El alcohol es una bebida tremendamente conocida y consumida hoy en día, además de ser muy fácil de acceder por parte de adultos (y lo que es aún peor) y jóvenes. Se encuentra presente en muchos comercios, tiendas e incluso gasolineras, además en muchas de nuestros encuentros sociales como puede ser una cena de empresa, una cena un día normal entre amigos y familiares. Pero, casi con total seguridad, la gran mayoría de consumidores de esta bebida no conocen lo que ocurre en su cuerpo cuando beben este líquido.
El alcohol debilita nuestro sistema inmune haciendo que a nuestro cuerpo le sea mucho más fácil contraer una enfermedad incluso hasta 24 horas después de emborracharse. Hay ciertas partes del cerebro que son muy susceptibles a los efectos del alcohol y parece ser que los jóvenes son más sensibles que los adultos.
Cuanto antes empiecen a beber los adolescentes más riesgos y daños sufrirán después. Uno de ellos es el desarrollo del cerebro y otro problema aún más grave es el riesgo de sufrir problemas mentales. De acuerdo a los resultados de los últimos estudios científicos, no es sólo la frecuencia de las borracheras sino que corren el riesgo de que se dañe su cerebro.
Al momento de ingerir el primer trago se extiende por todo el cuerpo y por el flujo sanguíneo al ser soluble al agua. El sistema sistema nervioso central resulta afectado provocando dificultad en el habla, visión borrosa y pérdida de equilibrio. Al ingerir una cantidad importante y llegar a los lóbulos frontales de nuestro cerebro desaparece la capacidad de razonamiento.
Aunque en un primer momento puedas pensar que unas cuantas copas de alcohol no te dañarán lo cierto es que elevará la frecuencia cardíaca y la presión sanguínea, lo que nos ayuda a sentirnos más relajados, perdiendo la inhibición pero también la coordinación motora.
¿Sabes por qué se produce esto? En realidad es el resultado de reacciones químicas en el cerebro, más concretamente en el cerebelo responsable de la coordinación y el equilibrio. El alcohol causa una alteración química en las neuronas, en algunas sinapsis las señales quedan bloqueadas y cuanto más bebemos más afecta a la sinapsis.
El alcohol también engaña al cerebro haciendo creer que hemos bebido mucha agua y esto hace que ponga a función los riñones desechando líquido valioso en la vejiga. A la mañana siguiente nos sentiremos probablemente deshidratados. Tras la fiesta es el hígado el que pone en orden todo este desorden.
Este órgano se encargará de eliminar toxinas como es el alcohol y para ello necesitará mucha agua. Cuando el hígado necesita agua es el cerebro el que lo sufre. El cerebro pierde agua y minerales esenciales, llegando incluso a encogerse dentro de la propia cavidad craneal. El resultado es evidente: empezamos a sentir un dolor de cabeza muy particular.
Pero nuestro cuerpo, como es muy sabia, nos pone horas después la famosa resaca por medio. Esa necesidad de continuar durmiendo con la luces apagadas, esas molestias en el estómago o inclusos las ganas de vomitar son solo unos pequeños síntomas de que estas pasando resaca tras una noche de juerga.
¿Cuáles son los beneficios de no beber alcohol?
Aunque algunos estudiosos consideran que beber alcohol puntualmente y de forma muy ocasional podría aportar algunos beneficios para el organismo (como ya conocíamos en una nota anterior en la que te hablábamos acerca de los beneficios del alcohol), la realidad es que lo más adecuado es no beber en absoluto nada de alcohol, incluso aunque sea en cantidades mínimas.
De hecho, si en lugar de tomar una copa con alcohol optamos por un vaso de zumo natural o de agua sí que conseguiremos los siguientes beneficios para nuestra salud. A saber:
- Evitaremos daños en el cerebro.
- Reduce la posibilidad de tener cáncer.
- Prevención de daño en hígados y riñones.
- Mejor salud cardiovascular.
- Mejor salud gástrica.
- Mayor consciencia en tus actos.
- Mejoras tu estado de ánimo y sobre todo previenes el alcoholismo.
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