Son muchas las diferentes enfermedades que pueden afectar al hígado, un órgano importantísimo que entre otras funciones vitales participa en una amplia variedad de funciones tanto metabólicas como hormonales. Por ejemplo, se encarga del metabolismo de las grasas y de los hidratos de carbono, almacena las vitaminas liposolubles (A, D, K y E) y el glucógeno, destruye los tóxicos procedentes de aquellos desechos producidos de forma natural por nuestro cuerpo (como es el caso del amoníaco), y destruye los glóbulos rojos y blancos envejecidos.
Uno de los trastornos que más tienden a afectarle es la cirrosis hepática. Se trata de una lesión crónica del hígado que se caracteriza por la acumulación de cicatrices (nódulos fibrosos) en el tejido, los cuales interfieren de forma negativa tanto en su estructura como en su funcionamiento normal. Este cúmulo de cicatrices complica la correcta circulación sanguínea a través del hígado, lo que genera hipertensión portal de la vena porta, de manera que para liberar presión en la vena se generan vasos sanguíneos colaterales fuera del órgano.
Estos vasos sanguíneos tienden a formar varices tanto en el estómago como en el esófago, mientras que al ser tan frágiles son mucho más propensas a romperse ocasionando hemorragias muy intensas y difíciles de detener.
¿Cuáles son las principales causas de la cirrosis hepática? Fundamentalmente el alcoholismo, la hepatitis C y la obesidad. En este último caso tiene mucho que ver el hígado graso, una enfermedad que cada año aumenta de forma alarmante y que consiste en la acumulación excesiva de grasa en este órgano como consecuencia del exceso de peso.
El problema de la generación de vasos sanguíneos colaterales es doble, dado que por un lado llegaría menos sangre al hígado lo que ocasiona más daño hepático, y por otro los vasos sanguíneos serían de mala calidad. En un intento por reparar las lesiones las células hepáticas trabajan de forma activa, pero al final esta regeneración que en otros momentos es muy beneficiosa y positiva, se convierte en un círculo muy negativo.
Según hemos sabido en el día de hoy, investigadores del Instituto de Investigación Biomédica de Barcelona acaban de descubrir un posible tratamiento médico para la cirrosis, descubriendo que la proteína CPEB4 sería la molécula a inhabilitar con el fin de evitar que se generen nuevos vasos sanguíneos anómalos cuando existe cirrosis.
En palabras de los investigadores, un tratamiento o terapia médica dirigida a revertir los vasos sanguíneos colaterales sería eficiente.
¿Cómo es el tratamiento médico actual para la cirrosis hepática?
Hasta el momento nos encontramos ante una enfermedad irreversible. Por tanto, el tratamiento y los consejos o medidas a seguir persiguen el objetivo de que se detenga el daño hepático en la medida de lo posible.
Así, por ejemplo, es fundamental limitar el uso de fármacos y dejar el alcohol, siendo de vital importancia evitar otras enfermedades que causan lesión del hígado como por ejemplo es el caso de las hepatitis víricas A y B, además de otras como la neumonía neumocócica o la propia gripe.
La administración de fármacos ayudan a reducir la presión venosa en pacientes con varices esofágicas, con el fin de evitar que se rompan y que produzcan hemorragias intensas. Mientras que la encefalopatía hepática se trata con antibióticos y laxantes con el fin de reducir los niveles de amoníaco en la sangre.
Fuente | 20 Minutos
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