Ir paseando por la calle y ver a niños bien vestidos y bien arreglados es algo que siempre nos enternece y hace que no fijemos en qué llevan puesto. Camisetas de mil colores, pantalones con dibujos, playeras que se iluminan al andar o que incluso hacen ruido, coletas que desafían a la gravedad, etc. Sin embargo, las vestimentas de los niños están cambiando poco a poco.
Lejos quedan los chándal de demasiados colores como para identificarlos todos y que incluso servían para enseñar a los niños toda una gran variedad de matices y tonos. Hoy en día lo que se estila es vestir a los niños como mayores.
Si observamos con atención las tiendas de moda, veremos que en sus escaparates se presentan niños vestidos tal y como marcan las “tendencias” de la moda para los adultos. Cuando nos fijamos vemos esos gorros y gorras colocados con estilo, un calzado incluso con un poco de tacón y hasta pañuelos decorativos. En el escaparate se ve entrañable, pero, ¿son adecuadas esos tipos de prendas para nuestros hijos?
Poniendo guapos a nuestros hijos
Salir a la calle con nuestro hijo es siempre una tarea que conlleva atravesar por parques, subirse en bancos, bajar, caerse al suelo, etc. Nuestro consciente está informado de lo que va a suponer, pero nuestro subconsciente quiere vestir a nuestro hijo prácticamente como un muñequito. He ahí la disyuntiva cuando nos acercamos al armario para elegir la ropa.
¿Qué ropa le ponemos? Desde nuestra visión de adultos, uno tiene que salir a la calle bien conjuntado, bien peinado y bien perfumado. Elegimos tipos de prendas dependiendo del tipo de actividad que vayamos a desempeñar. Los tacones en el gimnasio están descartados así como las bermudas y zapatillas lo están en nuestro puesto de empleo.
Si nosotros tenemos tan claras las cosas a la hora de elegir nuestro vestuario, por qué no nos ponemos en el lugar de nuestro hijo para saber qué debemos de ponerle. Hemos de analizar las actividades que nuestro hijo va a llevar a cabo a lo largo de esa salida y ponernos “en sus zapatos”.
Ir al parque para un adulto supone sentarse y acompañar a nuestro hijo mientras juega y se socializa, en este caso podríamos ponernos unos vaqueros ajustados. Sin embargo, para la misma salida al parque, ¿por qué no le ponemos unos vaqueros apretados a nuestros hijos con los que están tan guapos y crean estilo? La respuesta, una vez analizada la situación, se nos presenta bastante clara: “en el parque ropa de deporte”.
Las actividades que va a desarrollar nuestro hijo en el parque no son otras que trepar, arrastrarse, tirarse por toboganes, acercarse a las plantas, observar las hormigas y básicamente limpiar el suelo con la ropa que lleve puesta. Sabiendo eso tenemos que elegir un buen vestuario que se adapte a estas necesidades, ya que llevar el atuendo equivocado no solo nos producirá estrés y preocupación por el estado de la ropa sino que además coartará a tu hijo a la hora de realizar determinados movimientos y actividades. Si tu hijo no está cómodo no disfrutará de la misma forma y no se relacionará con los demás con la misma libertad.
Por tanto, debemos de ajustar el vestuario de nuestros hijos a las necesidades que estos vayan a tener.
Algunos inconvenientes de vestir a nuestros hijos como adultos
A parte del aspecto básicamente funcional que ya hemos expuesto, aparecen otros factores que psicológicamente pueden afectar a tu hijo: demasiada preocupación por su apariencia física, distanciamiento de su infancia y en algunos casos hipersexualización.
Con respecto al primer apartado, estamos continuamente recordándole a nuestro hijo que la apariencia física es más importante que otras acciones como pueden ser: jugar o comer un helado disfrutando de un atardecer. La asociación adulta de “la belleza cuesta”.
Nuestro hijo en su sistema de valores invertirá la importancia de disfrutar de los momentos por estar guapo. Como adultos nosotros sabemos discernir, pero el mensaje que les llega a ellos es este.
Por otro lado, al vestir como adultos, los niños se ven identificados con personas mayores. Sus iguales, la gente que viste como ellos tiene 20 o 30 años. Por tanto, las actividades que imitan y pretenden conseguir se asemejan a adultos olvidando en algunos aspectos su niñez y “creciendo demasiado rápido”.
Finalmente cuando hablamos de hipersexualización, nos referimos a aquellas ropas totalmente inadecuadas como minifaldas, escotes o espaldas al aire. También incluimos el maquillaje como parte de este fenómeno.
A través de la televisión y el cine los niños observan y reconocen un tipo de vestuario asociado a estereotipos y personas afianzadas en su sexualidad. Introducir este tipo de prendas en su vestuario hace que estos se preocupen y tengan en cuenta su sexualidad mucho antes de estar preparados para su comprensión y desarrollo madurativo.
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