El diagnóstico de un pólipo puede conllevar la aparición de una amplia diversidad de dudas, de preguntas, y sobre todo de temores ante el desconocimiento que la persona puede tener sobre él, en especial cuando tendemos a relacionarlo casi erróneamente con el cáncer.
Pero debemos en primer lugar dejar algo claro: la presencia de un pólipo NO se encuentra relacionado con lesiones cancerosas. No obstante, sí es posible que dicho pólipo pueda convertirse en una posible lesión cancerosa, de manera que muchos médicos aconsejan extirparlos para garantizar que no producirán supuestos daños en un futuro.
¿Qué es un pólipo?
Un pólipo básicamente consiste en un crecimiento excesivo de tejido. Se trata, por tanto, de una masa benigna, que puede llegar a desarrollarse en prácticamente todas las áreas y zonas de nuestro organismo que se encuentran cubiertas por mucosas.
Así, por ejemplo, es habitual que normalmente aparezcan en zonas como el colon, recto, la vesícula biliar, la nariz, la garganta, los pulmones o los riñones. En el caso de las mujeres también es posible encontrar pólipos en el endometrio (el tejido que recubre el útero).
En su gran mayoría los pólipos se encuentran formados por glándulas mucosas ya existentes. Aunque en otras ocasiones pueden ser de nueva formación, como es el caso de los adenomas puros (por ejemplo los pólipos mucosos del recto en los niños), o los anemosarcomas (presencia de muchos pólipos en la nariz).
De hecho, en el caso de los niños los pólipos tienden a localizarse sobre todo en el intestino grueso y en el recto, mientras que desde la llegada de la pubertad hasta alrededor de los treinta y cinco años, tienden a aparecer normalmente en las fosas nasales. Es más, los pólipos nasales tienden a recidivar cuando son eliminados quirúrgicamente.
¿Por qué aparecen y cuáles son sus causas?
Antes de conocer las posibles causas que pueden influir directa o indirectamente en la aparición de los pólipos, es útil descubrir que la predisposición a la aparición de los pólipos mucosos tienden a extenderse desde la infancia hasta alrededor de los cincuenta años aproximadamente.
Hoy en día existen un total de tres teorías que tienden a explicar la formación de los pólipos. Te las resumimos a continuación:
- Como consecuencia de procesos inflamatorios que originan la formación de un exceso de tejido benigno.
- Debido a determinadas alteraciones vasculares relacionadas con problemas circulatorios.
- Por la disminución -normal- que se produce en la producción de hormonas, sobre todo durante la menopausia y la andropausia.
¿Y cuáles son los síntomas de los pólipos?
Dependiendo del lugar donde el pólipo haga acto de aparición, sus síntomas serán evidentemente diferentes. No obstante, podemos establecer o indicar una serie de síntomas o signos en función de las zonas donde surjan los tipos de pólipos más comunes. Son los siguientes:
Pólipos colorrectales
Son pólipos que crecen en el colon o en el recto. Se recomienda su extirpación quirúrgica dado que existe riesgo de que puedan volverse cancerosos. No obstante, en caso de no extirparse es necesaria una evaluación médica mantenida en el tiempo (por ejemplo cada 6 meses o 12 meses), a través de una sigmoidoscopía o una colonoscopia.
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En el caso de los pólipos colorrectales suelen surgir algunos síntomas, como por ejemplo sangrar cuando evacúan el vientre o un dolor espasmódico en el abdomen. También es posible que no se presente ningún síntoma.
Pólipos nasales
Son pólipos que aparecen o crecen en los senos paranasales, que consisten en un conjunto de cavidades aéreas que comunican con las fosas nasales e influyen en la respiración, la olfacción, el calentamiento y la fonación.
Rara vez tienden a volverse cancerosos, y habitualmente tienden a no producir síntomas. No obstante, las personas que los tienen disponen de antecedentes médicos relacionados con alergias respiratorias, asma, fibrosis quística, infecciones sinnusales o rinitis alérgica.
Pólipos endometriales
Son pólipos que aparecen en el endometrio, que es el tejido que recubre el útero. Se desconoce por qué se forman pero no se encuentran relacionados con ningún tipo de enfermedad de transmisión sexual.
Son varios los síntomas que pueden surgir, como por ejemplo es el caso de menstruaciones más abundantes tanto en frecuencia como en cantidad, o aparición de un sangrado uterino anormal.
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