Nuestro bebé se hace mayor. Comienza a abandonar la cuna y carro que tan cómodo nos resultaba para controlarlo y decide echarse a andar y recorrer el mundo sin límites. Hasta hacía poco bastaba con colocar la cuna lejos de elementos peligrosos y atender el cochecito mientras jugábamos con él, pero… resulta que ahora ¡mi entorno es un peligro en potencia!
Esquinas, escaleras, fuegos, cuchillos, hermanos mayores, moquetas, etc. De repente nos damos cuenta de que todo lo que vemos puede convertirse en un accidente. Así que comenzamos a colocar esquineros, barreras y bloqueos a través de la casa añadiendo no perder a nuestro hijo ni medio segundo de vista.

Esta es una nueva situación y es normal que en un principio se convierta en una pequeña obsesión, pero ¿podemos protegerlo de todo? ¿Y si lo llevamos a casas de amigas? ¿Y en el parque?
Consejos útiles que te ayudarán en casa cuando tu bebé comienza a dar sus primeros pasos
La necesidad de enseñar el peligro
En el mundo real, que es donde estamos criando a nuestros hijos y no debemos de olvidar, existen peligros que se nos escapan y son imposibles de predecir. De esta forma al igual que enseñamos a nuestro hijo a comer solos o ir al baño de forma autónoma, debemos de enseñarles lo que es el peligro.
Al comienzo de su experimentación del entorno el niño no tiene topes, todo se puede tocar, chupar o lanzar. Nuestro deber es enseñarle que NO TODO ES POSIBLE. Debemos de hacerle entender que hay cosas que pueden herirle y que no son adecuadas. De esta manera, con empeño y dedicación, no serás tú el que aleje a tu hijo compulsivamente de los peligros en potencia, sino será él el que los esquive de forma segura.
Adaptando la casa
Enseñar el peligro no significa no prevenir accidentes. Por ejemplo, si en casa hay una escalera, en los primeros momentos que el niño aún no tiene el desarrollo psicomotriz adecuado para enfrentarse a ellas, debemos de situar una barrera.
Pero pese a que la barrera esté puesta, deberemos explicarle al niño a través de señas y palabras el por qué de la valla. En el momento en el que el niño ya sea capaz de subir y bajar escaleras, esa valla ya nos será inútil y deberemos de enseñarle cómo bajar de forma segura o explicarle que sin un adulto no ha de bajar. Debemos de hacerle responsable de sus acciones.

Este ejemplo podemos traducirlo en objetos como jarrones o incluso cajones. Lo que no debemos de hacer es que al comienzo de su exploración de repente y de forma mágica todos los objetos que estaban en casa ya no estén a su alcance y que todo lo que tiene alrededor esté prohibido o tenga cierres de seguridad.
En otras palabras, no podemos convertir nuestro salón en una cuna gigante. Debemos de mostrarle los objetos que hay y a base de paciencia y repetición explicar aquellos que son adecuados y los que no lo son.
Mi hijo va directo a los peligros, ¿qué hago?
Los niños no tienen consciencia del peligro como decíamos con anterioridad, y si te fijas un poco más, probablemente la frecuencia de acercamiento a los peligros es menor que la ansiedad que eso nos provoca.
Es importante ser insistentes, repetir sin enfadarnos y razonar a su nivel. Es normal que en los primeros meses de experimentación las palabras ESO NO se apodere de nuestra boca, por eso es necesario buscar una alternativa de exploración.
Explorar no es peligroso
Recordemos que el niño está explorando y pongámonos por un momento en su lugar. Todo aquello a lo que se dirige es un NO, todo lo que quiere ver de cerca es un NO y todo lo quiere tocar es un NO aún más grande si cabe. Así es imposible investigar y aprender. Nuestro deber es darle una alternativa.
Por ejemplo, en casa tenemos una cómoda con cuatro cajones. No queremos que el niño abra 3 de ellos, así que le enseñamos que esos 3 cajones no se han de abrir, pero que el cuarto cajón SÍ se puede y además ahí puede guardar sus cosas.

En primer lugar le enseñamos lo que hay en los 3 cajones a los que no ha de acceder porque son de papá y mamá (los secretos producen curiosidad y lo prohibido es más atractivo). De esta manera él ya sabrá qué hay y cuando se dé cuenta de que no son interesantes y añadiendo la norma explicada y repetida finalmente acabará por no abrirlos.
Pero no abrir esos 3 cajones no le implicará la frustración de no saber qué es un cajón, cómo se abre o para qué sirve y sus necesidades de exploración quedarán satisfechas.
Así, si enseñamos lo que es el peligro en lugar de prohibir lo que consideramos peligroso, cuando el niño visite otros lugares con otras normas las aceptará y evitará aquello que se le ha enseñado como peligroso (acceder a la cocina, jugar con los enchufes, abrir cajones sin permiso, etc.), lo que nos proporcionará más tranquilidad y reducirá las probabilidades de que los accidentes ocurran.
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