Existen distintas afecciones y trastornos que pueden ocasionar que nuestro organismo retenga más líquido de lo normal. Es lo que habitual y popularmente se conoce como retención de líquidos, la cual médicamente es denominada como edema, consistiendo en la acumulación excesiva de líquidos en los distintos tejidos.
Debemos tener en cuenta que el agua es el elemento fundamental y más abundante en nuestro organismo. Lo encontramos en el líquido intracelular (en el interior de las células), y también en el líquido extracelular (el que está fuera de las células). A su vez, debemos mencionar la presencia del líquido intersticial, que es aquel que baña las células y el plasma, que es el líquido que forma parte de la sangre.
Así, el organismo posee un sistema capaz de regular tanto la filtración como la reabsorción de agua no solo entre esos espacios intersticiales, sino también entre los distintos vasos sanguíneos y los tejidos. Se trata de un sistema que se basa en dos tipos de presiones. Por un lado nos encontramos con la presión osmótica, que es la que tiende a conducir el agua más concentrada hacia la menos concentrada. Y la presión hidrostática, que es aquella generada por el propio sistema cardiovascular.
De esta forma, cuando este sistema tiende a fallar y el agua comienza a infiltrarse en los diferentes tejidos del organismo se queda acumulada, produciéndose lo que en esta ocasión se conoce como retención de líquidos.
Sus causas son en realidad muy variadas, y podemos encontrar causas tanto patológicas como no patológicas. Por ejemplo, el calor puede dilatar los vasos sanguíneos y favorecer la salida de agua de los mismos, impidiendo que los tejidos sean capaces de absorberla. Estar mucho tiempo de pie o sentado pueden influir en la acumulación de líquidos, así como mantener una alimentación rica en sal y con bajo contenido proteico.
También podemos encontrarnos con otras causas que sí pueden ser consideradas como patológicas. Las más habituales son los desequilibrios hormonales, o determinadas enfermedades como la insuficiencia venosa, cardíaca o renal. A su vez, también influye la existencia de una mala circulación sanguínea.
En estos momentos nos encontramos con los diuréticos, que son sustancias que se utilizan habitualmente en el tratamiento médico de la retención o acumulación de líquidos, ya que como veremos a continuación, ayuda a que nuestro organismo sea más efectivo a la hora de eliminar el agua y el sodio.
¿Qué son los diuréticos?
Explicado de forma más o menos sencilla y sobre todo rápida, podemos definir a los diuréticos como toda aquella sustancia capaz de aumentar la secreción y la excreción de orina. Es decir, facilitan o aumentan la eliminación de orina.
Son especialmente útiles en el tratamiento médico de la acumulación de líquidos en el organismo, dado que ayudan a reducir el volumen de agua al incrementar la producción de orina por parte de los riñones, para posteriormente eliminarla fuera del cuerpo.
No solo podemos encontrarnos con medicamentos diuréticos -o fármacos diuréticos-, que son los expresamente prescritos por el médico para el tratamiento de la retención de líquidos. ¿Sabías que también existen alimentos con capacidad diurética que ayudan a aumentar la diuresis del organismo? Es el caso, por ejemplo, de determinadas verduras, hortalizas, frutas y plantas, que aumentan la acción de los riñones para la producción de una mayor cantidad de orina.
Ocurre lo mismo con determinadas bebidas, como podría ser el caso de determinadas infusiones y tés elaboradas con plantas medicinales diuréticas, así como bebidas comunes, como el mate o el café.
¿Para qué sirven los diuréticos?
Como hemos visto, los diuréticos ayudan a aumentar la diuresis del organismo, previniendo, evitando o reduciendo la acumulación excesiva de líquidos en los tejidos. Pero no solo son médicamente recetados para el tratamiento de la retención de líquidos.
En definitiva, son utilizados también para afecciones y trastornos relacionados con la aparición de edemas, o que pueden influir en su aparición.
Por ejemplo, se usan médicamente en el tratamiento de la hipertensión arterial, determinadas enfermedades o afecciones tanto de los riñones como del hígado, la insuficiencia cardíaca, la diabetes insípida, o la prevención de cálculos renales.
Principales contraindicaciones de los diuréticos: ¿cuándo no son adecuados tomarlos?
A pesar de que los diuréticos sean útiles en el tratamiento de la retención de líquidos, existen algunas contraindicaciones que hacen que su consumo no sea recomendado en determinados momentos o ante determinadas condiciones. Las más importantes son las siguientes:
- Hipotensión o descompensación de la tensión arterial.
- Deshidratación y pérdida de electrolitos.
- Consumo de alcohol. No se aconseja el consumo de fármacos diuréticos con bebidas alcohólicas, ya que el alcohol ya causa en el organismo una excesiva eliminación de líquidos.
Por tanto, siempre que se vaya a consumir algún fármaco con acción diurética es fundamental preguntar a nuestro médico.
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