La fiebre es considerada médicamente como el aumento de la temperatura corporal por encima de lo considerado como normal, causado principalmente por un evento fisiopatológico (ya sea por una inflamación o por una infección). Es decir, no se debe confundir con la hipertermia (que es el aumento de la temperatura por encima del valor hipotalámico normal por fallo de los sistemas de evacuación de calor, como por ejemplo un golpe de calor).
La temperatura normal del cuerpo humano oscila entre los 35 y los 37ºC, aunque debemos tener en cuenta que la fiebre en sí misma no es en absoluto perjudicial, ya que es la forma que tiene nuestro cuerpo de combatir las infecciones.
A la hora de tomar la temperatura del niño, es posible hacerlo por vía oral, rectal o axilar. En nuestro caso, si aún tienes termómetros de mercurio, te aconsejamos utilizar un termómetro digital.
La fiebre en el bebé y en el niño
Generalmente, la mayoría de los diferentes episodios febriles que presentan los niños, tienden generalmente a concentrarse en la etapa que va de los 12 meses a los 3 años de edad.
Precisamente por el miedo a que los más pequeños enfermen, muchos padres suelen alimentar a sus hijos en exceso, lo que favorece en gran medida el desarrollo de fiebres víricas, fruto de la reacción a tanta ingesta.
Cuando el bebé o el niño presenta fiebre, lo más recomendable siempre es acudir al pediatra, el cual lo valorará y le prescribirá las pautas o medicamentos que la madre de adquirir.
En ocasiones, se debe recurrir al Diacepam intravenoso o en microenemas, pero sólo en contadas ocasiones.
En cualquier caso, lo más recomendable siempre es que el pequeño descanse para que se recomponga de la fiebre, siguiendo los consejos básicos aportados por el pediatra.
Por otro lado, debemos tener en cuenta que la fiebre no constituye por sí misma una enfermedad sino un síntoma de que algo no marcha bien. Es la reacción normal y útil del organismo que lucha contra los microorganismos que lo atacan.
No es por tanto indispensable concentrar toda la atención en el termómetro y los esfuerzos en hacerla bajar a cualquier coste. Por otro lado, ciertos virus mueren por encima de los 39 grados y en cambio continúan desarrollándose a los 37 grados.
El termómetro sube muy deprisa en los niños, pero la fiebre no es proporcional a la gravedad de una enfermedad, ya que hasta una triste rinofaringitis o una exposición prolongada al sol, por ejemplo, hacen subir la temperatura a 40 grados.
Cómo tomar la temperatura del niño de forma correcta
Cómo tomar la temperatura del niño por vía oral
Si el niño es mayor, y está dispuesto a cooperar, es una de las formas para medir la temperatura más sencilla:
- Coloca el extremo del termómetro bajo la lengua y pide a tu hijo que cierre los labios. Si es necesario, pídele que se relaje y respire por la nariz con normalidad.
- Espera hasta que el termómetro digital reproduzca el número de pitidos que indica que ya se ha tomado la temperatura.
- Lee el número que aparece en la pantalla y anótala, teniendo en cuenta también la hora del día.
Cómo tomar la temperatura del niño por vía axilar
Aunque tiende a no ser tan precisa como la temperatura oral o rectal, es útil cuando el pequeño no puede sostener el termómetro en la boca:
- Quítale a tu hijo la camiseta o camisa que lleve puesta y ponle el termómetro en la axila.
- Dobla el brazo del pequeño sobre el pecho, para sujetar mejor el termómetro.
- Espera hasta escuchar el número de pitidos del termómetro. Apunta el número que aparece en la pantalla y la hora del día.
Cómo tomar la temperatura del niño por vía rectal
- Lubrica el extremo del termómetro con un lubricante (por ejemplo vaselina).
- Coloca a tu hijo boca abajo sobre su regazo o sobre una superficie plana y firme, o bien boca arriba con las piernas dobladas con el pecho.
- Con la otra mano inserta el termómetro en la abertura anal, con cuidado. Sujétalo entre el dedo medio y el anular.
- Espera hasta escuchar el número de pitidos del termómetro. Apunta el número que aparece en la pantalla y la hora del día.
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Cuestiones que deberás tener en cuenta
Es necesario vigilar la fiebre de los más pequeños por el riesgo de convulsiones. Las causas de la fiebre pueden ser diversas:
- Un niño muy abrigado, expuesto durante mucho rato al Sol o en una estancia muy caliente.
- La salida de los primeros dientes.
- Una infección respiratoria o una reacción a una vacuna.
A veces la fiebre no viene acompañada de otros síntomas y puede desaparecer en 24 o 48 horas. Si ésta persistiera, es necesario acudir al pediatra y, en especial, en el caso de las niñas, ya que puede deberse a una infección de orina.
En espera del médico que pueda diagnosticar la causa y actuar al respecto, los padres pueden seguir estas recomendaciones:
- Comprobar la temperatura de la estancia, que debe estar entre los 18 y 19 grados.
- Mantener al niño con poca ropa y sin tapar.
- Darle un baño de unos diez minutos, la temepratura del agua será uno o dos grados más baja que la del niño, en el caso de que haya mucha fiebre.
- Colocarle sobre frente y muñecas una toalla mojada en agua fría y escurrida.
- Es bueno que beba agua fresca o zumos.
- No obligarle a comer.
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