A diferencia de lo que en muchas ocasiones se piensa, la realidad es que la diabetes sí es una enfermedad grave, que aunque no tiende a causar la muerte (sobre todo como causa directa en sí misma), sí tiende a ocasionar la aparición de determinadas complicaciones que pueden derivar finalmente en ella.
En cualquier caso, lo cierto es que la diabetes es una enfermedad crónica que en caso de no ser controlada puede derivar en serias consecuencias y en graves problemas de salud. Por ello cada vez más especialistas médicos la consideran como una enfermedad seria, que tratada debidamente no tiene por qué dar problemas.
Explicado de forma breve y sencilla, podríamos definir a la diabetes como una enfermedad que aparece cuando nuestro páncreas no es capaz de producir insulina normalmente, o cuando la produce pero nuestro cuerpo no puede hacer un buen uso de ella.
La insulina es una hormona tremendamente importante, dado que actúa como si de una llave se tratara, para que la glucosa de los diferentes alimentos que consumimos pasen de la sangre a las células, para producir energía. Pero cuando nuestro cuerpo no es capaz de utilizarla o de producirla, nuestros niveles de glucosa en sangre aumentan (lo que médicamente es conocida como hiperglucemia).
Volviendo nuevamente al caso que nos ocupa, y particularmente a las distintas complicaciones que la diabetes podría llegar a producir, entre las más habituales y frecuentes nos encontramos con las siguientes:
- Enfermedades del corazón: tales como enfermedades coronarias, ataque cardíaco, insuficiencia cardíaca y cardiomiopatía diabética.
- Disminución de la visión y ceguera: ya que el aumento de la glucosa en sangre, y su mantenimiento a lo largo del tiempo, ocasiona daño en los ojos (particularmente en la retina).
- Derrame cerebral: se produce cuando el flujo de sangre se detiene a parte del cerebro, causando un daño al tejido cerebral.
Otra de las consecuencias graves que la diabetes produce con el paso de los años es la conocida como nefropatía diabética, que se traduce en algo muy sencillo: alteraciones y daños al riñón causados por el aumento de la glucosa en sangre, y su mantenimiento a lo largo del tiempo.
¿En qué consiste la nefropatía diabética?
La nefropatía diabética, también conocida con los nombres de glomeruloesclerosis diabética o enfermedad de Kimmelstiel-Wilson, consiste en una enfermedad renal o daño que ocurre en personas que tienen diabetes. Es decir, cuando el control de la glucosa en sangre (así como otros factores asociados) no ha sido el adecuado es común que se produzcan alteraciones en el riñón.
De hecho, la enfermedad renal es tremendamente común en las personas con diabetes, de manera que entre las causas principales de insuficiencia renal la diabetes es una de las más comunes, suponiendo en torno a un 44% de los casos. Forma parte de las complicaciones crónicas asociadas a la diabetes.
Existen distintos factores que favorecen el daño renal en las personas con diabetes. Por ejemplo, el tiempo de evolución de la diabetes, de tal forma que cuanto más tiempo haya pasado desde su diagnóstico el daño en los riñones es mayor. Es común que la nefropatía aparezca en la mitad de los diabéticos luego de 20 años del comienzo de la enfermedad.
La presencia de hipertensión arterial es considerada como uno de los factores de riesgo más comunes.
También influyen otros factores, como la presencia de un exceso de peso (sobrepeso y obesidad) y hiperlipoproteinemia.
¿Produce síntomas?
Por desgracia, cuando comienza la nefropatía diabética no produce síntomas, lo que hace tremendamente difícil su diagnóstico hasta transcurridos unos años, cuando el daño y la alteración renal ya ha avanzado mucho.
Por ello es importantísimo que las personas diabéticas se realicen analíticas periódicas tanto de sangre como de orina (al menos una vez al año) con el objetivo de conocer el estado de los riñones y detectar de forma precoz la pérdida de proteínas en orina inadecuada.
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