Recientemente conocíamos el terrible caso de Maria Strydom, una mujer australiana de 34 años que falleció durante el descenso del Everest, después de alcanzar los 8.848 metros de altitud con su marido y regresar rápidamente tras comenzar a sentirse mal. ¿Su objetivo? Demostrar que los veganos son «débiles» y se encuentran «malnutridos», ya que «al escalar las siete cumbres queremos demostrar que los veganos pueden hacer cualquier cosa y más».
Por desgracia, Strydom falleció no precisamente por ser vegana y estar débil o malnutrida. Murió como consecuencia del conocido como mal de altura, una afección también conocida con el nombre de mal de montaña, y que cada año afecta a cientos de personas en todo el mundo.
De hecho, para padecerlo no es necesario ser excursionista, alpinista o escalador y llegar a montañas y cimas tremendamente altas. Basta con situarse a una gran altura (más de 3.000 metros), y simplemente viajar a ciudades que se encuentran situadas a altura, como por ejemplo es el caso de La Paz de Bolivia o la ciudad de México.
¿Qué es el mal de montaña?
El conocido como mal de montaña o mal de altura (también se conoce como mal de montaña agudo) consiste en una enfermedad que afecta a todo aquel que asciende demasiado rápido de una montaña o ciudad que en definitiva se encuentra a gran altura (generalmente más de 3.000 metros).
Por ello se trata de una enfermedad que no solo afecta a alpinistas, esquiadores y excursionistas, sino también a meros y simples viajeros.
Es decir, se trata de una serie de reacciones físicas que nuestro cuerpo produce como consecuencia de la exposición a la baja presión de oxígeno, la cual existe siempre a una gran altitud.
¿Cuáles son sus causas?
Se trata de una enfermedad que aparece como consecuencia de la combinación de la baja concentración de oxígeno -tan común en las grandes alturas- y la reducción de la presión atmosférica.
Como vemos, no se trata de una enfermedad que afecte a la persona en función de su forma física, sino que puede afectar incluso a deportistas experimentados y con buena complexión y rendimiento físico.
La disminución brusca de oxígeno ocasiona graves alteraciones en nuestra salud, de forma que si esa disminución se mantiene durante un tiempo excesivo no solo causa síntomas relacionados con el mal de montaña, sino que puede ocasionar la muerte.
Los síntomas del mal de altura
Debemos diferenciar entre los síntomas leves y los síntomas graves. Así, por ejemplo, dentro de los síntomas leves podemos mencionar cefaleas, náuseas, vómitos, pérdida del apetito, insomnio, mareo, sensación de vértigo, dificultad para respirar (que empeora con el esfuerzo físico), pulso rápido y fatiga.
Entre los síntomas graves o muy graves podemos mencionar: expectoración de sangre, coloración azulada de la piel, confusión, edema pulmonar o cerebral, disminución del estado de la conciencia, incapacidad absoluta para caminar y confusión.
¿Cómo se previene?
La prevención es sencilla y eficaz en la mayoría de las ocasiones. En este sentido, se debe someter al organismo a un periodo de aclimatación antes del descenso, lo que ayuda a que nuestro cuerpo se vaya adaptando a las bajas presiones de oxígeno.
No debemos olvidarnos que precisamente el mal de montaña se produce como consecuencia de ascender de forma rápida de una altura determinada a otra mayor y permanecer en ella durante un tiempo sin llevarse acabo una aclimatación previa adecuada.
Por ello, en caso de aparición de los síntomas el tratamiento básico consiste en intentar descender a altitudes más bajas cuanto antes, aplicando oxígeno en mascarilla y haciéndolo además mediante un determinado equilibrio racional de seguridad.
Por otro lado, si los síntomas son leves se debe mantener reposo sobre el mismo terreno durante las 24 a 48 horas siguientes, manteniendo una dieta rica en azúcares y una buena hidratación.
Sin embargo, si los síntomas empeoran o son más graves debe iniciarse rápidamente el descenso de la persona afectada a la menor altura posible (suele ser suficiente con un descenso de aproximadamente 400 metros), administrar oxígeno a través de mascarilla, así como analgésicos y acetazolamida para el tratamiento del insomnio de altura.
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