que se están encargando de la educación de su hijo. Es decir, la familia ha de establecer las mismas pautas, castigos, límites y premios para las conductas del niño.
Ten claros los límites y no bajes la guardia. Él tiene que comprender que las fronteras las dibujas tú. No lo justifiques los comportamientos y trabájalos a través de rutinas, rutinas y más rutinas.
Combate los enfrentamientos y los retos de tu hijo con amor y comprensión pero sin ceder en tus límites. No le grites, hazle comprender cómo son las cosas. Reacciona calmado y hazte respetar simplemente no dejando que tu hijo coja terreno que no le pertenece. No entres en discusiones, solo recuerda las normas y repítelas. Sé fuerte y recuerda que la educación es una carrera de fondo y no un milagro.
Trata de enseñarle empatía y siempre sé un ejemplo para él. Trabaja la responsabilidad y la conciencia y repercusión de sus acciones con los demás.
No estás solo, comunícate con la escuela, ellos sabrán cómo orientarte o te remitirán a un especialista en el caso de que este síndrome esté en su punto más álgido.
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