Según la Agencia de Normas Alimentarias del Reino Unido (FSA por sus siglas en inglés) sí: es peligroso lavar el pollo. De hecho se trata de una práctica muy habitual en muchas casas, que lejos de ser aconsejada es cuanto menos poca recomendada.
Y es que al parecer lavar el pollo antes de cocinarlo aumenta el riesgo de propagación de la bacteria campylobacter en las manos, la ropa, la superficie de trabajo de la cocina y los utensilios a través de las salpicaduras de gotas de agua.
Entre las razones más comunes por las que las personas lavan el pollo antes de cocinarlo nos encontramos con la eliminación de los posibles gérmenes que pueda tener el animal, o porque simplemente se había hecho con anterioridad (es decir, se ha convertido en un hábito más que en un procedimiento de higiene).
Las bacterias pertenecientes al género Campylobacter se suelen transmitir precisamente a través de alimentos y aguas contaminados (como aves crudas, vegetales frescos o leche sin pasteurizar), pudiendo infectar el tubo digestivo y causar diarrea, fiebre y retortijones abdominales.
Los síntomas tienden a aparecer entre uno a siete días después de la ingesta del alimento o los alimentos contaminados, siendo habitual que la diarrea sea líquida al principio, para luego contener algo de sangre y mucosidad. En ocasiones el dolor abdominal tiende a ser uno de los síntomas más graves, ya que es habitual confundir esta infección con un problema de páncreas o apendicitis.
¿Cómo prevenir la infección por campylobacter?
En realidad es muy sencillo, ya que como indica la FSA una de las claves está en no lavar el pollo antes de su cocción, y sí cocinarlo bien y comerla mientras la carne aún se encuentre caliente.
Por otro lado, después de haber tocado carne cruda es recomendable lavarse bien las manos a conciencia, limpiar bien las tablas de cortar, la encimera y los distintos utensilios de cocina que hayan entrado en contacto con la carne cruda, siempre con agua caliente y jabón.
Vía | BBC
Imagen | Adam Greig
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