La mastitis consiste básicamente en la inflamación de la glándula mamaria, la cual puede verse afectada en realidad por una amplísima diversidad de causas, muchas de ellas tremendamente diversas, aunque suele asociarse muy habitualmente con la lactancia materna.
Pero evidentemente no es la única: por ejemplo, la producción masiva de la hormona prolactina (que estimula la producción de la leche materna), o incluso la presencia de una mastopatía (alteración benigna del pecho), pueden causar una inflamación de la glándula mamaria de la mujer. Y solo en casos raros puede estar producido por un cáncer de mama o por ciertos tipos de tumores.
Por ello, dado que la mastitis fuera del periodo de lactancia materna es considerada como poco frecuente, ante el menor síntoma se aconseja acudir al médico, quien probablemente pedirá determinadas pruebas que ayuden en el diagnóstico: como ecogafrías, mamografías y analíticas de sangre. De hecho, por lo general este tipo de inflamaciones tienden a volverse crónicas, siendo además recurrentes.
Podemos encontrarnos ante una mastitis bacteriana o infecciosa. En estos casos el principal “culpable” es una bacteria conocida con el nombre de Staphylococcus aureus (considerada de hecho como el prototipo de especie más común como causante de mastitis aguda), aunque no es la única. También puede ser producida por la bacteria Staphylococcus epidermidis.
La mastitis es una de las afecciones que además de los pezones irritados o agrietados pueden sufrir los pechos cuando el bebé es amamantado. Se trata de una infección que se produce en los conductos por donde circula la leche materna.
Desde un punto de vista médico, como indicábamos brevemente al comienzo de esta nota, la mastitis consiste en la inflamación de la glándula mamaria, la cual se produce como consecuencia de una obstrucción de los conductos de la leche. Por ello a la mastitis también se la conoce con los nombres de ectasia ductal, inflamación periductal o absceso subareolar.
En caso de que la mastitis se produzca durante el periodo de lactancia materna (durante la cual efectivamente la mamá está dando el pecho al bebé), se la conoce con el nombre médico de mastitis puerperal, o también con los nombres de mastitis posparto o mastitis infecciosa. Ésta se da cuando ocurre en las mamás lactantes, de manera que la mastitis no-puerperal es aquella que se da en el resto de los casos.
Síntomas de la mastitis puerperal
Los síntomas que pueden alertarte de que pudieras estar afectada de una mastitis son los siguientes:
- Síntomas parecidos a cuando estas resfriada, cansancio, escalofríos.
- Fiebre.
- Dolor localizado.
- Sensación de calor excesivo en los pechos, en los dos o en uno solo (donde se ha producido la mastitis).
- Enrojecimiento en la mama.
- Masas palpables y difusas de tamaño variable en las mamas.
- Abscesos.
Es decir, el síntoma más común es sentir un dolor intenso y signos inflamatorios, tales como enrojecimiento, induración y tumefacción. El dolor tiende a sentirse como “pinchazos”, y pueden aparecer zonas de induración y/o grietas.
Ante la presencia de cualquiera de estos síntomas hay que acudir al médico para que haga la revisión pertinente y recete la medicación adecuada.
¿Cuáles son las causas de la mastitis puerperal?
Si la mastitis no ha sido causada por una infección, en el caso de la mastitis puerperal es causada por dos motivos: o bien por la acumulación de leche en los pechos, o bien por conductos de leche tapados.
Cuando existe mastitis puerperal también puede darse infección. En estos casos es debido a lo anterior, o bien a su vez a la existencia de gérmenes que invaden el tejido mamario a través de fisuras o de grietas en los pezones (tan comunes durante la lactancia materna).
Tratamiento de la mastitis puerperal
Cuando se confirma la existencia de una infección habitualmente se utilizan los antibióticos, adicionales a los inhibidores de la prolactina. Igualmente, el consumo de paracetamol o ibuprofeno ayuda a disminuir y aliviar el dolor.
Por otro lado, los especialistas médicos aconsejan la aplicación de toallitas húmedas y calientes directamente sobre los pechos. Además, a diferencia de lo que erróneamente se piensa, es recomendable amamantar a tu bebé con mayor frecuencia, siempre en mayor cantidad por parte del pecho afectado.
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