Estás en el supermercado y de repente tu hijo se para, te mira, señala y comienza el espectáculo. Primero con un lloro suave y luego va subiendo el tono mientras los demás clientes le observan para ver qué es lo que hace.
Obviamente, tú miras hacia los lados viendo cómo te juzgan e intentando evitar el desastre. ¿Le doy lo que quiere?, ¿me lo llevo a rastras por la fuerza?, ¿salgo del supermercado y ya vendré después? ¡Socorro!.

¿Qué es una rabieta?
Para la tranquilidad de muchos papás, es importante decir que una rabieta no es el indicio de que un niño sea “malcriado” o “caprichoso”. Es algo normal y natural que aparece sobre todo en niños de entre 0 y 3 años de edad.
La rabieta infantil es el equivalente a la frustración. Imagínese que lleva toda la tarde trabajando en un documento en el ordenador y lleva ya 5 páginas. De repente y sin avisar el ordenador se apaga y usted pierde las horas de trabajo que ha invertido. ¿No te levantas con rabia y algunas palabrotas salen disparadas?, ¿al irte a lo mejor no sueltas un portazo? o quizás sales a la calle a despejarte y no “matar” a nadie.
Ya eres adulto y sabes cómo manejar la situación. El niño aún está aprendiendo y necesita algunas pautas, esa es la única diferencia. Noticia: tu hijo está frustrado.
Lo que no debo hacer para empeorar la rabieta:
- Enfadarse.
- Gritar.
- Emplear la fuerza física.
- Rendirse ante sus peticiones.
Entonces, ¿qué hago?
En primer lugar deje de reprocharse y preguntarse si está educando mal o bien a su hijo y céntrese en esa situación aislada. Tiene usted a su hijo delante, señalando algo del supermercado y aumentando poco a poco su nivel de frustración.

Respire profundamente e intente ponerse en la piel de su hijo por un momento. El primer paso es saber ¿qué quiere exactamente?. Saber si está señalando algo que quiere llevarse a casa o si simplemente quiere enseñarle algo de la estantería para interactuar con usted o llamar la atención. En este caso supongamos que quiere llevarse algo a casa.
Para comenzar evalúa si lo que pide para llevar es inadecuado o no. Usted sitúa la línea y el límite. En el caso que decida llevarse lo que pide no ha de cogerlo hasta que el niño esté tranquilo y entienda que lo lleva porque le parece una buena idea y no por el hecho de que haya llorado. Y en el caso de que no considere oportuno llevar el artículo, baje a la altura de su hijo y tomando contacto visual y tono suave empiece a comunicarse con él.
Explícale que en este caso no se llevarán el artículo porque no lo necesitan. Las explicaciones han de ser cortas concisas y adaptadas al lenguaje y comprensión de su hijo. Probablemente su hijo continúe en desacuerdo y su frustración aumente más, recordemos que es su forma de expresar su fracaso. Es por ello vital que mantengamos la calma para no crear un ambiente aún más estresante.
Tras el no, es importante no volver atrás aunque el niño llore. Una vez tomada la decisión de lo que va a hacer, el niño la tendrá clara aunque patalee y solo deberá ayudarle a manejar su enfado. Si por el contrario cede al enfado, este se dará cuenta de que cuando llora, grita y forma el caos aquello que quiere se hace realidad. De esta forma repetirá esta conducta cuantas veces y tiempo sea necesario para conseguir su objetivo.
Finalmente, dale otra opción o una función. Por ejemplo: “Esto no lo vamos a llevar pero ¿qué te parece coger esto otro y meterlo en el carro? Toma, llévalo tú.”. De esta manera no solo desviamos la atención del comportamiento negativo sino que promovemos un cambio de actividad donde puede sernos de ayuda y él se siente útil.

En el caso de que estos métodos no funcionen no hay que desesperar. Si el niño continúa con su rabieta simplemente nos acercaremos y le daremos una orden sencilla sin enfado como: “cuando dejes de llorar te escucho” e ignorar el comportamiento negativo.
Pero una vez que el niño abandone esa conducta, rápidamente lo atenderemos sin perder la tranquilidad y nos centraremos en calmarlo, ya que tras la rabieta lo que nuestro hijo suele demandar es cariño.
Estos pasos a seguir no siempre son sencillos, ya que los adultos tenemos a la espalda ciertos horarios y tratamos de realizar las actividades con la mayor eficacia posible. Pero si nos paramos y por un momento nos adecuamos al ritmo de nuestros hijos, las rabietas irán en disminución o cada vez estas serán más cortas a lo largo del tiempo y más controladas. Así, por un lado nuestro hijo aprenderá a auto-controlarse y por otro evitaremos esas situaciones incómodas.
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