Con la llegada del frío (especialmente a lo largo del invierno), cada año aumentan los casos de bronquiolitis, una enfermedad bastante común que surge en el aparato respiratorio, y que ocasiona una infección que afecta a los bronquiolos, las vías respiratorias diminutas que terminan desembocando en los pulmones.
A medida que la infección aumenta y los bronquiolos continúan inflamándose, tienden a hincharse y llenarse de mucosidad, dificultando la respiración del bebé lactante y del niño pequeño.
De hecho, se trata de un tipo de infección tremendamente común durante los meses de invierno, que afecta sobre todo a lactantes y niños pequeños porque sus vías respiratorias se obstruyen con mayor facilidad, dado que su tamaño es mucho más reducido. Por ello típicamente ocurre durante los dos primeros años de vida, con una incidencia mayor entre los tres a los seis meses de edad.
¿Qué es la bronquiolitis?
La bronquiolitis consiste en una infección del aparato respiratorio y de los pulmones del lactante y el niño pequeño, ocasionada por varias clases de virus, entre los que se encuentra el Virus Respiratorio Sincitial (VSR), uno de sus principales causantes pero no el único, ya que también podemos mencionar otros menos frecuentes como el virus de la gripe, adenovirus, parainfluenza y el metapneumovirus.
Existen determinados factores de riesgo que se relacionan con la gravedad de la infección. El más importante es la edad, de manera que los menores de 3 meses de edad poseen un riesgo mayor de hospitalización. Y entre ellos los bebés prematuros, ya que sus bronquios son aún más estrechos todavía.
Por otro lado, también podemos mencionar otros factores de riesgo como por ejemplo es el caso de la ausencia de lactancia materna, la exposición al humo del tabaco y la asistencia a guarderías infantiles.
¿Cuáles son sus síntomas?
Es común que la bronquiolitis comience con los síntomas habituales de un resfriado: obstrucción de la nariz y congestión debido a la presencia de mucosidad, tos que dura 2 o 3 días y en ocasiones fiebre.
Días después es común que el niño o bien no empeore, o bien empiece a respirar más deprisa y con mayor dificultad (por ejemplo, al respirar se le marcan las costillas y el abdomen sube o baja de forma exagerada), y a toser más.
También es tremendamente común tener la respiración ruidosa, surgiendo las típicas sibilancias que consisten en una especie de silbido de tono alto que aparece al respirar, o un sonido como de burbujeo o más grave (estertor).
Ante estos síntomas es fundamental consultar al especialista, dado que la enfermedad puede avanzar hasta ocasionar un cambio de coloración en el bebé, indicativo de que el pequeño necesita oxígeno.
¿Se puede prevenir?
Aunque como indicábamos existen determinados factores de riesgo que no pueden prevenirse (como por ejemplo es el caso de que el bebé nazca de forma prematura), sí existen determinadas causas que de evitarse pueden ayudar a prevenir la aparición de la bronquiolitis. En este sentido, existen algunos consejos útiles como:
- Impulsar y mantener la lactancia materna: es fundamental para el crecimiento y desarrollo del bebé, y de hecho contiene anticuerpos que lo protegen frente a infecciones comunes.
- Evita el tabaco: no solo tú como mamá o papá. Es fundamental evitar que cualquier persona fume cerca de tu bebé.
- Mantén una adecuada higiene: lavándote las manos con agua caliente y jabón de forma regular y más habitualmente.
- Vacuna al bebé: es fundamental cumplir con el calendario de vacunación, útil no solo para el propio bebé sino también para el resto de niños, al producirse una mayor protección frente a enfermedades comunes.
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